En uno de los pasajes de “El juicio de los 7 de Chicago”, luego de una de las secuencias de enfrentamiento cívico-policial más violentas de la película, es posible apreciar cómo manifestantes y uniformados curan sus heridas en completa armonía y a escasos metros de distancia, tal como si se tratase de un partido de rugby recién finalizado con los dos equipos intercambiando camisetas en una coloquial y natural camaradería, todo esto horas después de una masiva batalla campal.

A pesar que desde la América del 2021 la postal resulta casi utópica, no son pocas las concordancias que la trama entabla con los conflictos sociales actuales, sobre todo los relacionados a Estados Unidos a casi un año del asesinato de George Floyd, hito que gatilló decenas de protestas no sólo en el país anglosajón sino en todo el mundo.

La trama se centra en uno de los episodios más controversiales de la historia judicial estadounidense: las consecuencias políticas de las manifestaciones que en 1968 se concentraron en las afueras de la Convención Nacional Demócrata, marcadas por la represión policial y la consigna que por entonces aunaba a miles de jóvenes: el retiro de las tropas norteamericanas de la guerra de Vietnam.

El explícito choque entre manifestantes y efectivos de la Guardia Nacional motivó un juicio contra los principales convocantes del evento: siete líderes de distintas organizaciones sociales que fueron indicados como responsables de los desmanes.

Así, Abbie Hoffman (Sacha Baron Cohen), Jerry Rubin (Jeremy Strong), David Dellinger (John Carroll Lynch), Tom Hayden (Eddie Redmayne), Rennie Davis (Alex Sharp), John Froines (Daniel Flaherty) y Lee Weiner (Noah Robbins) fueron llevados ante un tribunal, en un juicio que superó los 100 días y que dejó en evidencia la grietas y discriminaciones del sistema judicial estadounidense.

El elenco lo completan Joseph Gordon-Levitt como el abogado Richard Schultz, Mark Rylance como el defensor William Kunstler y Yahya Abdul-Mateen II como el crucial Bobby Seale, fundador de las Panteras Negras.

A pesar de la suerte que pueda correr en los Premios Óscar, agendados para esta noche, la película ya marcó varios hitos:

1) La consolidación de Aaron Sorkin (prolífico guionista) como director unipersonal, capaz de conducir por sí mismo sus virtuosos diálogos. 2) El consenso actoral y transversal sobre la figura de Sacha Baron Cohen (el mismo año en que estrenó “Borat 2”). Y 3) la certeza de que es posible que un filme candidato a los premios de la Academia pueda plantear una trama política y profunda en códigos de comedia (a veces jactándose de ella), y al mismo tiempo sosteniendo un drama que, por muy gracioso que parezca a veves, se presenta como una de las heridas abiertas más dolorosas de EE.UU: el racismo.

“El proyecto comenzó hace 14 años. Steven Spielberg me pidió que fuera a su casa un sábado por la mañana, y me dijo que quería hacer una película sobre los alborotos de 1968 y los locos juicios conspiratorios que le siguieron. Y le dije: ‘Estoy listo. ¡Cuenta conmigo!, aunque no sabía de qué estaba hablando”, recordó Sorkin en diálogo con BioBioChile.

La película destaca este año como una de las más genuinas de las nominadas al Óscar. Compite en seis categorías; entre ellas, Mejor Película, Mejor Guion (Aaron Sorkin) y Mejor Actor de Reparto (Sacha Baron Cohen).