El caudal de simpatía, el perfil emotivo y el delicado desempeño actoral de las actrices que interpretan a dos abuelitas son determinantes para que la cia. Teatrocinema cautive al espectador infantil y adulto con “Pato Patito”, versión libre del cuento “El patito feo”, de Hans Christian Andersen.

Es fundamental el balance entre los recursos presentes en esta propuesta virtual: mientras Laura Pizarro y Francisca Castillo derrochan fluidez corporal en el espacio estrecho en que se mueven, el director Juan Carlos Zagal dosifica el volumen de elementos digitales, audiovisuales y plásticos que emplea para no enturbiar el sencillo relato.

De este modo, el grupo construye un universo articulado de imágenes, colores, movimiento y musicalidad, junto con proponer un punto de vista de amplio sentido: mirarse uno mismo y, lo más importante, reconocerse tal como uno es.

La obra también opta por la narración oral, un medio muy cercano a niños y niñas en la relación con sus papás en el hogar, rasgo de intimidad que se conserva cuando ambas abuelas acompañan con sus cuerpos y voces la peregrinación en campo abierto del patito feo tras su identidad.

“Sin sangre” (2007), “El hombre que daba de beber a las mariposas” (2010), “Historia de amor” (2013),
“La contadora de películas” (2015) y “Plata quemada” (2019) son algunos títulos en los quince años de vida de Teatrocinema.

Evocaciones y discriminaciones

Al inicio de los 50 minutos de la obra se introduce el primer elemento clave: el milagro de las abuelas de volver a palpitar su propia niñez, corazones alegres y juguetones que se apenan con la discriminacion que afecta al avecita desde su nacimiento, sólo por ser distinto.

Esta propuesta también se entronca con vertientes infantiles de la tradición chilena, como el “Pipirigallo”, que lleva a compartir el juego y tocarse las manos; o jugar con las pepas luego de calar una enorme sandía y sentir su aroma, además moverse y hablar al unísono al ritmo de la percusión y la música.

La evocación de la niñez catapultará una travesía intensa que fortalecerá los espíritus, la manera que se propone para enfrentar y sortear las enormes dificultades que se presentarán en el transcurso de las estaciones del año.

Tanto en tierra, como en el cielo y en el agua los peligros ponen al patito feo entre la vida y la muerte, desafíos que le permitirán ir descubriendo sus capacidades y posibilidades, hasta saber quién es y a dónde pertenece.

Historia múltiple

Todas estas aristas son parte de una misma historia que se desarrolla al interior de una especie de ojo gigante, cuyo fondo negro se va tiñendo de colores, de formas humanas y de la naturaleza en movimiento.

Una escenografía palpitante que, de alguna manera, recuerda al diafragma foográfico que se abre y se cierra al inicio de “Gemelos”, obra clásica de la desaparecida cia. “La Troppa”, de la cual formaron parte los fundadores de Teatrocinema.

Este ojo-círculo-escenario y los sucesos en su interior llevan a percibir como parte de un todo el adentro y el afuera, lo que permanece y lo que cambia, lo cotidiano y lo trascendente, de manera entretenida y natural.

Empollar y nacer, la diversidad, la alegría y la tristeza, el matonaje y la elegancia en el vivir, disparos de cazadores y ladridos de perros, la necesidad de huir y esconderse, el posible bautizo en pehuenche, mapudungun, aymará o kaweskar, el hostigamiento y la autodefensa.

A través de este lenguaje global y múltiple -gráfico, descriptivo, sugerente e imaginativo- la obra busca conectarse con experiencias sensibles y sensoriales de niños y niñas.

Una línea de desarrollo que contempla la memoria innata que “Pato Patito” reconoce en el cielo, cuando escucha el graznido de la bandada de aves que lo convoca a su lugar en la vida, a su espacio propio y hermoso…

Llamado que acepta sin tener total certeza ni pensarlo mucho, como sucede muchas veces en la vida real: aunque su respuesta espontánea y aguda lo asustó un poco y sintió gusto y pena… el patito feo voló junto a los suyos, los cisnes.

Y como pasa en algunos cuentos, luego de terminar su relato, las abuelas retornan a los años que viven para tomarse un agüita con matico y bailahuén. Simplemente.

CorpArtes
Entre el viernes 20 y el domingo 29 de noviembre.
Entradas de $ 2.200, $4.500 y $ 6.700