Los sirios que huyen de la guerra en su país han encontrado un nuevo punto de entrada a Europa: la frontera entre Rusia y Noruega, en el Ártico, que pese al frío polar cruzan a menudo en bicicleta.

“Alrededor de 150 personas han cruzado la frontera este año, la mayoría sirios”, declaró el lunes a la AFP Hans Møllebakken, jefe de la policía noruega en la ciudad fronteriza de Kirkenes, a más de 4.000 km de Damasco.

“La cifra ha explotado este año”, cuenta.

Mientras miles de sus compatriotas se embarcan, arriesgado sus vidas, en precarias y sobrecargadas embarcaciones para cruzar el mar Mediterráneo, algunos refugiados optan por tomar caminos más largos pero menos peligrosos. Es el caso del puesto fronterizo ruso-noruego de Storskog, en el extremo norte de Europa.

En 2014, apenas una docena de solicitantes de asilo cruzaron este punto septentrional que fue, durante al Guerra Fría, una de las únicas zonas fronterizas directas entre la URSS y la OTAN. A esta latitud, las temperaturas pueden caer hasta los -15°C el invierno.

Entre los refugiados sirios, “algunos vivían en Rusia desde hace algunos años, otros tomaron aviones desde países del Medio Oriente hasta Moscú, y luego viajaron hacia Murmansk (en el noroeste de Rusia), hasta llegar a Kirkenes”, explicó Hans Møllebakken.

No sabemos mucho más sobre sus motivaciones ni recorrido.

Gobernada por una coalición en la que participa la derecha populista anti-inmigración, la rica Noruega – país que no es miembro de la Unión Europea pero pertenece al espacio Schengen de libre circulación de personas – practican una política de acogida bastante restrictiva, sobre todo en comparación a la vecina Suecia.

Esta última recibió el año pasado 13% de los pedidos de asilo presentados en la UE, lo que la ubica en segunda posición, detrás de Alemania, pero ocupa el primer lugar en relación a su población.

En invierno: un desafío

Como el paso de Storskog está prohibido para los peatones, algunos refugiados aprovechan una falla del reglamento y cruzan la frontera en bicicleta.

“Varios cruzan en bicicleta en pleno invierno”, dijo a la AFP el inspector Gøran Stenseth, número dos del puesto fronterizo, del lado noruego. “El frío, la nieve, la obscuridad… Todo esto representa un verdadero desafío para estas personas”.

La policía de Kirkenes ha incautado unas veinte bicicletas y ha impuesto multas de hasta 650 euros a rusos y noruegos reincidentes que hicieron pasar en sus vehículos, a cambio de dinero, a varios refugiados.

“No queremos que se explote a esas personas vulnerables”, subrayó Gøran Stenseth. “Queremos determinar si son transportadas en el marco de un tráfico organizado, pero por el momento nada lo indica”, agregó, y precisó que podría tratarse de personas aisladas, familias o grupos pequeños.

“Los que llegan aquí parecen gozar de buena salud y están felices de entrar a Noruega”, dijo.

Al contrario de lo que ocurre en otros países europeos, no se detiene a estos inmigrantes en la frontera. Una vez que cruzan, son llevados inmediatamente a la capital, Oslo, en donde se registra su pedido de asilo.

De acuerdo a las autoridades, Noruega ha recibido un poco menos de 1.000 pedidos de asilo de ciudadanos sirios desde inicios de año.

Durante este mismo período, más de 300.000 inmigrantes de diferentes nacionalidades han cruzado el Mediterráneo y más de 2.500 personas han muerto ahogadas en el mar tratando de llegar a Europa, según cifras publicadas el viernes por la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).