En el universo de los pecados contemporáneos, la envidia se perfila como uno de los favoritos de la actualidad, escenario en donde los buenos deseos se ven opacados por este tipo de pensamiento que ha ido ganando terreno.

Es en este mismo escenario de relaciones sociales en que destaca un nuevo comportamiento que va en alza, denominado Síndrome de Salomón, acuñado por el psicólogo estadounidense Solomon Asch, que apunta a aquellos momentos de la vida en que tomamos decisiones o admitimos conductas para evitar sobresalir, destacar o brillar en un entorno social ya impuesto.

Asimismo, según lo publicado por el medio de noticias español El País este síndrome también hace referencia a aquellos momentos que nos limitamos como personas o profesionales para no salirnos de esa vereda en que camina la mayoría, pues inconscientemente muchos tenemos miedo a llamar la atención en exceso por miedo a que nuestras virtudes o logros ofendan a los demás.

En este contexto, el síndrome de Salomón pone de manifiesto el lado oscuro de las personas, ya que por un lado deja al descubierto nuestra falta de autoestima y de confianza ante situaciones puntuales, creyendo que nuestro poder de decisión dependerá de la imagen que el resto tiene de nosotros. Del mismo modo, con ello se deja de manifiesto a una sociedad en la que se tiende a condenar el talento y el éxito ajeno.

No me quites a mi novio

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Hay que indicar que tras este tipo de comportamientos se esconde un virus poco sano que llega a frenar el progreso de una sociedad estancada. Plano en que la envidia se posiciona como la preferida y hace su aparición cada vez que nos comparamos con otras personas, dejando entrever que ese otro tiene algo que nosotros queremos a toda costa. De esa forma resurge el complejo de inferioridad, destacando las cualidades del otro y menospreciando nuestro talento.

Bajo este mismo paradigma no somos capaces de alegrarnos cuando un colega o compañero de colegio consigue un logro, y de forma casi inevitable esta felicidad actúa como un espejo que a diario refleja nuestras propias penurias.

Sin embargo, reconocer nuestro complejo de inferioridad es tan doloroso, que necesitamos canalizar nuestra insatisfacción juzgando a la persona que ha conseguido eso que envidiamos. Por lo que, frente a cualquier situación adversa solo hace falta un poco de imaginación para encontrar motivos que nos sirvan para comenzar aquella crítica tan sabrosa hacia un tercero.

¿Cómo se puede superar?

El primer paso para hacer frente a tal conducta consiste es no darle tanta importancia a lo que diga el resto de nosotros, ya que si lo pensamos objetivamente, en la mayoría de los casos tememos destacar por miedo a lo que algunas personas puedan hablar. Dichos que solo llegan a aumentar su alicaído ego.

¿Y como podemos disminuir la envidia?

Acá la idea el primer paso es aceptar el éxito ajeno, comenzando así a admirar las cualidades que han permitido a los demás alcanzar sus metas tan anheladas. Pues si aquello que envidiamos nos destruye lentamente, lo que admiramos nos ayudará a fortalecernos y al igual que al resto, nos dará las herramientas necesarias para lograr nuestros tan anhelados propósitos.

Por lo tanto, hay que tener en claro que la envidia es un maestro que nos revela los dones y talentos innatos en los cuales tenemos que trabajar para ser mejores, donde en vez de luchar contra lo externo, vamos a utilizarlo para ser mejores personas.