Ashraf Ghani asumió este lunes como nuevo presidente de Afganistán y llamó rápidamente a negociar con los talibanes para estabilizar el país tras la retirada de la OTAN de aquí a fin de año.

Ghani, un ex ministro de Finanzas y ex funcionario del Banco Mundial de 65 años de edad, sucede a Hamid Karzai, en el poder desde que la invasión liderada por Estados Unidos derrocó a los talibanes a fines de 2001.

La investidura de Ghani es la primera transición democrática en la historia de Afganistán.

Poco después de jurar su cargo, el flamante mandatario llamó a mantener conversaciones de paz con los talibanes, para estabilizar el país una vez que se hayan ido las tropas de la OTAN, de aquí a fin de año.

“Pedimos a los opositores, y más específicamente a los talibanes y al Hezb-e-Islami, iniciar conversaciones políticas”, declaró Ghani.

Los talibanes, que calificaron recientemente a Ghani de “empleado” de Estados Unidos, acogieron el lunes su entrada en funciones con un atentado suicida cerca del aeropuerto, que mató a cuatro personas, según la policía.

La toma de posesión de Ghani permitió al menos poner fin oficialmente a la crisis abierta cuando él y su rival Abdula Abdula reivindicaron la victoria en la segunda vuelta de las presidenciales el 14 de junio, en la que ambos se acusaron de fraudes masivos.

Bajo la presión de la ONU y de Estados Unidos, los dos políticos aceptaron la semana pasada formar un gobierno de unidad nacional y alejar así el riesgo de una nueva guerra civil y la división de Afganistán.

En efecto, Ghani representa sobre todo a los pashtunes del sur del país y Abdula a los tayikos del norte.

El acuerdo patrocinado por la ONU y Estados Unidos proclamó presidente a Ghani con 55% de los votos y creó una función parecida a la de primer ministro para Abdula, quien prestó juramento el lunes.

El programa de la jornada de investidura se mantuvo en secreto hasta último momento por razones de seguridad.

Entre los invitados extranjeros figuraba el consejero del presidente estadounidense Barack Obama, John Podesta, el presidente de Pakistán Mamnoon Hussain y el vicepresidente indio Hamid Ansari, dos potencias regionales rivales en Afganistán.

LOS TALIBANES AL ACECHO

La crisis poselectoral permitió a los insurgentes talibanes reforzarse en varias provincias y agravó además las perspectivas económicas de este país sumido en la pobreza, del que las tropas de la OTAN se retirarán de aquí a finales de año.

En la última semana, los talibanes lanzaron una ofensiva en la provincia de Ghazni (sur), causando la muerte de centenas de personas. Una docena de personas fueron decapitadas por los talibanes.

En represalia, cuatro insurgentes fueron ahorcados en una aldea de Ghazni.

A pesar de que la guerra del gobierno central con los talibanes persiste, la OTAN sigue adelante con los planes de retirarse del país tras 13 años de presencia.

La Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF) de la OTAN cuenta con 41.000 soldados, de los cuales 29.000 son estadounidenses. Y actualmente sólo 33 bases de la OTAN son operativas en Afganistán, contra 800 hace algunos años.

La gran mayoría de las tropas de la OTAN se retirarán antes de fines de 2014 y la seguridad del país quedará en manos de 350.000 soldados y policías afganos.

No obstante, el nuevo presidente firmará el martes un acuerdo con Estados Unidos para mantener en Afganistán un contingente de 12.500 soldados extranjeros, principalmente estadounidenses, para apoyar y formar a las fuerzas afganas.

Los talibanes se oponen a la presencia de esa fuerza en Afganistán y exigen la retirada de todos los militares extranjeros como condición para iniciar negociaciones de paz con Ghani y Abdula, a los que acusan de ser los “nuevos empleados” de Estados Unidos en Kabul.