Censar mil millones de estrellas durante cinco años y elaborar un mapa tridimensional de la Vía Láctea. Es todo un desafío para la Agencia Espacial Europea. El pasado 19 de diciembre fue una fecha preciosa del año que se extingue, el 2013. Ese día, un satélite diseñado y construido en Inglaterra, Francia y Alemania. llevo el complejo instrumental al espacio.

Mientras, acá en Tierra 400 científicos vigilarán y analizarán largamente el costoso experimento. El griego Hiparco, famoso astrónomo de la antigüedad, que viviera dos siglos antes de Cristo, quedaría pálido. El buen hombre en esos tiempos contemplaba la noche y contaba luceríos y parpadeos a simple ojo.

Comprender mejor nuestro hogar cósmico. De eso se trata, dicen los expertos, aunque de momento no hay otra posibilidad de ir más lejos, más allá. Apenas se podrá estudiar el uno por ciento de la infinita población de estrellas en nuestra galaxia. Es una “pequeña” mirada a esa región visible del universo donde existen o existirían, al menos, 400.000 millones de galaxias, trillones de estrellas y quién sabe cuántos y cuántos planetas, muchos de ellos con algún tipo de vida. O sea “vida” tal como nosotros conocemos y medimos ese concepto.

En otro plano el año que termina con sus guerras y miserias, avances y retrocesos, se lleva también por delante y anula otras certezas del maravilloso conocimiento humano. Quedan obsoletos muchos saberes. Es el caso de la nueva, honda y sorprendente mirada al pasado, esa que rastrean paleontólogos y antropólogos del mundo, principalmente los especialistas del Instituto Max Plank de Leipzig, en Alemania. Es el lugar donde continúan analizando el genoma de otra especie desaparecida, una que no figuraba en los libros, los Denisovamos.

¿De dónde salen éstos? Es una historia conocida pero vale la pena repetir, de modo superficial, los datos elementales de la evolución: En el Pleitocenio Tardío existió Eurasia, Asia y Europa juntas. El vasto territorio lo habitaban (hasta donde se sabe) cuatro especies muy distintas, los Neandertales, los Decinovanos, los Homo Sapiens y una cuarta categoría aún por determinar. Y ya no caben dudas, hace 450 mil años todos esos vivientes se mezclaron. De aquellos cruzamientos venimos y somos. Portamos al menos de un dos a un cuatro por ciento de genes de esos grandes grupos desaparecidos.

Se ha confirmado, además, que el sexo de las cavernas favoreció la evolución y de paso reforzó nuestro sistema inmunitario del cual, entre tantas dichas y quebrantos, seguimos gozando hoy.

Asomándonos al umbral del 2014 es dramático y fascinante el paso del tiempo, el pasado y el futuro. Así lo vio Carlos Drumond de Andrade, un inmenso poeta de Brasil.

El último día del año/ no es el último día del tiempo./ Otros días vendrán/ y nuevos muslos y vientres te comunicarán el calor de la vida./ Besarás bocas, rasgarás papeles,/ harás viajes y tantas celebraciones/ de aniversario, doctorado, promoción gloria, dulce muerte con sinfonía y coro,/ que el tiempo quedará repleto y no oirás el clamor,/ los irreparables aullidos/ del lobo, en la soledad./

Drumond de Andrade murió en 1987 a los 84 años de edad. En vida le mezquinaron reconocimientos. Hoy es referencia fundamental en la cultura, sobre todo acá en Europa, donde escribo estas líneas y desde la cual, en el umbral del 2014, saludo a todos a todos mis paisanos.

Crónicas de la actualidad europea cuyo autor, Oscar Vega, reside en Portugal. Periodista y escritor, se inició en 1956 en el vespertino Crónica de Concepción. Ha trabajado, entre otros medios, en los diarios La Discusión, Clarín, La Nación, Fortín Mapocho, La Época y en revistas como “Hechos Mundiales” y “Cauce” de Chile y “Límite Sur”, de México. Igualmente, entre otras emisoras, Magallanes, Minería, Cooperativa (1960-1970) y radio Berlín Internacional (1980-1990) Su último libro, “Música para dos”, fue publicado el 2012 por editorial Lom.