Tiene ojos azules y transparentes y una sonrisa que acoge. Se da el tiempo para
atender a cada cliente. Y lo hace en Anakena, Isla de Pascua, la que es para muchos la
mejor playa de Chile.

Ahu y moai en Anakena. EM (c)

Ahu y moai en Anakena. EM (c)

La playa de Anakena tiene aguas templadas –ni frías como las continentales, ni muy
calientes como algunas tropicales‐, una arena finísima que a primera vista es blanca,
pero al verla con calma tiene múltiples colores; tiene dos pequeños bosques, con
mesas para pic‐nic, uno de ellos de altas palmeras que arrojan una agradable sombra.
Sus aguas transparentes dejan ver en algunos lugares peces de colores. Y como
remate, Anakena tiene un imponente ahu con sus moai en pie. Anakena, según la
tradición, es además el lugar donde llegaron los primeros habitantes de la isla.

Pero eso no es todo. También está Angélica Moraga, Luli, una continental que, con sus
50 años de edad y 25 en la isla, tiene un puesto aledaño a la playa, en pleno Parque
Nacional. Ella atiende en forma pausada, amable, acogedora, con una sonrisa a flor de
labios. Y es que sabe que su puesto es una picada imperdible para quienes van a
Anakena. Ahí ofrece empanadas fritas de atún, atún queso, atún tomate, queso
camarón y sándwich de atún, entre otros.

Sus empanadas, sabrosas y generosas, están hechas en el momento, lo que significa
una espera que se justifica plenamente en los resultados.

¿Cuál es el secreto de Luli?

“Yo soy buena para comer, lo hago como para mí, con amor. El secreto es hacer las
empanadas con amor, no por cumplir”, dice Luli.

Pero también están los buenos productos –en especial para quienes gustan del atún
fresco y sabroso de Isla de Pascua‐, la preparación en el momento y una fritura que no
resulta pesada. Y un lugar paradisíaco que seguramente predispone tanto a esta buena
cocinera y anfitriona a hacer las cosas con calma y con placer, como a quienes llegan a
su local a disfrutar del entorno y de lo que van a comer.

Luli se ha ganado su prestigio con calidad –un hermana de su suegra le enseño a hacer
las empanadas‐ y mucho trabajo. Ella trabaja todo el año, de 11:00 a 20:30 o 21:00
horas en verano y desde las 12:00 hasta las 17:00 horas en invierno salvo cuando hay
temporales o tiene matrimonios. Y trabaja ahí desde hace cinco años en forma
diligente pero sin apurarse porque cada empanada debe ser la mejor.