Los islamistas, que unos tras otros llegan al poder mediante elecciones en los países árabes, se verán obligados a negociar para gobernar, estiman los analistas, que al mismo tiempo temen que rechacen someterse al juego de la alternancia política.

La elección de Mohamed Mursi como presidente de Egipto se produce tras las victorias electorales sucesivas de islamistas en Túnez y Marruecos, y se estima que en otros países pueda ocurrir otro tanto, según los expertos.

El nuevo mandatario egipcio es miembro de la cofradía de los Hermanos Musulmanes, creada en Egipto en 1928 y que se transformó en movimiento panislámico con poderosas ramas a través del mundo árabe, de Jordania a Yemen.

“Los éxitos electorales ganados por movimientos islamistas en Túnez, Marruecos y Egipto llevan a algunos a considerar que un nuevo orden islamista ya remplazó a la llamada ‘Primavera Árabe’”, afirmó Jean-Pierre Filiu, profesor en el Instituto de Ciencias Políticas en París.

Pero “nada sería más equivocado que caer en la trampa intelectual, pues el levantamiento democrático sepultó la alternativa entre dictadura e islamismo, abriendo un ciclo de consultas electorales aceleradas, por una parte, y obligando a los vencedores de las elecciones a gobernar en el marco de coaliciones, por la otra”, agregó.

Los vencedores de las elecciones que han ganado su legitimidad en décadas actuando en la oposición, deben ahora probar su capacidad para gobernar, aún cuando no tengan ninguna experiencia en el poder.
“Las formaciones islamistas se verán obligadas en todas partes a aprender el pluralismo de manera acelerada a pesar de que los años de represión e incluso de clandestinidad les imprimieron una cultura y una práctica monolítica”, afirmó Jean-Pierre Filiu.

El domingo por la noche, en un discurso repleto de citas islámicas, el nuevo jefe del Estado egipcio prometió ser el presidente de “todos los egipcios”, y debe ahora formar un gobierno que será una buena muestra de sus opciones.
“Estar en la oposición es una cosa y gobernar es otra. Los islamistas están obligados a cambiar en el ejercicio del poder, y abandonar su programa de imponer el islam político”, estimó el analista con base en Londres Abdel Wahad Badrakhan.

Para Wahad se trata de un “periodo de prueba” durante el cual la corriente islamista deberá probar si “sabrá pasar de la oposición al poder, acomodarse con otras fuerzas, y aún, lo que es más difícil, domar a los salafistas”.

Abdel Aziz al Sager, director del Gulf Research Center, estima que los islamistas trataron de mejorar su imagen antes de las elecciones, afirmando en particular que respetan las libertades o alentando los derechos de las mujeres. “Pero queda por ver si cumplirán su promesa”, dijo, subrayando también que aún es demasiado pronto para juzgar a los islamistas.

“Dichos partidos estarán obligados a hacer concesiones, pues no pueden gobernar solos, y deberán enfrentarse a numerosos desafíos políticos, económicos y de seguridad”, destacó. Pero lo importante, estimó, es que los islamistas no traten de modificar la legislación para mantenerse en el poder.

“El verdadero temor es que estimen haber hecho muchos sacrificios para llegar al poder y que luego rechacen entregárselo a otros”, dijo el analista saudí, que espera que “la ‘Primavera Árabe’ no se convierta en una pesadilla”.