En Lloret de Mar, un balneario de la costa española, un cartel explica que la discoteca Colossos ha sido cerrada “cautelarmente por la autoridad competente”, que quiere limitar el “turismo de borrachera”, tras choques entre policías y jóvenes turistas ebrios.

En este balneario de Cataluña (noreste de España), la policía intensificó los controles desde el jueves. Horas antes, el Colossos había sido evacuado por un corte de energía eléctrica y había habido enfrentamientos entre policías y jóvenes, en los que resultaron heridas 22 personas. Unos veinte jóvenes, en su mayoría franceses e italianos, fueron detenidos.

Los altercados han aumentado en este lugar desde que murió un adolescente británico a mediados de julio pasado, tras haber sido acuchillado cuando se interpuso en una pelea entre franceses.

A principios de esta semana, hubo nuevas peleas entre grupos de jóvenes italianos y franceses que salían de las discotecas y habían tomado importantes cantidades de bebidas alcohólicas.

“Siempre hubo líos, pero la pelea días pasados con la policía fue muy dura”, dice Vicente Lamarca, de 46 años de edad, agente de seguros, residente en Lloret, tomando una cerveza sin alcohol en la terraza del Bowling Bar La Riera, próximo a la discoteca.

Lloret de Mar cuenta con 40.000 habitantes en invierno, pero en verano hay hasta 400.000 personas. Se trata de un lugar de “bajo coste” que algunas agencias de viaje europeas ofrecen a los turistas con fórmulas con “todo incluido” que comprenden bebidas alcohólicas a voluntad.

Muy apreciada por jóvenes de toda Europa, Lloret tiene unas 20 discotecas, entre las que se encuentran las “megadiscos” como Colossos, unos 500 bares o restaurantes y 100 hoteles y pensiones.

“A nosotros los franceses, no nos quieren en Lloret, ni en el resto de España. Venimos a divertirnos, pero es cierto que somos los que más lío hacemos”, dice Karim Bestué, de 25 años.

“Los alborotadores –como en el fútbol– son una minoría. Lloret es muy tranquila. Estas cosas también pasan en Roses o en Salou, pero siempre se habla de Lloret como si fuera el infierno”, lamenta Manuel Ros, 58 años, proveedor a discotecas de sistemas de protección contra incendios.

“Vengo cada año y disfruto. No estuve esa noche, pero mis amigos me contaron que la policía se pasó. Lo lamento pero seguiré viniendo a Lloret”, estima por su parte Vincenzo Campodonico, italiano, 25 años, lamparero en paro.

Para Federico Andreotti, un romano de 28 años que reside en Lloret, “esto no es normal, la televisión cuenta cosas que aquí no pasan. Esta ciudad se debe a las discotecas. Creo que hay una lucha de intereses entre diferentes grupos, porque si se ponen a inspeccionar hay otras también con contravenciones”, dice.

Raimondo, un “pizzaiolo” italiano de 26 años de edad que no quiso brindar más detalles sobre su identidad, lamenta el cierre “porque muchos vivimos durante el invierno de lo que sembramos en verano”.

“Un cierre del local es muy grave para mucha gente de dentro de la discoteca y de los negocios de su alrededor. Los franceses que vienen ahora son marginales en su país. Esto es nuevo, no hay ninguna guerra entre franceses e italianos”, añade.

“Vengo con mi familia desde hace dos años. Nunca tuve problemas. Claro que con los niños no salimos de noche (…) Todo esto daña la imagen de Lloret, donde se pasan unas buenas vacaciones y tiene una excelente infraestructura por lo que no se sufre por el turismo masivo”, estimó por su parte Juancho Domínguez, un informático de 40 años de edad.