Los dirigentes de Tokyo Electric Power (Tepco) se enfrentaron este martes a la cólera de los accionistas de la compañía en una asamblea general tumultuosa tras el accidente nuclear de Fukushima.

Los gritos, llamamientos a la dimisión del presidente y a la parada de los reactores nucleares que siguen en funcionamiento, transformaron el gran hotel de Tokio que acogía a cerca de 9.000 titulares de acciones -todo un récord- en unas arenas.

“Nosotros somos los accionistas, nosotros les hemos confiado nuestro dinero. Fukushima, Japón y el mundo no podrán volver a ser como antes del accidente. No me fío de ustedes”, espetó una accionista en lágrimas al presidente honorario de Tepco, Tsunehisa Katsumata.

El accidente nuclear ocurrido el 11 de marzo en la central Fukushima Daiichi (220 km al noreste de Tokio), el más grave desde Chernóbil (Ucrania) en 1986, ha supuesto una pérdida neta histórica para Tepco, de 1,247 billones de yenes, es decir, cerca de 11.000 millones de euros, en el ejercicio presupuestario del 1 de abril de 2010 al 31 de marzo de 2011.

El valor de la acción de la compañía eléctrica ha caído un 85% desde entonces, para ruina de los pequeños accionistas de la clase media, numerosos entre los 933.000 accionistas del grupo.

Considerada antaño como una empresa gestionada correctamente, Tepco tuvo buenas notas de las agencias internacionales. Después del accidente, Moody’s y Standard & Poor’s han relegado las obligaciones a la categoría especulativa.

Una resolución presentada por unos 400 accionistas pedía a la compañía que “cese inmediatamente la explotación de la energía nuclear, que está rodeada de mentiras, deja una mala herencia a nuestros hijos e impone una carga a loas colectividades locales”.