La presidenta electa de Brasil, Dilma Rousseff, dijo el viernes que su padrino político, Luiz Inacio Lula da Silva, le deja una “herencia bendita”, y defendió la unión entre su Partido de los Trabajadores (PT, izquierda) y los aliados que integrarán su gobierno.

Los ocho años de gobierno del presidente Lula dejan “una herencia bendita que pone ante nosotros la obligación de profundizar lo que conquistamos”, dijo Rousseff, que repitió sus prioridades de intensificar los esfuerzos por la “justicia social y la erradicación de la miseria”.

Rousseff también llamó a “construir un consenso político que transformará nuestro país”, durante un discurso proferido ante la dirección de su partido, en su primera comparecencia pública tras una semana de reclusión en la que se dedicó a organizar el nuevo gobierno que asumirá el primero de enero.

“Es muy importante enfatizar la madurez del PT en su relación con los demás partidos que integran la coalición que gobernará Brasil a partir del primero de enero”, dijo.

La gobernabilidad con 10 partidos aliados es uno de los desafíos de la presidenta electa, especialmente la convivencia con el poderoso Partido de Movimiento Democrático Brasileño (PMDB, centro), una fuerza a la que pertence el vicepresidente electo, Michel Temer, y conocida por su escasa fidelidad y avidez por ocupar cargos en el poder.

Ex guerrillera y mano derecha del gobierno Lula del que fue su ministra jefe de Gabinete, Rousseff, de 62 años, estrenó en la escena internacional la semana pasada cuando acompañó a su padrino político Lula en la cumbre del G20 de grandes economías industrializadas y emergentes en Corea del Sur.

Una gran expectativa despierta en Brasil la definición del gobierno que acompañará a Rousseff, que se mantiene bajo absoluto sigilo. La prensa brasileña aseguraba que el ministro de Economía, Guido Mantega, se mantendría en el futuro gobierno.