Una fiesta de estudiantes se convirtió el domingo en la madrugada en una tragedia, cuando un comando armado mató a 14 personas, 12 de ellas menores de edad, en Ciudad Juárez, frontera norte de México, lugar donde los jóvenes son blanco de cárteles de la droga.

Unos 18 hombres armados llegaron a una casa en la que se celebraba la fiesta, y abrió fuego contra los estudiantes, convirtiéndose en el tercer homicidio múltiple de jóvenes en los últimos meses.

La cifra de personas muertas aumentó a 14 en el trancurso del domingo, luego de que otro jóven murió en el hospital unas horas después del atentado. Otras 14 permanecen internadas con lesiones, informó Patricia González, procuradora de Justicia Estatal.

“La mayoría (son) jóvenes”, aseguró, más temprano, un funcionario de la fiscalía estatal, pero versiones extraoficiales de la prensa señalan que un adulto se cuenta entre los muertos.

Los padres de los menores asesinados se apostaron el domingo frente a las instalaciones de la Procuraduría General de la República para exigir justicia.

Las autoridades de Chihuahua anunciaron una recompensa de un millón de pesos (unos 76.000 dólares) a quien brinde información para sobre el paradero de los responsables y desplegaron un cerco policíaco y militar en esa frontera con El Paso, Texas (EEUU), para localizar a los cerca de siete automóviles en los que iban los delincuentes.

“Primero sacaron a las mujeres de la casa y a los hombres los acorralaron en el patio donde les dispararon”, dijo uno de los menores que sobrevivió, con lesiones menores al brincar una barda.

“Todos comenzaron a correr y al final los acorralaron en el patio. Algunos en su intento por huir brincaron las bardas, pero quedaron sin vida en la parte trasera de otras dos casas”, añadió el estudiante.

De acuerdo con los testimonios de vecinos y familiares, los sicarios llegaron en 7 vehículos, bloquearon la calle frente a la vivienda y empezaron a dispar contra los jóvenes.

Las víctimas festejaban el cumpleños de uno y el triunfo de su equipo de fútbol en un campeonato.

Entre los ultimados estaba el estudiante Adrián Encino, de 17 años, quien recientemente recibió un reconocimiento del gobernador de Chihuahuhua, José Reyes Baeza, por sus destacadas calificaciones.

Otros 28 jóvenes fueron asesinados en centros de rehabilitación de adictos, en dos eventos ocurridos en un lapso de dos semanas en septiembre pasado; en el primero fusilaron a 18 y en el segundo a 10.

“Esto es un asunto muy grave porque lo que demuestran es el nivel de violencia que ya no distingue entre jóvenes y no jóvenes, se trata de un proceso de guerra entre organizaciones”, dijo por su parte a la AFP, Samuel Gonzáles, ex suprocurador de delincuencia organizada y actualmente consultor en seguridad nacional.

El experto consideró que la matanza de estos jóvenes es una prueba más de que, pese a la presencia de miles de militares y policías en la zona, los atacantes “se saben protegidos y seguramente tienen relación con las organizaciones (criminales)” y “quieren marcar su territorio”, añadió.

Chihuahua es escenario de una encarnizada guerra entre el cártel de Juárez, a cargo del narcotraficante Vicente Carrillo, y el cártel de Sinaloa, liderado por el prófugo Joaquín ‘Chapo’ Guzmán, que dejó más de 2.500 muertos en 2009, pese a la presencia de 8.500 militares.

Los sicarios se arrebatan cada calle de esta convulsionada ciudad, de 1,3 millones de habitantes, para controlar el creciente mercado local de drogas y las rutas de trasiego hacia Estados Unidos.

Los cárteles de la droga provocaron más de 15.000 muertes desde 2006 en México, cuyo gobierno ha desplegado a unos 50.000 militares y miles de policías federales para combatirlos.