La industria del cuidado personal está en constante crecimiento y que genera más de 500.000 millones de dólares al año se basa en los plásticos de un solo uso, consigna National Geographic. Desde productos como champú a bases de maquillaje o máscara de pestañas, todos llegan a nosotros en plástico.

Según el Life Cycle Assesssment, un grupo holandés que estudia el impacto ambiental de los empaques, un 70% de las emisiones de carbón que se le atribuyen a esta industria podrían eliminarse si los consumidores eligieran contenedores reutilizables.

Historia

Hace un tiempo, estos productos no tenían este tipo de envase. Los jabones venían en barras, los perfumes eran considerados un lujo y se vendían en elaboradas botellas de vidrio. Luego de la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos emergió como uno de los mayores productores y consumidores de productos para cuidado personal, mientras el mercado europeo intentaba recuperarse.

Durante la guerra, los militares estadounidenses tenían estrictos códigos de higiene para evitar la propagación de enfermedades en las tropas y para asegurar que, al regresar a casa, estos hábitos se mantuvieran y expandieran en la población.

Fue en la década de los 20 en que la industria del “cuidado personal” apareció: en 1926, la compañía Lever (hoy conocida como la multinacional Unilever) lanzó una campaña destacando que los “olores corporales” podrían afectar negativamente nuestras carreras y vida social. Al mismo tiempo, Hollywood y sus estrellas iban en ascenso, lo que generó que el mercado de cremas y cosméticos para mujeres explotara debido a la nueva popularidad del glamour y los nuevos estándares de belleza.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno estadounidense declaró los lápices labiales una “necesidad de guerra”, definiéndolo como un componente cultural crítico para la vida, y que ayudaba a mantener y levantar la moral.

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Boom plástico

Fue a mitades del siglo pasado en que esta gigante industria se sumó al uso de envases plásticos. El plástico puede ser moldeado, es ligero, fácil de transportar, flexible y resistente. Productos que antes se vendían en envases delicados, pesados, difíciles y caros de producir podían cambiarse al plástico y así aumentar el nivel de producción y bajar los precios, haciéndolos más accesibles para todos.

Según Los Angeles Times, se estima que cada año se producen más de 120 billones de envases plásticos de un sólo uso para usos cosméticos. La mayoría de estos envases, al estar vacíos, son muy pequeños y por lo tanto no se pueden reciclar; o están creados con materiales mezclados que hacen que su reciclaje sea caro y complicado. Así, gran parte de estos terminan en vertederos de basura o en lugares que no deberían: playas, bosques, océanos.

Lamentablemente, reciclar estos envases correctamente es más difícil de lo que parece. No sólo esto, sino que se evalúa que sólo el 9% del plástico es efectivamente reciclado y, aún peor, que el 79% del plástico que llega a vertederos de basura termina en nuestros océanos, consigna un estudio publicado en Science Advances.

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Clean Beauty

Gracias a que la conciencia medioambiental ha aumentado, la industria del cuidado personal y la moda ha tenido que adaptarse. Grandes marcas están comenzando a lanzar productos orgánicos y producidos de manera consciente, además del aumento de negocios de slow fashion y clean beauty. Este último podría llamarse “belleza limpia”, y se centra no sólo en el desperdicio que deja la industria de la belleza, sino que también en lo que aplicamos a nuestros cuerpos. Actualmente, los productos llevan muchos ingredientes y químicos que no son buenos ni para el planeta ni para nosotros.

Así surgió esta tendencia hace algunos años, buscando reducir la contaminación generada por los envases plásticos de los productos cosméticos, además de promover la utilización de ingredientes naturales para beneficiar la salud de las personas y el medioambiente. Esta tendencia va en alza, y cada vez hay más alternativas, como 3ina Cosmetics, Bare Minerals, Lush, y Tessa, una empresa chilena creada por mujeres.

Cinco maneras para construir una rutina de belleza sustentable

Menos es más. Piensa qué cosméticos realmente necesitas y usas, y ve cómo puedes adaptarlo. Por ejemplo, un lápiz labial rosa puede ser usado como rubor, y uno más oscuro como sombra de ojos.

Elimina las toallas desmaquillantes: los estudios demuestran que su impacto medioambiental es enorme y que en realidad no son buenas para tu piel. Actualmente hay muchas alternativas al momento de limpiar tu rostro sin generar irritación. Desde pétalos reutilizables hasta toallas especiales.

Elige conscientemente. Al momento de comprar productos, considera más que sólo el precio. Algunas empresas utilizan el Green washing (lavado de imagen ecológico) para hacerte creer que son amigables con el medio ambiente, cuando en realidad no es más que una campaña publicitaria. Hay una gran diversidad de marcas que son transparentes con su cadena de producción que puedes investigar y ver cuál prefieres y qué productos sirven para ti.

Fíjate en los envases. A pesar de que muchos de los envases plásticos pueden reutilizarse de distintas maneras, no siempre es posible y finalmente terminan en vertederos. Puedes encontrar paletas de sombra de ojos, por ejemplo, que se rellenan fácilmente gracias a imanes; o adquirir brochas de maquillaje hechas con bambú y fibras naturales.

Ten paciencia. Realizar cambios no es fácil, y no hay porqué hacer un cambio radical de un día para otro y botar todo lo que está en tu baño y cosmetiquero. Intenta aprovechar al máximo tus productos, que duren lo más que pueda y luego, si así lo deseas, cambiar a alternativas más amigables con el planeta.