Este domingo tendremos la elección más importante en nuestra historia desde el plebiscito de 1988. Y quizá aún mayor: los chilenos tendremos la posibilidad de decidir si queremos redactar una nueva Constitución y con ella, un nuevo modelo de país.

Desde luego y más aún tras el estallido social, esto ha enardecido bastante los ánimos tanto en redes sociales como en las calles, en lo que a veces parece ser más un choque de barras bravas que un debate reflexivo sobre el futuro.

En un intento de fomentar este debate, orientar a quienes aún no han decidido su voto y de repasar los argumentos de quienes sí, lancé una simple pregunta a todos mis contactos: ¿por qué votarás apruebo o rechazo? No serás cuestionado.

Sin ninguna intención de presentarlo como un estudio de rigurosidad científica, recibí cerca de 50 respuestas bastante equilibradas de ambos lados. Y es interesante como la gran mayoría de los argumentos se repetían... e incluso uno era compartido por ambas partes.

APRUEBO

Apruebo
José Francisco Zúñiga | Agencia Uno

1. Chile arrastra taras sociales y económicas hace décadas

Incluso antes del estallido social, solía hablarse de la existencia de dos “Chiles”. Uno, el del éxito en cifras macroeconómicas, de baja cesantía, de acceso nunca visto a la educación superior y de gran poder adquisitivo para los chilenos. Otro, el de una ciudadanía que subsiste con un alto nivel de endeudamiento, con una brecha enorme entre los trabajadores de menores y mayores salarios, de créditos eternos para pagar la universidad y de un crecimiento que no parecía beneficiar de la misma forma a toda la población.

Muchas de estas situaciones van más allá de una ley. Tienen que ver con principios de vida o modelos de funcionamiento, tanto del Estado como de la relación con los privados y la ciudadanía, lo cual debería verse reflejado en una nueva Constitución.

“El Apruebo es una oportunidad de intentar crear algo mejor, ya que incluso si la nueva Constitución no me convence tendré la oportunidad de aprobarla o rechazarla en el futuro. Este plebiscito simplemente es sobre la idea de legislar, no sobre si habrá o no una constitución nueva”, me dijo uno de mis contactos.

2. La actual Constitución es ilegítima por haberse realizado en Dictadura

Un elemento que provocó polémica ya desde el plebiscito de 1988 para el retorno a la democracia, fue que aceptarlo significaba también “legitimar” la Constitución de 1980, redactada durante la dictadura de Augusto Pinochet.

Y no es un argumento menor. Fuera de que en aquel periodo no había garantías como libertad de expresión o de reunión para debatir la nueva carta fundamental, el plebiscito por el cual fue aprobada con el 67% de los votos no tuvo registros electorales (contrario al de 1988) e incluso un exdiputado de Antofagasta denunció que votó más de una vez con sólo limpiarse la tinta del dedo (tras lo cual lo detuvieron).

Sin embargo los partidarios del Rechazo tienen dos contraargumentos interesantes a esto. Primero, que la posible nueva Constitución también sería ilegítima por provenir de la violencia (pueden ver más sobre esto abajo). Y segundo, que tener un origen cuestionable no hace mala “per se” a la Constitución.

“El querer cambiar algo o negar lo bueno de una cosa por simple “origen espurio” me suena al equivalente de ciertas religiones que miraban mal a una mujer por no ser virgen, o sea, una persona socialmente marcada por una creencia cultural absurda, donde se indica que la moral debe primar por sobre la razón y lógica del fondo del asunto”, lo resumió uno de mis comentaristas.

3. Muchas reformas son rechazadas al ser declaradas inconstitucionales

Un argumento común del Rechazo es que no es necesario cambiar la Constitución si pueden reformarse las leyes -o la Constitución misma, como ocurrió con la gran reforma de 2005– sin embargo en la práctica muchos intentos del Congreso, que en teoría representa al pueblo, se estrellan contra el Tribunal Constitucional y sus preceptos.

“Por ejemplo, la Constitución NO protege a los consumidores. Cuando se le quiso dar al Sernac atribuciones para poder sancionar debidamente a los infractores (las grandes empresas), el Tribunal Constitucional declaró inconstitucional esta medida ya estando aprobada, amparándose en que “solo los tribunales pueden imponer sanciones”, recordó uno de mis colaboradores.

¿Y no podemos cambiar la Constitución entonces? Sí, pero es tremendamente difícil ya que hacerlo requiere el acuerdo de 2/3 ó 3/5 partes de los diputados y senadores en ejercicio, además de contar con la aprobación del gobierno en turno, que siempre puede vetar una indicación legislativa pues tenemos un régimen presidencialista.

4. La Constitución restringe el modelo de familia

Matrimonio Igualitario y Adopción Homoparental
Leonardo Rubilar | Agencia Uno

Quizá el ejemplo más claro de cómo la Constitución puede imposibilitar o entorpecer los cambios legislativos, es el matrimonio homosexual o igualitario. Dado que la actual carta fundamental determina que “el matrimonio y la familia son cuerpos intermedios fundamentales [cuyo] fin específico es contribuir a la reproducción de la especie y la formación de los hijos”, entonces “la Constitución debe garantizar que la familia cumpla dichos fines y éstos sólo pueden ser satisfechos por aquella formada a partir del matrimonio entre un hombre y una mujer”, especifica el profesor de derecho constitucional Ignacio Covarrubias. De hecho, esto lleva al Código Civil a establecer el matrimonio como específico “entre un hombre y una mujer”.

Esto acabó creando una “especie de matrimonio” que es el Acuerdo de Unión Civil (AUC), que otorga los mismos derechos civiles pero haciendo una discriminación. Dicho sea de paso, el mismo artículo impide que se reconozcan en Chile a las parejas homosexuales casadas en el extranjero y obstaculiza que puedan adoptar hijos.

“Los grupos conservadores, que son los que quieren votar Rechazo, históricamente se han opuesto a cualquier cambio que sea para mejor: desde el matrimonio homosexual hasta el aborto. Una nueva Constitución por lo menos da pie a cambiar discriminaciones protegidas por ley”, me indicó un contacto.

5. Cambiar los modelos de Educación, Salud y Vivienda

Existen muchas demandas sociales a partir de un cambio Constitucional, pero 3 resultan especialmente relevantes pues tienen que ver directamente con nuestra calidad de vida y más allá de las disposiciones que puedan normar las leyes, disponen cómo los vemos como ciudadanos: la educación, la salud y la vivienda.

En el caso de la educación, el actual modelo constitucional prioriza la “libertad de enseñanza”, lo que en teoría suena muy bien pero en la práctica se traduce en que cualquier persona tiene el derecho a crear establecimientos educacionales con gran autonomía, sobre los cuales rigen las leyes de mercado y el lucro. Eso deja al Estado sin capacidad de actuar -por ejemplo- en caso de que un colegio suba arbitrariamente sus aranceles a la comunidad escolar.

Algo similar ocurre con la salud, donde, según explica uno de mis colaboradores, “la Constitución no asegura el derecho a la salud sino el “derecho a la protección de la salud”. Una sutileza en que el Estado no la asume obligación sino que la delega a instituciones públicas y privadas. Lo mismo tampoco permite regular los precios de los medicamentos, dejándolos al arbitrio del mercado”.

Sobre la vivienda es aún más notorio, ya que la actual Constitución no especifica nada, permitiendo que se trabaje como cualquier industria y dando espacio a los abusos en el costo de las viviendas y los arriendos.

Se puede comparar esto con la Constitución española, estableciendo que: “todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos”.

6. Descentralización del país e incluso Federalismo

Desde los albores de la República, Chile fue un país que centralizó su administración en Santiago. Con el paso del tiempo, este concepto se hizo cada vez más fuerte, debilitando la capacidad de las regiones para crecer y desarrollar sus propias industrias.

Una nueva Constitución abre la posibilidad de dar mayor autonomía a las regiones, tanto en su administración como en el manejo de sus recursos. Incluso varios grupos han rescatado la idea de convertirnos en un país federal, donde las regiones pasan a ser “Estados”, con sus propias normas locales -armónicas a las nacionales- como ocurre en Estados Unidos.

Bajo este concepto, una región podría tener su propio parlamento local, determinar leyes propias, ajustar sus propios impuestos a nivel regional y sobre todo, conservar la mayor parte de sus recursos en vez de tributarlos a Santiago para luego esperar una tajada de vuelta.

Sin embargo un país federal tampoco es garantía de éxito. A veces, sólo aumenta innecesariamente el aparato estatal y crea más burocracia, como ocurre en Argentina o México.

7. En el peor de los casos, permanecerá la actual Constitución

Uno de los argumentos más repetidos entre los partidarios del Apruebo, es que el plebiscito de este domingo es en realidad el inicio de un proceso. Y tienen razón: lo que se está determinando es si dar curso a la redacción de una nueva carta fundamental, la que también podrá ser aprobada o rechazada. En el peor de los casos, se mantendría la actual.

“En este plebiscito aprobar significa que te parece bien iniciar un proceso de conversación que nos llevará a redactar entre todos una propuesta de Constitución. Al término de ese proceso tendremos 2 textos, la actual Constitución y la propuesta nueva, y ahí, con todas las cartas sobre la mesa, podremos elegir la que nos parece mejor. Rechazar es negarse a ese proceso conversacional”, sentenció uno de mis comentaristas.

RECHAZO

Rechazo
José Francisco Zúñiga | Agencia Uno

1. Aprobar es entregar un cheque en blanco

Uno de los grandes temores de los partidarios del Rechazo es la incertidumbre que genera el proceso. ¿Quiénes estarán a cargo? ¿Qué tipo de modelo de país primará?, y sobre todo, ¿se escribirá una Constitución que debería durar décadas, con altura de miras hacia el futuro o sólo en generar simpatías a corto plazo?

“Gran parte de los que organizarían la nueva Constitución serán perfiles de personas como los actuales políticos. Así que lo que se escriba ahí será mucho de populismo y no de una visión a largo plazo, ya que el populismo cambia. Considero la Constitución como está perfectible, pero ¿puedo confiar en que la nueva será mejor? Preferiría que decidiéramos sobre leyes específicas”, decía uno de mis comentaristas.

Por supuesto, los partidarios del Apruebo se apuran en recordar el punto anterior: que es este es sólo el primer paso. Una cierta red de seguridad -aunque no absoluta- sobre lo que vendrá más adelante.

2. No tenemos representantes a la altura de dirigir un cambio político como este

Una frase recurrente, sobre todo desde el estallido social, es que a Chile le faltan líderes. Y entre quienes deberían serlo -sus políticos- se adolece de estadistas. Personas con una visión de país a largo plazo.

Y es curioso, porque mientras para los partidarios del Apruebo el que se elija una Convención Constituyente resulta una emocionante posibilidad de que cualquier ciudadano pueda participar en su redacción; para los partidarios del Rechazo se convierte precisamente en el temor de que cualquier ciudadano pueda intervenir en su redacción.

Aquí suele repetirse un término muy de moda, sobre todo asociado a Venezuela: el populismo. Eso en el entendido de los aprovechadores de turno que ganan el favor de la población haciendo promesas y creando facciones polarizadas.

Aquí, un adherente del Apruebo quiso hacer sus descargos. “Siempre veo la palabra “populismo” arrojada a diestra y siniestra, constantemente tergiversando su significado y utilizándola para denigrar cualquier cambio. ¿Alguien está de acuerdo con el aborto? Populismo. ¿Matrimonio gay? Populismo. ¿Cambios al sistema de AFP? Populismo. ¿Querer algo mejor para quienes no son parte de la élite rica del país? “Populismo puro”.

3. Muchas de las demandas ya están contempladas en la actual Constitución

“Es muy gracioso que uno de los principales eslóganes del estallido social haya sido “hasta que la dignidad sea costumbre”, cuando el Artículo 1 de la actual Constitución ya dice que somos iguales en dignidad y derechos”, partía recordando uno de mis contactos.

Y es verdad. Independiente de su origen, la actual Constitución del 80 incorpora muchos principios políticos importantes, como el derecho a la vida, a la libertad de expresión, a vivir en un medio ambiente libre de contaminación, entre otros. Esto da fuerza al concepto de que no es la Constitución la que debe cambiar, sino las leyes que velan por el cumplimiento de estos derechos.

4. Si gana el Apruebo se valida la violencia como una forma de hacer política

Violencia durante el estallido social
Agencia Uno

No deja de resultar paradojal que mientras el Apruebo cita la ilegitimidad de la actual Constitución por haberse redactado durante una dictadura que llegó al poder mediante la violencia, el Rechazo también considera que una futura sería ilegítima por haberse gatillado el proceso como respuesta al ambiente de violencia que se vivió en Chile tras el 18 de octubre.

“Votaré Rechazo. Y no porque cambiar la Constitución sea mala idea. Es una buena iniciativa. El problema radica en el clima y contexto de ese cambio. Este proceso fue gatillado por la violencia insurreccional de una minoría que dice representar a la ciudadanía. Y lo hace bajo presión y con muy poca tolerancia a quienes piensen distinto”, argumenta uno de mis contactos.

“Lo peor es que si te das una vuelta por Instagram, verás una buena cantidad de personas, sobre todo jóvenes, amenazando con un “estallido 2.0″ si gana el rechazo. ¿Que nos dice eso?”, se queja otro.

Precisamente, la violencia es un arma de doble filo. Pues aunque muchos citan que no se habría llegado al debate constitucional sin ella, también es uno de los principales argumentos para rehuirlo.

5. Los principales problemas de Chile no dependen de cambios constitucionales sino de leyes

Nuevamente una paradoja. Mientras el Apruebo asegura que la única forma de corregir desigualdades en materias críticas como educación, salud o pensiones es un cambio constitucional, el Rechazo lo ve como una pérdida de tiempo, ya que atenderlas directamente es materia de leyes específicas.

“Hay demandas urgentes que no se ven afectadas por la Constitución y el proceso constitucional nos hará discutir muchos tiempo entre nosotros, mientras que lo que más necesitamos quedará en pausa, como el CAE, el precio de la educación superior, la jubilación, el sueldo mínimo, una AFP estatal, el precio de la salud, el precio de los medicamentos o la descentralización”, asegura uno de mis colaboradores.

Por el contrario, los partidario del Apruebo afirman que se puede hacer ambas cosas a la vez. “Se dice que hay que esperar 2 años para ver cambios en favor de la gente, sin embargo, nada impide legislar durante estos dos años. Se dice que se va a gastar mucho dinero, pero es un gasto temporal, que vale la pena hacer”, mencionó uno.

6. Una Constitución debería establecer principios fundamentales, no normas

Un indicio de que un cambio de Constitución no sólo puede ser un esfuerzo estéril sino que podría contribuir a hacer aún más complejas las cosas, es cuando se compara la extensión de nuestra Constitución con la de países como Estados Unidos.

Muy al estilo del derecho romano, mientras la nuestra tiene cerca de 120 páginas llenas de disposiciones, algunas muy generales y otras muy específicas, algunas permanentes y otras transitorias, y que incluso se ven largamente ampliadas por las leyes orgánicas constitucionales; la constitución de EEUU cabe en 18 páginas y consta de 7 artículos principales más 27 enmiendas, que han permanecido en gran parte invariables desde su aprobación en 1787.

Sus cambios -o enmiendas- se han adoptado siguiendo la evolución social del país, como la abolición de la esclavitud (1865) o la incorporación del voto femenino (1920), dejando los temas específicos a las leyes y la jurisprudencia.

7. Ampliación del rol del Estado y de los impuestos

Quizá este sea uno de los argumentos más ideológicos de todos. En las doctrinas de izquierda, tradicionalmente ligadas al socialismo o socialdemocracias, el Estado tiene un fuerte rol rector (en el comunismo, totalitario). En cambio, en las doctrinas capitalistas y de libre mercado, el Estado tiene un rol casi observador, interviniendo lo menos posible y sólo en términos de protección física de los ciudadanos.

De hecho el expresidente Ronald Reagan, uno de los presidentes más recordados de la era moderna en EEUU, acuñó la irónica frase: “Las nueve palabras más terroríficas en lengua inglesa son: ‘Soy del Gobierno y aquí estoy para ayudar"”. Los partidarios del Rechazo comulgan con él.

“Seguramente en la nueva Constitución van a querer tomar el control de la Banca Central, apoderarse de las pensiones ya sea directamente o por medios de la obligación de un porcentaje de la compra de bonos del Estado. Además vendrán políticas de discriminación “positiva” que más que ayudar, terminan causando roces innecesarios a nivel social y más nos separará. Políticas basadas en tu origen étnico, sexo u orientación sexual. Políticas para minorías, causando molestia en que sea eso y no el mérito lo que ayude a progresar de manera personal”, dice uno.

Otro de mis contactos concuerda plenamente. “Las demandas y consignas de los que quieren cambiar la Constitución significa un fuerte aumento en impuestos para que se pueda cumplir lo que está ahí constitucionalmente escrito. Eso impactará en el bolsillo de toda la ciudadanía. Me gustaría tener un estado más liviano, más eficiente y que los impuestos se usen de forma adecuada. Eso implica disminuirlo, no agrandarlo, pero siento que con esto estoy nadando contra la corriente que apunta con la nueva Constitución a la dirección contraria. Dado esto, prefiero mantenerla como está. Considerando que en esta condición hemos conseguido una sólida economía, movilidad social y libertad. Algo que está en riesgo con los cambios que se plantean”.

EL PUNTO DE CONSENSO

A los que hay que cambiar sí o sí es a los políticos

Este es quizá el punto más curioso aunque previsible de todos, el único donde tanto partidarios del Apruebo como del Rechazo están de acuerdo.

Me dice un votante del Rechazo: “La clase política como un todo ha defendido y amparado la Constitución cuando les conviene y la ha pasado a llevar también cuando les conviene. Basta con ver el pobre show de acusaciones constitucionales de lado y lado. ¿Quién dice que no harán lo mismo con una nueva constitución? Más que cambiar el papel, considero que es tiempo de cambiar a los pésimos y caros políticos que tenemos. Políticos que no han sido capaces de hacer cambios que se requieren AHORA y no en años”.

Un argumento no muy distinto al que me da un partidario del Apruebo:

“Los políticos de hoy son expertos en darse vuelta la chaqueta. Y fue súper notorio durante las votaciones del retiro del 10%, donde una cantidad considerable estaba en contra, en contra, en contra, en contra, intentando meternos la idea hasta el último par de días de que el país se destruiría y que la economía moriría con el retiro del 10% (cosa que tampoco ocurrió). Cuando la gente, enojada, no les despegó el ojo, ahí recién cambiaron, votaron que ya, sí, se puede, que es lo mejor para Chile, etcétera”, esgrimió.

“Y hasta la mayoría que se oponía tajantemente al retiro del 10%, terminaron sacándolo. ¿Hipocresía?”, concluye.