La desinformación que ha circulado con respecto a la pandemia ha desencadenado una serie de teorías conspirativas. Sin embargo, la creencias de dichas teorías estaría relacionado con ciertos rasgos psicológicos en las personas.

Los expertos apuntan a que aferrarse a ideas conspirativas radica en creencias preconcebidas y que estas se ajustan a las necesidades de una personas y que incluyen la necesidad de ser únicos y necesitar certeza frente a ciertas situaciones.

El psiquiatra Joe Pierre escribió en el medio especializado Psychology Today sobre cómo inciden estas teorías en los seres humanos y cuáles son alguno de los rasgos psicológicos que tendrían quienes creen en conspiraciones.

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“La dura realidad es que obsesionarse con creencias de teorías conspiratorias tiene un potencial considerable de abrir una separación entre seres queridos que puede dañar irreparablemente las relaciones”, afirmó el especialista.

Según Pierre, las teorías de conspiración ofrecen respuestas a preguntas sobre situaciones cuyas explicaciones no son suficientes. Además, las respuestas de estas teorías están argumentadas en narrativas que involucran secretos, algo que llama la atención de las personas y genera en quienes creen en ellas sentirse especial por conocer algo que el resto no.

Rasgos psicológicos

Como se dijo anteriormente, creer en conspiración se relaciona con ciertas características psicológicas. Quienes son más propensos a caer en ellas, son aquellos que sufren trastorno de ansiedad y depresión.

En cuanto a las creencias en cultos religiosos, Joe Pierre explicó que “investigaciones previas sobre los cultos han revelado que las personas que se unen a ellos tienen más probabilidades de presentar síntomas de ansiedad y depresión y suelen ser personas solitarias buscando afiliaciones grupales y emocionales”.

Estos rasgos, explicarían algunas razones de por qué las conspiraciones funcionan como un soporte emocional para algunas personas y por eso creen en ellas.

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El psicólogo social de la Universidad de Cambridge, Sander van der Linden, explicó al sitio web de National Geographic, que “la mayoría de las personas no cae fácilmente en ‘falacias’, pero cuando la desinformación ofrece explicaciones sencillas y casuales para acontecimientos que, por lo demás, parecen aleatorios, ayuda a restaurar una sensación de control para muchas personas”.

También, la psicóloga puntualiza en un “narcisismo colectivo” o la creencia exagerada que tiene un grupo determinado de personas en base a sus propios ideales y que este narcisismo colectivo genera en quien lo padece una constante búsqueda de enemigos imaginarios, por lo que buscan teorías conspirativas para culparlas.

Esta necesidad narcisista, aumenta cuando las personas fracasan en su conspiración. “Para algunas personas, las creencias conspirativas son la mejor forma de afrontar la amenaza psicológica que supone su fracaso“, señaló Marta Marchlewska, psicóloga social y política que estudia las teorías de la conspiración en la Academia Polaca de Ciencias a National Geographic.

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Además, Marchlewska afirmó que “las personas que creen en las teorías de la conspiración suelen buscar un salvador, alguien que las ayude a proteger a su grupo de los enemigos conspirativos”.

Sin embargo, los expertos concluyen en que es muy difícil hacer que una persona deje de creer en teorías conspirativas. “A la gente no le gusta no saber cosas y a menudo se siente obligada a formarse opiniones sobre temas que no entiende. Para disuadir a las personas de aferrarse a creencias falsas, deberíamos fomentar la idea de que es racional cambiar de opinión cuando se nos presenta información nueva”, concluye Sander van der Linden.

No obstante, las personas que creen en conspiraciones, suelen tener una respuesta obsesiva y emocional a la información que puede persistir incluso después de saber que es falsa.