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Un reportaje del diario The Washington Post expuso los riesgos de los microplásticos que las personas respiran y cómo estos se infiltran en los órganos. Según el estudio citado, se estima que las personas inhalan o ingieren entre 74.000 a 121.000 partículas microplásticas al año a través de la respiración, alimentos o bebidas. Los microplásticos, junto con aditivos químicos tóxicos, se esparcen por diversos órganos del cuerpo. Desde 1950, se han producido más de 8 mil millones de toneladas de plástico, de las cuales solo el 10% ha sido reciclado. Estos microplásticos pueden causar inflamación y problemas crónicos en los pulmones, e incluso llegar a órganos como la placenta, hígado y leche materna. Investigaciones han demostrado que los microplásticos pueden desencadenar problemas cardiacos, enfermedades intestinales, desequilibrios hormonales y hasta acelerar la propagación de células cancerosas. La exposición a nanoplásticos, aún más pequeños, puede acarrear problemas graves en los pulmones y el corazón. A pesar de las preocupaciones, existen pocas regulaciones que controlen la presencia de microplásticos en el aire y alimentos en países como Estados Unidos, aunque en Chile se ha propuesto un proyecto de ley para monitorear la presencia de estos en aguas embotelladas y aumentar la transparencia para los consumidores.

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Un reportaje del The Washington Post dio cuenta de los peligros que pueden provocar los microplásticos que respiran las personas y cómo estos se infiltran en los órganos.

Según indica el medio, un estudio encontró que las personas inhalan o ingieren en promedio 74.000 a 121.000 partículas microplásticos por año a través de la respiración, alimentos o bebidas.

Sherri Mason, investigadora y coordinadora de sostenibilidad en la Universidad Estatal de Pensilvania en Erie, dijo que “hay tanto plástico a nuestro alrededor (…) usamos ropa sintética, y esa desprende microplásticos. Trabajamos en alfombras sintéticas. Compramos alimentos envueltos en plástico”.

La sola presencia del microplástico no es lo único, ya que estos también van acompañados de aditivos químicos, como retardantes de llamas, lubricantes y disolventes, entre otros, los que llegan a todo tipo de órganos.

De los más de 10.000 productos químicos que se utilizan en la fabricación de plásticos, los científicos, consigna el The Washington Post, han identificado más de 2.400 que son potencialmente tóxicos.

Otro dato que entrega es que en 1950, el mundo producía unos dos millones de toneladas métricas de plástico al año, mientras que en 2023 la cifra fue superior a los 400 millones de toneladas métricas.

Desde 1950, sólo el 10% de los 8 mil millones de toneladas de plástico que se han producido han sido reciclados. El resto está en vertederos, océanos, playas y ahora, también los humanos. Esto, ya que el plástico no se descompone, sino que se desintegra.

No solo en el agua y alimentos, también lo respiramos: así los microplásticos se adhieren al organismo
Contexto Pixabay

Respiramos microplásticos

Las piezas de microplásticos que son inhaladas por las personas quedan atrapadas en el moco de las vías respiratorias y se mueven por estructuras similares a pelos (cilios), hasta que son expulsadas por el estornudo, sin embargo, las más pequeñas pueden traspasar las defensas del cuerpo.

En el caso de ser menores a 10 micrómetros, pueden llegar a los pulmones y alveolos, donde permanecen durante largos periodos, causando inflamación y potencialmente otras condiciones crónicas. Los que son aún más pequeños, es decir, menor a 2.5 micrómetros, pueden seguir el camino del oxígeno y llegar al torrente sanguíneo, desde donde se pueden dispersar por cualquier órgano del cuerpo.

Se han encontrado restos de microplásticos en la placenta, hígado e incluso leche materna. Los macrófagos, que son células defensivas del cuerpo, tratan de atacar estar partículas, sin embargo, terminar por morir.

Impacto de los microplásticos en el cuerpo

Ahora, este tema es todo un dolor de cabeza, ya que rastrear el impacto de los microplásticos no es una tarea fácil, ya que cada químico y tamaño afecta de manera diferente.

Heather Leslie, una científica independiente que fue parte del equipo que descubrió microplásticos en la sangre, dijo al medio que “todos tienen su propia pequeña personalidad tóxica (…) es una pesadilla analítica”.

Entre las investigaciones que han logrado avanzar en este tema, está una realizada en Italia, donde se encontró que personas con restos de microplástico en el revestimiento de arterias tenían más probabilidades de sufrir ataques cardíacos o accidente cerebrovasculares.

Otra investigación encontró altas concentraciones de microplásticos en las heces de algunas personas con enfermedades inflamatorias intestinales.

Pruebas de laboratorio en células humanas dieron cuenta de que los microplásticos pueden causar daño tisular, reacciones alérgicas o muerte celular, mientras que los químicos en los plásticos pueden causar desequilibrios hormonales y alterar el sistema reproductivo.

En ratones, por ejemplo, los microplásticos han causado cambios de comportamiento y problemas reproductivos, además de inhibir el aprendizaje y la memoria.

No solo en el agua y alimentos, también lo respiramos: así los microplásticos se adhieren al organismo
Contexto Pixabay

Un antecedente no menor, es que ciertas células cancerosas se diseminan a una velocidad más acelerada tras la exposición a microplásticos, según investigadores.

Sin embargo, uno de los puntos que más preocupa a los investigadores son los nanoplásticos, microplásticos aún más pequeños que son la mitad del tamaño de PM 2.5, estos se encuentran en diversas partes y productos y han demostrado causar problemas en los pulmones, además de enfermedades cardíacas y muerte prematura.

Pese a la preocupación, no mucha protección frente a los nanoplásticos o microplásticos, ya que, en al menos Estados Unidos, no hay leyes ni regulaciones que rijan los microplásticos en el aire o alimentos, como por ejemplo los que se encuentran en las botellas.

Sobre dicho punto, en Chile un proyecto de ley busca modificar el Código Sanitario para controlar la presencia de microplásticos en aguas embotelladas y aumentar los niveles de transparencia que se informan al consumidor.