En medio de la discusión presupuestaria, el Gobierno ha expuesto falencias en la evaluación del programa Más Adultos Mayores Autovalentes (MAS). Sin embargo, que existan debilidades en un programa no debería escandalizarnos: para eso sirven las evaluaciones en política pública. Lo grave sería convertir esos hallazgos en una excusa para recortar presupuesto.
El MAS -un programa creado en 2015-, se ejecuta en la Atención Primaria de Salud y busca sostener la funcionalidad de las personas mayores con intervenciones en áreas como la kinesiología, terapia ocupacional, autocuidado, prevención de caídas. La evaluación oficial documenta logros: La participación social y vinculación comunitaria de adultos mayores mejora el bienestar, la salud mental y el curso del envejecimiento, mostrando resultados favorables en funcionalidad y adherencia.
Chile envejece aceleradamente. El Censo 2024 confirma que por cada 100 menores de 14 años, hay 79 personas de 65 o más. El dato tensiona temas como pensiones, cuidados y redes de salud. En ese contexto, programas que mantienen la autonomía evitan dependencia, alivian a las familias y protegen el gasto público futuro. Desfinanciarlos sería legislar contra la realidad demográfica.
La OMS promueve estrategias para preservar la capacidad intrínseca y funcional en adultos mayores con equipos multidisciplinarios y seguimiento. Cuando medimos funcionalidad —caminar, pensar, relacionarse, hacer las actividades diarias— monitoreamos la variable que más determina si alguien vive de forma independiente o entra a la ruta de hospitalizaciones, institucionalización y altos costos de largo plazo, tanto financieros como familiares y sociales.
Esto tiene efectos inmediatos: prevenir caídas y adaptar los entornos reduce fracturas, discapacidad evitable y camas hospitalarias ocupadas. Una prevención comunitaria sólida puede incluso disminuir la hospitalización clínica y no clínica, un síntoma que la prevención puede atenuar.
¿Dónde están entonces las “falencias”? En aspectos corregibles: definir y estandarizar productos e indicadores, mejorar la trazabilidad de datos, fortalecer el componente comunitario y alinear costos y metas a resultados.
Sin embargo, la evaluación de Dipres señala con claridad que existe un aumento de la población sobre 60 años que mejora o mantiene su condición funcional; por lo tanto, lo que falta no es poda, sino ingeniería de gestión para cerrar brechas. Ese es precisamente el sentido de un presupuesto por resultados: ajustar el diseño sobre evidencia, no borrar programas que cumplen un rol estratégico.
Finalmente, defender el MAS es una decisión de Estado frente al envejecimiento poblacional. En zonas rurales y comunas envejecidas, donde las redes son frágiles, la autovalencia es libertad concreta: seguir viviendo en casa, decidir el propio proyecto de vida, no depender a tiempo completo de un tercero ni de un sistema de cuidados que aún se construye. La discusión versa sobre si estamos dispuestos a hacer funcionar este plan donde más importa: ahí donde la política pública puede marcar la diferencia entre depender o decidir.
Nicolás Duhalde Correa
Investigador Instituto Libertad y Director APS Comuna de HuechurabaVíctor Álvarez Larenas
Investigador Instituto Libertad