En estos días mucho se escribe sobre el auge de la industria del litio y la constatación que se está transformando en una porción relevante del “sueldo de Chile” al duplicar en 2022 los ingresos del cobre, contribuyendo a que por primera vez en 10 años se registre un superávit fiscal.

Tras esta bonanza hay una realidad que es preciso asumir: en los últimos 35 años sólo dos compañías producen litio en Chile y que el país está perdiendo el liderazgo que mantenía. La posibilidad de que siga retrocediendo es inminente. Según el último estudio del banco de inversión JP Morgan, Chile pasaría en 2030 del segundo al cuarto lugar en producción de litio, después de Australia, China y Argentina. Sería una mala noticia para el país, que tiene las mayores reservas mundiales de este mineral, y que por décadas ha sido un destino de nuevas inversiones. Es esto último, lo que debemos mantener.

Pero esto puede cambiar con una adecuada política que impulse la industria del litio y permita que nuevos actores entren al mercado, terminando el ambiente de incertidumbre que hoy existe. Y no sólo con la explotación del litio, sino con la creación de una industria que agregue valor e impulse la creación de materiales necesarios para la fabricación de baterías de litio y la electromovilidad.

El gobierno anunció que en marzo se dará a conocer la Política Nacional del Litio, lo que representa una oportunidad única para volver a las posiciones de liderazgo que tenía nuestro país y permitir que esta industria siga creciendo, generando superávits que contribuyan a las arcas fiscales cada vez más exigidas.

En una reciente entrevista, el ministro de Hacienda, Mario Marcel, señaló que “lo que ha planteado el presidente es crear una Empresa Nacional del Litio, pero no es para que tenga el monopolio del litio, sino para que forme proyectos en conjunto con el sector privado”.

Del mismo modo, el ministro Marcel sostuvo que “hay que tener claro que la experiencia en la producción del litio es limitada. No hay muchas empresas en el mundo que tengan la experticia suficiente, menos las que están avanzadas en desarrollo de nuevas tecnologías”. Son señales alentadoras para los inversores.

En este contexto, es imprescindible que la materialización de estas asociaciones público-privadas privilegien el trabajo extenso, serio y responsable que algunas empresas hemos sostenido por casi una década, con una estrecha vinculación con las comunidades y los más altos estándares medioambientales.

Es tan relevante esta oportunidad que el criterio que debe primar para concretar las asociaciones público-privadas no debe estar sujeto a una ideologización política en torno al litio, sino que debe respetar las consideraciones regulatorias y técnicas que han permitido que existan nuevos proyectos listos para comenzar la producción de este mineral. Cualquier nueva iniciativa que se presente hoy tardaría al menos 7 u 8 años en materializarse.

Se ha enfatizado en distintos espacios que, respecto a la producción de litio en Chile, que hoy es cuando debemos -de forma articulada como país, en un esfuerzo público y privado- buscar una extracción sostenible, relaciones armónicas con los ecosistemas y las comunidades, y avanzar hacia una mayor agregación de valor.

Este tipo de proyectos ya existe. Es el caso del Proyecto Blanco en Maricunga, de la australiana Lithium Power International, hoy sin lugar a dudas, uno de los más avanzados en Sudamérica. Que luego de más de 7 años de desarrollo e importantes inversiones, cuenta desde 2020 con su aprobación ambiental y cuyo desarrollo, le ha permitido contar con el respaldo de las comunidades vinculadas al territorio bajo los estándares del Convenio 169 de la OIT.

Es por todo lo anterior que la producción sostenible, las relaciones armónicas con los ecosistemas y las comunidades, junto al valor para la región, y por sobre todo, la colaboración público-privada real, son conceptos que se deben reconocer y privilegiar en la práctica.

Cristóbal García-Huidobro R, CEO de Lithium Power International Ltd y Gerente General de Minera Salar Blanco.

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