Hace unos días, el alto representante de la Unión Europea (UE) para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, visitó nuestro país y afirmó que Chile resulta un país “muy atractivo” para el desarrollo de energías renovables para la Unión Europea y el resto del mundo. Al mismo tiempo, instó a Europa a no depender de hidrocarburos rusos, que representan el 27% del petróleo, 46% del carbón y 40% del gas.

En materia local, frente al cambio climático y la urgencia por reducir la huella de carbono, la industria nacional tiene el desafío de ir integrando cada vez más energías limpias en sus operaciones, ya que además de ser positivo a nivel de sustentabilidad y consumo, es un insumo estratégico para la minería del cobre. Incluso, algunas empresas ya han renegociado sus contratos eléctricos para utilizar este tipo de suministro y a precios más convenientes, sobre todo con las alzas en el petróleo y otros sustitutos esenciales.

De acuerdo con estimaciones del Observatorio de Costos de Cochilco, su uso representa alrededor del 8% de los costos operacionales de la gran minería del cobre nacional, y un alto impacto en el consumo eléctrico del país. Asimismo, según autoridades de Gobierno, para 2023 se espera que el 63% del consumo de energía eléctrica de la minería del cobre, provengan de fuentes limpias.

Para seguir por la senda en que nos visualizan desde el exterior, Chile debe seguir avanzando hacia la incorporación de soluciones fotovoltaicas, paneles, torres móviles solares, y otras herramientas posibles de potenciar la minería. Las torres móviles, por ejemplo, son capaces de satisfacer la demanda energética de un campamento o faena minera y, a la vez, generar un ahorro de hasta 7,5 millones de pesos, sólo en diésel al año. Y como esta, existe un conjunto de alternativas sustentables destinadas a mejorar la eficiencia en industrias de alta complejidad, claves para el futuro de nuestra economía.

La idea de contar con estos sistemas, muchos de ellos transportables, se debe a que en mercados como la minería o la construcción los proyectos pueden durar desde algunos meses, hasta un par de años. Y cuando esta faena termina, las empresas puedan llevarse la planta fotovoltaica u otras a nuevos proyectos.

Para ello, hoy la minería dispone, por ejemplo, de torres solares y plantas fotovoltaicas. Las primeras pueden alcanzar hasta 32 horas de autonomía para iluminar amplias superficies de trabajo, gracias a proyectores LED de hasta 100 watts ubicados entre siete y nueve metros de altura. En tanto, las segundas tienen un potencial fotovoltaico instalado de 65kWp y una capacidad de almacenamiento de hasta 80 kWh. Actualmente, existen obras ejecutadas por empresas como Codelco, Acciona y SQM, lo que demuestra la eficacia de sus resultados para reducir su huella de carbono, y con justa razón.

Sin ir más lejos, una torre solar de 400 W, encendida durante todo el año, permite alcanzar un ahorro total de casi $10 millones: el 75% en reducción de costos en diésel y el 25% en mantención de equipos. Eso, sin considerar los gastos logísticos asociados en toda operación.

Chile es uno de los cinco países con mejor radiación en el mundo, un “paraíso solar”, y hay un gran impulso en inversiones para que la matriz energética migre desde el carbón a las energías renovables. Es por eso, que como actores de la industria, sentimos el deber de contribuir a materializar las oportunidades de esta transición energética. Sigamos avanzando.

Gonzalo Vidiella, socio fundador de Be-Energy.

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