Han pasado casi 18 meses del estallido social. Un llamado disruptivo a las empresas y organizaciones a reorientarse y reenfocarse. ¿Por qué? tal vez aún no entendían la razón. Muchos directorios y administraciones miraban o analizaban para tratar de sacar conclusiones adecuadas.

Pero cuando todos esperaban reponerse con una reactivación de la economía en marzo, se vino la pandemia. Nuevamente las empresas en jaque debieron volver a mirar y analizar que pasaba, pero ahora todos, sin excepción, se vieron obligados a enfrentar algo diferente, sin precedentes y sin un final conocido.

Se trata de una crisis distinta con impacto a nivel mundial, repercusiones de largo alcance que han perturbado los mercados financieros, ha paralizado el movimiento de personas y bienes, provocado por el confinamiento y cierres en la mayoría de los países del orbe.

Pero, al igual que en otras crisis, la pandemia presenta una oportunidad para que las organizaciones salgan de su zona de confort, analicen su entorno y adopten soluciones adecuadas a los nuevos tiempos.

Es el minuto para que los principales órganos de las empresas actúen coordinados y muy unidos: accionistas, directorio y gerencias. Cada uno de ellos cuenta con principios y normas que regulan su funcionamiento, y al unirlos se constituyen los gobiernos corporativos.

Los gobiernos corporativos definen los pilares estratégicos fundamentales de una empresa (visión, misión, valores y propósito), su modelo de negocios, sus buenas prácticas empresariales, sus políticas comerciales, financieras, operacionales y de riesgo; como también la implementación de todo lo anterior. Es una institución clave en la existencia de cualquier compañía, pero hoy adquiere una importancia superlativa.

Ahora tienen desafíos adicionales o distintos, según como lo queramos ver, pero que son ineludibles, tanto por lo que se vivió a fines de 2019, como por lo que se está viviendo en la pandemia y lo que se vivirá en la poscrisis. No sólo es un cambio de foco, sino que también de perfiles de quienes lo componen.

En las circunstancias antes descritas, el gobierno corporativo debe promover un liderazgo con empatía y humildad, con capacidad de ponerse en el lugar del otro, conocer sus intereses y motivaciones y, en consecuencia, construir soluciones a la medida de lo que realmente se necesita.
La empatía es la herramienta más útil al líder. Sin embargo, en época de crisis, la humildad es el instrumento que permite el aprendizaje y la adaptación.

Con lo anterior, los directorios y sus comités deben mostrarse sinceramente cercanos a su entorno, dispuestos a escuchar, a diseñar soluciones novedosas y empáticas. Sin temor a mostrar
desconocimiento de una situación que es nueva a nivel mundial.

Todo lo dicho implica ser flexibles, estar dispuestos a aprender y adaptarse, para que los directorios tengan la capacidad de actuar rápido frente a los nuevos desafíos y entender las nuevas necesidades de sus stakeholders, y así brindar soluciones oportunas e innovadoras. Mirar y aprender de otras realidades, otros mercados, otras industrias, es fundamental.

En pandemia los empleados necesitan sentirse escuchados y comprendidos, necesitan que se les reafirme la seguridad de sus trabajos; los clientes anhelan certeza respecto de la existencia de los bienes y servicios que han adquirido; los proveedores necesitan seguridad respecto de la vigencia de sus contratos, así como del pago por sus servicios o productos; y finalmente, los inversores requieren información permanente y veraz de los indicadores de las empresas, a fin de evaluar la viabilidad de las mismas.

Saber comunicar y hacerlo de forma permanente, transparente, abierta y efectiva es clave, tanto hacia dentro como fuera de la organización. Los líderes deben recibir información de calidad y a su vez deben ser transmisores eficientes de la misma. Lo anterior se debe hacer de forma ordenada, previsora y sin improvisaciones. En este sentido, los protocolos comunicacionales son relevantes y se deben construir proactivamente para mantener la cultura corporativa y la motivación del equipo.

Tan importante como saber comunicar es el estar permanentemente comunicado. En consecuencia, la tecnología pasó a ser una herramienta vital en la crisis; internet, smartphones, tablets, comercio electrónico, teletrabajo, ciberseguridad, son solo algunos de los aspectos en que la tecnología ha ido ganando terreno y seguirá creciendo. Era un fenómeno que se veía venir, pero que la pandemia aceleró de manera muy significativa.

Un desafío mayor es mirar el negocio en 360º para saber flexibilizar y adaptar los modelos de negocios. El directorio debe ser capaz de ir revisando permanentemente sus segmentos de clientes, la forma en cómo se comunican con ellos y los canales utilizados. Por eso las relaciones deben ser cercanas e incluso empáticas, las redes sociales serán los canales más utilizados, y la propuesta de valor tendrá conceptos muy diferenciadores como “soluciones integrales” y “partners estratégicos”.

La reputación es un activo sensible para la sostenibilidad de las empresas, sobre todo post covid-19. Los directorios deben estar constantemente mapeando los riesgos y crear protocolos que protejan su imagen y reputación corporativa, por ejemplo, invertir tiempo en revisar las políticas de compliance.

El mercado, pero sobre todo las personas, equipo y clientes recordarán con gratitud a aquellas empresas que pese a la crisis mantuvieron su responsabilidad social con ellos, los proveedores y con el entorno en general.

En conclusión, en tiempo de crisis es deber de los gobiernos corporativos ser líderes, adaptar sus modelos de negocios a los nuevos desafíos, y preparar la organización para la poscrisis.

José Miguel Flores
Director Ejecutivo de Flores Acevedo Abogados

Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile