En el marco de la celebración de un nuevo Día Mundial de la Creatividad y la Innovación, quisiera invitar a reflexionar sobre la relevancia que tienen estas capacidades en el desarrollo humano, y la responsabilidad que tenemos como sociedad de formar seres creativos e innovadores.

Porque la innovación es una herramienta que contribuye a mejorar procesos, favorece la eficiencia, el crecimiento económico y el desarrollo de la humanidad; pero además blinda a una persona, una organización o a una sociedad completa, para enfrentar escenarios de incertidumbre y cambios violentos que se pueden dar en la vida.

Pero hay un punto aún más importante. La innovación es una habilidad basada en el poder creativo del ser humano. Hay personas que nacen con amplias capacidades de crear, pero también es una habilidad que se entrena, se enseña, se educa, desde las etapas tempranas de desarrollo, hasta la juventud.

Diversas sociedades en el mundo han visto los beneficios de la creatividad y la innovación para enfrentar los desafíos del futuro. En este sentido, es urgente que tanto el Estado como nosotros los ciudadanos, seamos capaces encauzar la creatividad y cultivemos seres creativos que aporten innovación; sólo así podremos enfrentar las crisis, los grandes cambios, la transformación de los territorios y la evolución de las sociedades. La innovación permite la adaptación al ecosistema.

Es fundamental incorporar en nuestros procesos formadores desde los primeros años y hasta la juventud, programas que estimulen el desarrollo creativo no solo a nivel cognitivo, sino también emocional y kinestésico. ¿Cómo exigir adultos innovadores, capaces de idear soluciones sociales potentes, si su pensamiento creativo, disruptivo y caótico ha sido reducido a su mínima expresión en los primeros años?

Debemos reflexionar acerca de la importancia de potenciar emprendimientos con foco en innovación social, para contribuir al desarrollo país. Especialmente hoy día, donde la crisis económica que enfrentamos producto de la pandemia y la emergencia medioambiental, reduce nuestro campo de acción, pero al mismo tiempo abre nuestra creatividad y alimenta el desarrollo de ideas que contribuyan al bien común. Cada uno puede ser protagonista, entregar solución a uno de los tantos problemas que nos aqueja, y promover el desarrollo hacia el futuro sostenible que buscamos.

La innovación es el puntal para el desarrollo -no solo para las empresas o emprendedores que aportan una idea de negocio- también contribuye al bienestar de las personas y al crecimiento de un país. Debemos apostar por la innovación a nivel nacional, con la ambición de un futuro que nos permita exportar conocimiento y tecnología; y no solo materias primas.
Estoy convencida que la mayor riqueza que tiene un país, son las personas. La creatividad y la innovación nacen desde el cerebro de las personas, por lo tanto es ahí donde tenemos que invertir los recursos.

Y la eficiencia de la innovación depende del encauce que seamos capaces de darle. Debemos ordenarla, entregarle recursos y una hoja de ruta para que nos oriente como sociedad, para enfrentar desafíos urgentes e ineludibles como: la transformación tecnológica, el cambio climático y la mejora de la calidad de vida de las personas. Una vez ahí, por fin podremos dar vida a iniciativas que contribuyan al desarrollo integral y sostenible del país.

María Sepúlveda
Directora de Santiago Innova

Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile