La conmemoración de la fundación de la Gran Logia de Chile es, sin duda, la actividad más importante para los masones, tanto como lo es el aniversario de la Patria. Y en esta oportunidad, tiene la especial característica de producirse cuando las actividades regulares de las Logias de la Obediencia se encuentran suspendidas como producto de la pandemia que afecta a la humanidad, y que tiene a millones de personas confinadas en aislamiento, para evitar un contagio que constituye una amenaza letal para muchas personas

Ya muchos chilenos han sido víctimas de este coronavirus, y han dejado el desconsuelo y el dolor entre los suyos. En su mayoría hombres y mujeres mayores, que han fallecido aislados de sus seres queridos, que han quedado con la enorme pena de no poderse despedir. Esta semana tres de nuestros Hermanos han fallecido produciéndonos dolor y consternación.

Para la comprensión de muchos de nosotros, estamos en un período en que nuestra conciencia masónica está en un periodo de reflexión. Efectivamente, para muchos, sino todos, este ha sido un momento de profunda introversión, ya que hemos sido raptados de nuestros modos de vida, de nuestra libertad cotidiana, de nuestros hábitos y rutinas.

Seguramente, muchos chilenos han enfrentado esa sensación durante las semanas precedentes o la sienten hoy. Imposible no reconocer que este período producirá un cambio en nosotros mismos o en nuestro entorno, o en muchas de las cuestiones que han sido parte fundamental de la vida que hemos construido con nuestros aciertos y nuestros errores, en fin, con nuestra comprensión misma de la vida y de lo que hemos considerado sus fundamentos.

Tal vez es el momento de revisar los sofismas que hemos construido desde la ignorancia, desde la arrogancia, desde el prejuicio, desde la vanidad. Tal vez es el momento de reconocer lo infinitamente débiles y vulnerables que somos, cuando confiamos exclusivamente en el individualismo y en el propio interés.

Es el momento de pensar que los chilenos tenemos la oportunidad de ser mejores y tratar de comprender efectivamente donde está la bueno, donde está el bien, para aprender que solo la bondad puede superar nuestra primordialidad, que se expresa en egoísmo, codicia y ambición.

Es el momento de pensar que nos debemos los unos a los otros, para poder resolver los grandes problemas que marcan nuestra comprensión civilizacional, por ejemplo, lo que tiene al sistema vital planetario en un stress peligroso, que puede conducir hacia un colapso sistémico irrecuperable.

Es el momento tal vez de que la ciencia sea escuchada por sobre la soberbia de las opiniones que solo reflejan intereses, y que la verdad esté por sobre la codicia. No en los demás, en nosotros mismos, para que sumemos convicción de que las cosas pueden hacerse mejor, en la colaboración, antes que en la descalificación y el empecinamiento; en la solidaridad antes que en el anatema.

Solidaridad y Humanismo

Hace tres semanas hemos enviado un mensaje a nuestra sociedad, llamando a la manifestación cierta del humanismo y la solidaridad.

Chile está en medio de cuatro crisis que afectan y afectará la vida personal y colectiva de todos sus habitantes, con diferentes intensidades según sus recursos y condición socio-económica: la crisis sanitaria, provocada por el pandemia; la crisis política, derivada de la insatisfacción social frente a la forma en que se distribuyó la riqueza y los beneficios del contrato social emanado de la recuperación democrática de hace 30 años; la crisis económica, desencadenada por los eventos del estallido social y que se agravó profundamente con la pandemia, y cuyos efectos recién comienzan a mostrar sus dramáticos efectos; y la crisis hídrica, producto de la peor sequía que afecta a la mayor parte de nuestra geografía, que supera el 70% de nuestra superficie, y que puede impactar a casi un 40% de la población, debido a la carencia de agua.

Si a ello sumamos el crecimiento de la delincuencia y la consolidación de territorios del narcotráfico, como consecuencia de que las fuerzas policiales deben estar en distintos frentes simultáneos, podríamos estar bajo amenazas que pueden desencadenarse con inusitado efecto.

Cualquier observador externo podría considerar la convergencia de estos factores como una tormenta perfecta, en el sentido de su potencialidad explosiva. Todos estos procesos pueden conducir a escenarios de violencia, que traerían gravísimas consecuencias.

Es fundamental, ante tales amenazas y desafíos, que haya capacidad de acuerdo entre los sectores políticos, que permitan construir una hoja de ruta y un contrato social, que asegure la paz social, la justicia social y un proyecto de desarrollo que nos integre y nos una como país.

Es fundamental trabajar de consuno para declinar las odiosidades, los dogmas y la agresividad dentro de las élites, para poder desarrollar una estrategia para el bien común, para el progreso, y el aseguramiento del bienestar de todos quienes viven en nuestra Patria.

Necesitamos imperiosamente en nuestras élites una disposición anímica y un compromiso moral de diálogo. Es tarea de cada miembro de nuestra Orden el colaborar para ayudar a generar la condición anímica que facilite ese gran encuentro nacional.

El primer masón sudamericano que murió víctima del Covid-19, Rodolfo González Rissotto, nos ha dejado un mensaje para nuestra reflexión: “Y entonces llega esta inmensa paradoja: Tienes más tiempo que nunca pero no puedes compartirlo con nadie ni disfrutarlo. Tal vez el universo trata de decirnos que nada de lo que tenemos en la vida: ni el trabajo, ni la casa, ni tan siquiera el tiempo, merece la pena si no podemos compartirlo con otros“.

Esto no es el Apocalipsis, pero puede ser una oportunidad de entender el propósito real de nuestro paso por el mundo. Cuando Europa se ve más afectada que África, cuando un beso pasa a ser un arma, cuando el dinero no te salvará, cuando la vida como la entendíamos hasta ahora, se detiene, para todos, y el tiempo se vuelve un castigo… Tal vez cuando volvamos a caminar lo hagamos más despacio, más cercanos, más humildes, más humanos”.

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