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Chile y Bolivia: diálogo firme para una nueva etapa de libertad y responsabilidad

07 noviembre 2025 | 14:55

Nuestro país quiere, y siempre ha querido, sostener relaciones diplomáticas plenas y de alto nivel con Bolivia. Somos pueblos hermanos, ligados por geografía, historia y destino. Es de interés de ambos países construir una relación basada en confianza, desarrollo y estabilidad.

El problema: La frontera

El diálogo verdadero con nuestros vecinos solo es posible cuando se asienta sobre el respeto y la responsabilidad. Chile no puede seguir tolerando que a diario se vulneren sus fronteras ni que se utilicen pasos no habilitados como corredores para la inmigración ilegal, el contrabando, el tráfico de drogas o de vehículos robados.

La Fiscalía Nacional ha identificado más de 60 rutas clandestinas en la región de Tarapacá, utilizadas para el contrabando, la inmigración ilegal y el traslado de vehículos robados desde Chile hacia Bolivia. Esto constituye un fenómeno delictual sostenido y organizado que ha convertido nuestra frontera en un corredor de crimen transnacional. Se estima que alrededor de 120.000 vehículos sustraídos en Chile cruzan ilegalmente a territorio boliviano, alimentando un circuito que une robo, contrabando y corrupción.

En octubre de 2025 se viralizaron registros de una “expo” en un poblado boliviano fronterizo, donde se exhibían abiertamente automóviles chilenos robados y ofrecidos por encargo. Como esta, se han contabilizado al menos 69 ferias activas de vehículos “chutos”, que operan con total impunidad ante la falta de control y la permisividad institucional. Estas ferias se han convertido en una vitrina del comercio ilegal y en un reflejo preocupante de la normalización del delito en las zonas limítrofes.

La cooperación bilateral debe comenzar restableciendo el orden, la autoridad y la seguridad en la frontera común. Chile no puede permanecer indiferente ante actividades ilícitas amparadas en la desidia o la falta de control del otro lado de la frontera. Enfrentar este desafío requiere firmeza en la defensa de la soberanía y coordinación efectiva con Bolivia, porque solo una frontera segura permitirá construir la confianza necesaria para una relación madura y duradera entre ambas naciones.

Chile cumple. Y puede hacer cumplir

Chile cumple con creces sus obligaciones con Bolivia. Revisemos, por ejemplo, el cumplimiento del Tratado de Paz y Amistad de 1904. En dicho acuerdo, Chile promete “el más amplio libre tránsito”. No solo se han construido carreteras e infraestructura para uso principalmente boliviano, sino que además se entregan privilegios que van mucho más allá de lo pactado.

En el Puerto de Arica, mientras las empresas chilenas y extranjeras pagan la tarifa pública vigente, la carga boliviana recibe rebajas de entre un 30% y un 45% en los servicios más utilizados, además de almacenaje gratuito por hasta un año en importaciones y 60 días en exportaciones. Debe quedar claro: otorgar “libre tránsito” no significa “transporte gratis y prioritario para Bolivia a costa de Chile”, como algunos parecen suponer.

Así como los precios preferenciales para su carga, Bolivia goza de muchos otros privilegios que exceden por lejos lo establecido en los tratados. Esto debe transparentarse y revisarse por dos razones principales.

Primero, porque la competitividad no puede sostenerse sobre privilegios indefinidos financiados por Chile. Y segundo, porque mientras disfrutamos de una relación comercial generosa, la inmigración descontrolada y el crimen organizado, que generan costos incalculables para nuestro país, parecen importarles poco o nada.

Los subsidios y beneficios de hecho que Bolivia recibe de parte de Chile representan un poder negociador suficiente para que nuestro país pueda exigir lo mínimo de manera firme y exitosa: terminar con el pasadizo de inmigración ilegal y trabajar en conjunto para desarticular el crimen organizado fronterizo. Y, por cierto, nunca más permitir humillaciones como las ferias en que se venden abiertamente autos robados en Chile. Un gobierno con pantalones —o faldas— bien puestos podría lograr esto con rapidez y determinación.

Futuro en conjunto: Progreso y paz

La libertad económica y la integración comercial son caminos mucho más fecundos que el resentimiento histórico. La prosperidad no surge de privilegios, sino de la confianza, la iniciativa y el cumplimiento de las normas.

El nuevo trato debe incluir a un Chile que siga cumpliendo sus compromisos y a una Bolivia que controle su frontera y combata el crimen organizado transnacional. La llegada del presidente Rodrigo Paz, con su llamado a abrirse al mundo y dejar atrás los dogmas del pasado, ofrece una oportunidad que no debemos desperdiciar.

Después de dos décadas de hegemonía ideológica socialista, el pueblo boliviano ha optado por la libertad. Si Bolivia consolida una política moderna, orientada al desarrollo y la seguridad, Chile será su primer y más importante socio comercial y estratégico. Juntos podemos construir corredores logísticos, polos energéticos y alianzas tecnológicas que beneficien tanto a nuestras regiones del norte como al altiplano boliviano.

Nuestro país quiere, y siempre ha querido, sostener relaciones diplomáticas plenas y de alto nivel con Bolivia. Somos pueblos hermanos, ligados por geografía, historia y destino. Es de interés de ambos países construir una relación basada en confianza, desarrollo y estabilidad. Restablecer los vínculos diplomáticos es una meta compartida que debe concretarse pronto, sobre la base del derecho internacional y de los tratados vigentes, en especial el de 1904.

Hoy, más que nunca, reafirmamos que el patriotismo no se mide por el tono de las palabras, sino por la inteligencia con que se defienden los intereses nacionales. Chile extiende la mano al pueblo boliviano con respeto y esperanza, convencido de que la libertad y el orden —no la ideología ni el enfrentamiento— son el verdadero fundamento de una paz y amistad duraderas entre nuestras naciones.