Seis niños de entre 3 y 15 años vivieron solos por meses en un campamento de alto riesgo en el norte de nuestro país. Quedaron a merced de su propia suerte, en una de las “tomas” en que han sucedido graves hechos delictivos protagonizados por bandas de crimen organizado, como el Tren de Aragua.
Al abandono parental, le siguió la indiferencia absoluta. En un momento dado -por una emergencia médica- los niños se acercaron a un recinto de salud, sin embargo, la atención se interrumpió por no contar con un adulto responsable. No hubo denuncia de vulneración desde el sistema, nada. Solo una vecina alertó, lo que derivó en que el tribunal determinó el cuidado alternativo separando a los hermanos, contraviniendo nuevamente sus derechos.
Uno de los problemas más graves que enfrenta nuestro país es el crecimiento de los campamentos con más de 1.400. En ellos la población infantil representa el 23,7%, por encima del promedio nacional de 17,7%. Esta es una dimensión pocas veces visibilizada en que nos encontramos tasas de rezago escolar hasta 10 veces el promedio nacional.
La Fundación Recrea indica que un 15% de niñas, niños y adolescentes -de entre 11 y 17 años- que vive en campamentos presenta indicios de sintomatología depresiva. Solo un 55% de las niñas y niños declara que siempre hay un adulto presente cuando lo necesita y 1 de cada 4 niños escolarizados no recibe alimentación del Programa de Alimentación Escolar.
Asimismo, entornos precarios no sólo afectan las condiciones físicas de vida, sino el desarrollo emocional y social del niño. Los niños en estas realidades se exponen a estrés prolongado y entornos hostiles, careciendo de redes básicas de apoyo.
La primera infancia es fundamental para el desarrollo cognitivo, emocional y relacional de la persona. Sin embargo, surge una niñez invisible, desconectada de redes de protección y víctima de una amplia gama de vulneraciones: explotación, violencia, abandono, aislamiento, con un Estado ausente, lejano e instalado fuera de los cercos que delimitan el espacio de legalidad, mientras al interior, no existen garantías para la niñez.
Resulta fundamental instalar dispositivos para la identificación temprana de niñas, niños y adolescentes en riesgo (salud, educación, violencia, negligencia), funcionando con equipos intersectoriales (salud, educación, protección de la niñez, desarrollo social) contar con mediadores territoriales y espacios de cuidado infantil diurno, además de programas de acompañamiento familiar, entre otras medidas.
Más allá de la necesaria solución habitacional, estos asentamientos precarios no pueden estar ajenos a la norma, ni significar un espacio de impunidad frente a la violencia y el abuso a la niñez, tampoco pueden carecer de la protección y la prevención que el Estado en su marco legal especializado garantiza. Tenemos una responsabilidad con la infancia vulnerada y debemos hacernos cargo, no podemos olvidar que un niño son todos los niños.