Una de las consecuencias más dolorosas y menos visibilizadas de la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania es el secuestro y la deportación ilegal de miles de niños ucranianos por parte de Rusia.
Desde el inicio de la invasión a gran escala en 2022, estos niños han sido separados de sus familias, trasladados a territorio ruso y sometidos a procesos de adoctrinamiento, con el objetivo de borrar su identidad ucraniana. Es una tragedia silenciosa que no puede y no debe dejar indiferente a nadie.
La mayoría de ellos, identificados por organizaciones internacionales, fueron arrancados de sus familias y sometidos a procesos de rusificación, adoctrinamiento y adopción forzada en familias rusas. Esta práctica sistemática, documentada por organismos como la Corte Penal Internacional y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, no es un daño colateral, sino parte de una estrategia deliberada del Kremlin para destruir la identidad ucraniana desde sus raíces: los niños.
El pasado 23 de septiembre, en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, más de 40 países — incluyendo Canadá, Estados Unidos y varias naciones de Europa, Medio Oriente y Latinoamérica — se reunieron en el marco de la Coalición Internacional para el Retorno de los Niños Ucranianos.
Ucrania y Canadá, como copresidentes de esta Coalición, establecida a principios de 2024, subrayaron que el regreso de estos menores a Ucrania no es una cuestión política, sino un imperativo humanitario y legal. Chile, que desde junio de 2024 es miembro de dicha Coalición, reafirma con ello su compromiso con la protección de los derechos de los niños ucranianos.
Los países de la Coalición, en conjunto con organismos internacionales dedicados a la protección de la niñez, actúan de diferentes formas. Desde la identificación de los menores ucranianos deportados y su localización en el territorio ruso, hasta la asistencia en negociar y lograr su retorno, vía terceros países, a sus parientes en Ucrania, y la posterior rehabilitación sicológica y su reinserción en la sociedad.
Según declaró el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenskyy, en Nueva York, hasta la fecha se ha logrado devolver a Ucrania 1625 niños de un total de más de 20 mil, cuyas identidades han sido confirmadas. En realidad, el número de los jóvenes ucranianos deportados es mucho más grande, pues el gobierno ruso trata de todas formas de ocultar la envergadura de sus crímenes.
Por lo tanto, la comunidad internacional debe intensificar la presión, ampliar las sanciones contra Rusia y exigir mecanismos efectivos de monitoreo y rendición de cuentas. Cada niño que permanece en el territorio ruso contra su voluntad representa una falla de la humanidad entera.
En este sentido, las palabras del presidente Gabriel Boric durante su discurso ante la Asamblea General de la ONU merecen ser destacadas. Aludiendo a la distancia geográfica entre Chile y Europa del Este, el mandatario chileno planteó que eso no puede ser excusa para la indiferencia: el sufrimiento de un niño —sea palestino o ucraniano— conmueve a todos por igual. Y tiene razón. La empatía no reconoce fronteras.
Por eso, queremos anunciar que, a partir del 17 de octubre y hasta el 30 de noviembre, se presentará en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos en Santiago la exposición multimedia «No hay niños, hay gente», una iniciativa conjunta de la plataforma del presidente de Ucrania Bring Kids Back UA, el equipo cultural Gogolfest y la fundación Voces de los niños.
La muestra ofrece una ventana directa a la experiencia infantil de la guerra: dibujos, testimonios, imágenes y sonidos que reflejan tanto el trauma como la resiliencia de los niños ucranianos deportados, retornados o que aún viven bajo las bombas y misiles rusos.
Chile ha demostrado a lo largo de su historia un compromiso firme con los derechos humanos y la justicia internacional. Esta exposición y la reflexión que propone ofrecen una oportunidad para renovar ese compromiso en un contexto contemporáneo. La causa del retorno de los niños ucranianos no es solo de Ucrania. Es una causa de todos los que creen en la dignidad humana, en la paz justa y en el derecho de cada niño a crecer en libertad, junto a su familia y en su propio país.
Están todos cordialmente invitados a acompañarnos en esta exposición. Porque cuando el mundo elige mirar hacia otro lado, la memoria, el arte y la verdad tienen el poder de devolver la mirada.