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Habitar cuidando, cuidar habitando

15 septiembre 2025 | 11:44

Pensar la ciudad desde los cuidados es un cambio estratégico y profundo. Supone reconocer que nuestras urbes no son neutras: fueron diseñadas bajo lógicas productivas que invisibilizaron la vida cotidiana, las diferencias de género, las etapas del ciclo vital y las múltiples formas de dependencia.

Incorporar la perspectiva de cuidados en la planificación urbana significa reorientar la ciudad hacia un principio rector distinto: poner la sostenibilidad de la vida en el centro.

Una política urbana de cuidados, entendida estratégicamente, implica transformar nuestra manera de habitar. Esto exige, en primer lugar, una visión cultural y democrática: reconocer la interdependencia como base de la vida en común, avanzar hacia una democracia del cuidado que distribuya responsabilidades y recursos de forma equitativa, e instalar una cultura del cuidado que abarque tanto las relaciones entre las personas como el vínculo con la naturaleza. Cuidar la democracia es también cuidar a las personas y cuidar los territorios.

Desde la dimensión espacial, el cuidado se territorializa. No ocurre únicamente en el hogar, sino en barrios, plazas, calles y equipamientos que pueden sostener o dificultar la vida. De allí la relevancia de los principios de proximidad y accesibilidad, que permiten conciliar vivienda, trabajo y servicios. A ello se suma la necesidad de diseñar infraestructuras del cuidado: centros comunitarios, viviendas tuteladas, programas inclusivos y espacios públicos adaptados para todas las edades y condiciones. Esta lógica se amplía hacia las ecologías del cuidado, que reconocen que la sostenibilidad humana depende de la salud de los ecosistemas y de bienes comunes como el agua, el aire y la tierra.

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Ahora bien, para que estos principios se traduzcan en transformaciones reales, se requiere una dimensión institucional. En este marco, el Plan Chile Cuida (2023–2025), parte del Sistema Nacional de Cuidados, orienta nuestros esfuerzos a integrar la perspectiva de género y cuidados en los programas habitacionales y territoriales. En el Ministerio de Vivienda y Urbanismo (MINVU), esto se materializa en acciones concretas: hemos desarrollado seis manuales con enfoque de género y cuidados, que abordan desde el diagnóstico comunitario hasta el diseño de espacios públicos e infraestructuras de cuidados.

En el ámbito habitacional hemos impulsado ajustes normativos, la priorización de hogares monoparentales —mayoritariamente liderados por mujeres— y proyectos diversos como viviendas tuteladas, y Establecimientos de Larga Estadía para adultos Mayores (ELEAM) con distintos grados de dependencia, y el diseño de pilotos inclusivos para personas con TEA. Todo ello fortalece una gobernanza anticipatoria, capaz de responder a escenarios de envejecimiento, migración y crisis climática.

Este proceso no se construye en solitario. Hemos aprendido de la cooperación internacional, especialmente de la experiencia de las Manzanas del Cuidado en Bogotá, a través del Acuerdo de Cooperación Sur-Sur entre Chile y Colombia. Durante los últimos dos años, el Programa Quiero Mi Barrio (MINVU) y la Secretaría de la Mujer de Bogotá, han trabajado una agenda conjunta para integrar los enfoques de género y cuidados en el proceso de diagnóstico participativo. Estos intercambios se han concretado en seminarios, visitas en terreno, y finalmente en el desarrollo del proyecto “Habitando Centros Cívicos Barriales de Cuidados”, mostrando que el cuidado puede convertirse en un eje estructurante de la planificación urbana en América Latina.

Finalmente, en la escala cotidiana, el cuidado se expresa como un círculo relacional que integra tres niveles inseparables entre la experiencia y su contexto: el yo, del cuerpo, la mente y las emociones; el nosotras/os, mediante las prácticas comunitarias en familias, barrios ciudades, territorios; y la naturaleza, que exige un compromiso con los ecosistemas que sostienen la vida. Si una de estas dimensiones se quiebra, se resienten todas.

Habitar cuidando y cuidar habitando es, en definitiva, el horizonte de las ciudades justas y equitativas que necesitamos construir: ciudades que sostengan la vida y no solo la producción, que reconozcan la interdependencia y que, a través de la justicia del cuidado, hagan de la planificación urbana una herramienta para reducir desigualdades y fortalecer la democracia.

“Trepamos, hijo, los faldeos,
llenos de robles y de hayas.
Arremolina el viento hierbas
y balancea la Montaña,
y van los brazos de tu madre
abriendo moños que son zarzas.”

— Gabriela Mistral, Ternura