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Chile y China: un diálogo estratégico todavía pendiente

03 septiembre 2025 | 15:07

En un mundo regido por intereses y poder, la mayor vulnerabilidad para Chile no es dialogar con un socio clave, sino seguir atrapado en una rigidez intelectual que ya no se corresponde con la geopolítica del siglo XXI.

La semana en que China celebra el 80º aniversario de su Día de la Victoria —la derrota del imperio japonés en 1945— ofrece una oportunidad para repensar nuestra propia mirada estratégica.

Para Beijing no se trata solo de una ceremonia: la parada militar en Tiananmen es un acto de memoria y poder que subraya su condición de potencia vencedora en la Segunda Guerra Mundial y su derecho a reclamar un lugar central en el orden internacional vigente. La Guerra de Resistencia del Pueblo Chino no fue un episodio periférico; liberó al país de la ocupación, dio término a un siglo de oprobios, permitió su reunificación y contribuyó de manera decisiva a la derrota del fascismo global.

Sin embargo, en Chile seguimos leyendo estas señales con lentes prestados. La doctrina militar y los debates estratégicos nacionales siguen dominados por categorías anglosajonas: Indo‑Pacífico, grandes potencias, agendas importadas. Esta disciplina ha sido útil como método, pero se convierte en una prisión intelectual cuando constituye el único horizonte a través del cual Chile “se piensa estratégicamente a sí mismo”.

La paradoja es evidente: China es nuestro principal socio comercial y su presencia se extiende a sectores críticos como infraestructura, tecnología y minerales estratégicos, pero nuestras concepciones de seguridad y defensa provienen casi exclusivamente del repertorio anglo-americano.

Persistir en esa disonancia cognitiva —vincular nuestra base económica a un actor mientras pensamos estratégicamente con su competidor— no es inocuo. Desde el realismo político, esa incoherencia reduce los márgenes de maniobra de un país pequeño como Chile en momentos de disrupción del sistema internacional.

Las relaciones entre Estados no se sostienen exclusivamente sobre principios ni valores, sino sobre intereses nacionales convergentes. Y Chile comparte con China intereses de seguridad en las rutas y líneas de navegación del Pacífico, en la necesaria estabilidad institucional de Sudamérica y en el respeto a las normas que rigen el comercio y el orden internacional.

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Ignorar las categorías del pensamiento militar chino no fortalece nuestra seguridad exterior, la debilita. El creciente protagonismo de China en la economía mundial y en la configuración de reglas internacionales requiere que nuestra dirigencia conozca y entienda su lógica estratégica. Abrir un diálogo político‑estratégico con Beijing no implica renunciar a la tradición occidental, sino enriquecerla y adaptarla a la realidad de un sistema internacional en inevitable transición.

Esperamos que la conmemoración de la victoria china motive a nuestra élite política y de defensa a pensar más allá de nuestros propios tabúes. En un mundo regido por intereses y poder, la mayor vulnerabilidad para Chile no es dialogar con un socio clave, sino seguir atrapado en una rigidez intelectual que ya no se corresponde con la geopolítica del siglo XXI.