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El ocaso de los partidos políticos tradicionales

18 agosto 2025 | 07:38

Es imprescindible un reconocimiento honesto de las causas de esta situación para diseñar soluciones que respondan a las expectativas de los chilenos.

La crisis de los partidos políticos tradicionales en Chile refleja un fenómeno complejo, marcado por una profunda desconexión entre estas instituciones y la ciudadanía. Según la última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP), los partidos políticos cuentan con apenas un 3% de confianza, situándolos como las instituciones menos valoradas del país.

Esta cifra, que ha ido disminuyendo consistentemente en los últimos años, evidencia una desconfianza generalizada y subraya la urgencia de un cambio de paradigma en la política chilena.

Centralización del poder

Frente a esta crisis, la respuesta del Gobierno y las cúpulas partidarias ha sido fortalecer el control de los partidos, especialmente de sus élites, proponiendo medidas que rayan en una centralización excesiva del poder. Este enfoque, lejos de resolver el problema, resulta contradictorio y potencialmente perjudicial.

Medidas como las órdenes de partido o la posibilidad de pérdida de escaños por discrepancias con la línea oficial atentan contra la lógica de representación democrática. En Chile, los votantes eligen a sus representantes basándose en sus propuestas y características personales, no en estructuras rígidas impuestas por las cúpulas partidarias.

El divorcio entre líderes y bases

Las reformas propuestas parecen desajustadas a la realidad chilena, ya que no abordan la raíz del problema: la deslegitimación de los partidos tradicionales ante la ciudadanía. En lugar de canalizar las demandas y necesidades de la población, las bases de los partidos han quedado subordinadas a los intereses de las élites, quienes, en muchos casos, priorizan sus intereses personales y sus vínculos con círculos de poder por encima de los problemas de la gente.

Las promesas de campaña, que suelen generar grandes expectativas, se diluyen en un mar de compromisos incumplidos una vez que los partidos asumen el poder. Además, la imposición de candidatos sin consulta a las bases, motivada por amiguismos o intereses particulares, margina las voces de los militantes, generando descontento, fracturas internas y la salida de muchos hacia nuevos espacios políticos o la creación de partidos alternativos.

Esta situación se agrava por la ausencia de una institucionalidad clara, con mecanismos transparentes y justos para resolver conflictos internos. En lugar de impulsar cambios estructurales, los partidos han optado por replicar políticas fracasadas, sustentadas en una disciplina partidista artificial que no responde a las expectativas ciudadanas.

La desconexión entre líderes y bases es tan profunda que los esfuerzos por fortalecer este vínculo se han diluido, relegando a las bases a un rol meramente decorativo en el proceso político.

La urgencia de un nuevo pacto con la ciudadanía

La necesidad de reformas profundas y significativas es innegable. La ciudadanía, desencantada con los partidos tradicionales —desde el Partido Socialista hasta la UDI— por su falta de capacidad de solución de sus problemas durante años, busca alternativas que se sintonicen con sus problemas reales. Continuar con las mismas prácticas que han alimentado esta crisis de confianza no es una opción viable.

Es imprescindible un reconocimiento honesto de las causas de esta situación para diseñar soluciones que respondan a las expectativas de los chilenos. “Basta de más de lo mismo” debe dejar de ser un simple eslogan y convertirse en un compromiso real en la acción política.

Es hora de escuchar a quienes han sido ignorados durante demasiado tiempo. Un “mea culpa” sincero, acompañado de reformas que devuelvan la voz a la ciudadanía, es el primer paso para restaurar la confianza en las instituciones y los partidos que las representan. Solo así el sistema político chileno podrá renovarse y convertirse en un verdadero reflejo de las necesidades y aspiraciones de su pueblo.