En un planeta confinado, la popularidad de plataformas como Netflix o Zoom se ha disparado, pero en Siria, país en guerra y golpeado por sanciones internacionales, ambos sitios están bloqueados y muchos ciudadanos se sienten cada vez más aislados.

“Es como si viviéramos dentro de un caparazón desconectado del mundo exterior”, se lamenta en Damasco Mohamad Habash, experto de nuevas tecnologías, de 35 años.

Siria forma parte de los cuatro países que no tienen oficialmente acceso al gigante del ‘streaming’ Netflix, y uno de los cinco privados de Zoom, líder de aplicaciones de videoconferencias.

Restricciones parecidas afectan a la red social TikTok o a las aplicaciones App Store y Google Play.

Incluso antes de la guerra en 2011, los gigantes de la red como Amazon, Apple y Google no podían operar libremente en Siria por las sanciones de Estados Unidos sobre material electrónico.

Y esas restricciones se han reforzado con la guerra, que acaba de cumplir diez años, y en plena pandemia, cuando el universo virtual sirve de paliativo a todo el planeta.

UN News

Misión imposible

“Los sirios no pueden acceder a ninguna plataforma extranjera, que sea de educación, comercio en línea, trabajo o diversión” resume Habash.

En la tienda de reparación de material electrónico donde trabaja, Habash instala VPN para sus clientes, lo que permite eludir las prohibiciones.

“Pero no es una solución…” admite.

En efecto, la eficacia de estas redes virtuales privadas que permiten disimular el origen geográfico de la conexión es relativa, ya que algunas aplicaciones requieren además de una clave de activación vía SMS, que no puede ser enviada a un número sirio.

GQ.com

A falta de Netflix, los habitantes de Damasco recurren a películas y series pirateadas, en especial en DVD. Y para reemplazar Zoom, muchos se contentan con videollamadas WhatsApp o Skype.

Y comprar en línea es “misión imposible”, en Amazon por ejemplo, asegura Habash.

Para adquirir un proyector, tuvo que pedir a un amigo en el vecino Líbano que hiciera el encargo y a otro en Francia que efectuara el pago.

Luego fue necesario esperar la apertura de la frontera entre Líbano y Siria, cerrada debido al covid-19. Tres meses después, el paquete llegó al fin a Damasco.

Por otra parte, aunque el teletrabajo se ha popularizado en todo el mundo con la pandemia, las restricciones impiden a los profesionales sirios participar en seminarios.

En un año, la periodista Zeina Shahla ha tenido que rechazar decenas de invitaciones para conferencias. Todas estaban previstas en Zoom y los organizadores no querían usar plataformas alternativas.

“Hay un sentimiento de aislamiento”, admite la profesional, de 39 años, en un café de Damasco. “Es como si el reloj tecnológico en Siria hubiera dejado de funcionar hace años”.

Shahla también recurre a las VPN. Pero hay un aspecto positivo, recuerda con humor: los sirios pueden ver los videos YouTube sin ser interrumpidos por las publicidades ya que Google Ads no está activado en el país.

Y pese a las sanciones, los productos Apple y Android están disponibles en Siria gracias a hábiles importadores.

En este país devastado por una década de guerra, hay que pagar unos 6 millones de libras sirias (1.429 dólares al cambio en el mercado negro, 4.777 dólares al cambio oficial) para comprar un iPhone 12. Es 100 veces el salario medio de los sirios que viven en las zonas gubernamentales.

DW