"No se trata de política, se trata de salvar vidas” afirmó la viróloga hongkonesa, Li-Meng Yan, en una entrevista a Fox News el pasado 10 de julio. En ella se refirió a cómo, desde un inicio, el régimen chino habría ocultado información crucial sobre la pandemia. Su testimonio se incluye hoy en una larga lista de fuentes e informes que señalan que el gobierno de Xi Jinping habría reprimido deliberadamente los canales de información para impedir que tanto sus ciudadanos como el resto del mundo se enterasen de las verdaderas cifras y consecuencias del virus.

¿Qué tan cierto es esto?

La evidencia sugiere que, en efecto, los líderes del Partido Comunista Chino habrían ocultado las cifras y consecuencias del Covid-19 a su población, tanto al inicio de la pandemia como en los meses siguientes. Sin embargo, no podemos afirmar con precisión cuál sería el margen de error de las cifras. En ese sentido, y dado lo hermético que es el gobierno chino en relación con la información que libera al mundo, resulta difícil concluir exactamente a qué nivel se manipuló dicha información. Revisemos los hechos hasta hoy.

El diario South China Morning Post, periódico chino con base en Hong Kong, señaló el 13 de marzo que el primer caso confirmado de Covid-19 databa del 17 de noviembre de 2019. Sin embargo, el gobierno Chino no entregó esta información oficialmente a la OMS sino hasta el 31 de diciembre del mismo año, y no comunicó la gravedad de la situación a la ciudadanía sino hasta el 20 de enero. Un estudio elaborado por investigadores de la Universidad de Southampton sugirió que, si las medidas de prevención en China se hubieran tomado con una, dos o tres semanas de anticipación, podrían haberse reducido en un 66%, 86% y 95% los casos de Covid-19 en China respectivamente.

Recordemos que, durante las primeras semanas de enero, la Organización Mundial de la Salud, según datos entregados por el Partido Comunista Chino, desestimó que se tratara de una enfermedad de contagio entre humanos. Esto a pesar de que algunos médicos y científicos ya denunciaban el elevado potencial de transmisión del virus.

La versión oficial de China

El pasado 17 de abril durante una conferencia de prensa, Zhao Lijian, Portavoz de Ministerio de Relaciones Exteriores de China, condenó las acusaciones sobre encubrimiento de datos, y fue enfático al señalar que “desde que estalló la epidemia, China ha tomado las medidas más completas, exhaustivas y rigurosas de una manera abierta, transparente y responsable y ha hecho esfuerzos para detener la propagación”.

La Oficina de Información del Consejo de Estado emitió un documento el 7 de junio cuyo objetivo fue sentar precedente sobre los esfuerzos de China en su lucha contra el virus y compartir su experiencia con el resto del mundo. En este, se detalla cómo “de forma abierta, transparente, responsable y acorde a la ley, China notificó de forma oportuna a la comunidad internacional respecto a las implicancias del nuevo coronavirus y compartió sin reservas su experiencia en contención de virus y tratamiento de los infectados”.

El documento es enfático en señalar que tan pronto como hubo conocimiento de los casos de una neumonía desconocida identificada en Wuhan, Provincia de Hubei, China actuó inmediatamente para llevar a cabo investigaciones etiológicas y epidemiológicas para detener la propagación de la enfermedad, y de inmediato informó de la situación.

Sin embargo, el escepticismo en torno a la veracidad de las cifras entregadas por el gobierno chino, y el manejo de este frente a la crisis es cada vez más recurrente tanto en círculos académicos, científicos como de organizaciones internacionales y grupos de disidencia.

El peso de la censura

Xi Jinping | CNN.com
Xi Jinping | CNN.com

Desde mediados de los años 90, el Partido Comunista Chino ha implementado una serie de leyes y reglamentos que condicionan lo que sus ciudadanos pueden o no pueden subir a la red. Conocido como “El Gran Cortafuegos” todo lo que se sube a la red pasa a través del filtro del partido y es evaluado según los estándares que este considera apropiados o convenientes. Ejemplo de esto es el bloqueo de determinados sitios web, como Google, o la vigilancia del gobierno hacia diferentes redes sociales, por no mencionar el sistema de puntaje donde se les asignan castigos o recompensas a los ciudadanos dependiendo de la forma en que estos interactúan en la red o incluso la existencia de “fábricas de censura”, como denuncia el New York Times.

En marzo de este año, ya en el marco de la pandemia, se promulgó una nueva ley que prohíbe que las personas publiquen cosas negativas sobre el régimen. El objetivo sería “crear un ecosistema online positivo, preservar la seguridad nacional y los intereses de la ciudadanía”.

Los contenidos ahora se dividen en tres categorías: “Alentado”, es decir aquel que está permitido, “Negativo”, es decir todo aquello que perturba el ecosistema en línea, y por último “Ilegal”, que vendría a ser aquello que deliberadamente atenta contra el orden establecido y llama a la subversión.

Según consignó la organización internacional Reporteros sin Fronteras, la censura dentro del gigante asiático es lo que permitió que el coronavirus pudiera escalar hasta convertirse en pandemia. “Sin censura, la red social WeChat, que tiene mil millones de usuarios activos en China, podría haber permitido a los periodistas transmitir informes y consejos de precaución que contribuyesen a un mejor cumplimiento de las normas recomendadas por las autoridades sanitarias”, señala el artículo.

La misma organización señaló que para el 20 de diciembre ya había 60 pacientes con una neumonía desconocida similar al SARS y donde varios de ellos habían frecuentado el mercado de pescado de Huanan. Sin embargo, esta información es ocultada y el tránsito hacia dicho mercado permaneció abierto hasta su cierre oficial el 1 de enero. También se menciona el caso de la doctora Lu Xiaohong, jefa de gastroenterología del Hospital de Wuhan No. 5, quien desde el 25 de diciembre detectó que colegas suyos se estaban infectando con el virus y sospecha, en contraposición a lo señalado en ese entonces por el gobierno chino, que se trata de una enfermedad que se transmite de humano a humano y no solo a través del contacto con animales.

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Sin censura, la red social WeChat, que tiene mil millones de usuarios activos en China, podría haber permitido a los periodistas transmitir informes y consejos de precaución que contribuyesen a un mejor cumplimiento de las normas recomendadas por las autoridades sanitarias
- Reporteros sin Fronteras

“Si las fuentes de los periodistas en China no se expusieran a sanciones severas -que van desde una reprimenda profesional hasta penas de prisión-, la doctora Lu Xiaohong habría asumido la responsabilidad de alertar a los medios, obligando a las autoridades a tomar medidas, lo que no sucedió hasta tres semanas después”, determinó el artículo.

Paralelamente, una investigación realizada por el diario británico The Guardian descubrió que China habría estado filtrando la evidencia científica relacionada con el Covid-19, evitando que el público general conozca en detalle las implicancias de este nuevo virus. A esto se suman las conclusiones de un informe realizado en abril por el American Enterprise Institute, donde se evaluaron los datos de movilidad entregados por el gobierno chino con el objetivo de hacer una estimación de las verdaderas dimensiones que habría alcanzado la pandemia. Se concluyó que lo más probable es que el número de infectados fuera considerablemente mayor que lo señalado por las autoridades, sobrepasando los 3 millones de habitantes.

El caso del doctor Li Wenliang

Li Wenliang | Xataka
Li Wenliang | Xataka

En Diciembre pasado el doctor Li Wenliang trató de alertar a la comunidad médica sobre un nuevo tipo de coronavirus que, según él, se parecía mucho al SARS responsable de la epidemia de 2003. A través de un chat, sugirió a sus colegas que utilizaran ropa protectora para evitar contacto con este nuevo virus.

Días más tarde el médico recibió una visita de funcionarios de la Oficina de Seguridad Pública del gobierno, quienes lo acusaron de hacer comentarios falsos que perturbaban severamente el orden social. “Le advertimos solemnemente: si sigue siendo terco e impertinente, y continúa con esta actividad ilegal, será llevado ante la Justicia ¿se entiende?” advirtieron los funcionarios.

Posteriormente el médico debió firmar una carta comprometiéndose a guardar silencio, de lo contrario sería detenido.

A finales de enero, cuando el virus ya se había descontrolado, el médico subió una copia del documento a Weibo explicando el incidente y las amenazas de censura que recibió. Las autoridades debieron disculparse, pero a esas alturas ya era demasiado tarde. Li Wenliang falleció por coronavirus el 7 de febrero de 2020.

Detenidos por hablar

La Red de Defensores Chinos de los Derechos Humanos (CHRD por sus siglas en inglés) es una coalición de organizaciones no gubernamentales dedicadas a la promoción de los derechos humanos a través del activismo pacífico, cuyo objetivo es promover reformas democráticas en China. El 26 de marzo, CHRD filtró una lista con 897 nombres de personas detenidas por “difundir rumores” “fabricar evidencia” o “causar pánico social” en relación con el coronavirus. La organización estima que la cifra total de detenidos supera los miles.

Según consigna un detallado informe realizado por el organismo, el encubrimiento y la falta de transparencia del gobierno contribuyeron a la rápida propagación del coronavirus antes de que Xi Jinping hiciera un anuncio formal el 20 de enero refiriéndose a la amenaza que el virus representaba. Esto a raíz de los esfuerzos del gobierno por mantener el virus como algo de bajo perfil, y por las represalias contra aquellos que se atrevieran a mencionarlo en línea desde diciembre pasado.

“Sé cómo tratan a los soplones”

Li-Meng Yan en Fox News
Li-Meng Yan en Fox News

La doctora Li-Meng Yan, quien trabajaba en la Universidad de Salud Pública de Hong Kong, escapó del país el pasado abril para revelar al mundo sus aprensiones con la forma en que el gobierno de Xi Jinping ha manejado la crisis. Su decisión de escapar obedece, según ella, a que si se hubiera quedado en China lo más probable es que la habrían encarcelado o incluso “desaparecido”.

“La razón por la que vine a los Estados Unidos es porque quiero llevar la verdad sobre el Covid” afirmó a Fox News, canal de corte conservador y muy cercano a las políticas del presidente Donald Trump, desde una ubicación secreta el pasado 11 de julio. Cree que su vida está en peligro y afirma que aún le pesa saber que es muy probable que nunca pueda volver a su país, ni ver a su familia o a sus amigos nuevamente.

Su testimonio cuenta la historia de importantes encubrimientos en las esferas más altas del gobierno, y expone la actitud compulsiva del presidente Xi Jinping y del Partido Comunista Chino por controlar la narrativa en torno al virus y las verdaderas implicancias de este. “Lo que China sabe y cuando lo sabe es muy diferente que aquello que da a conocer al resto del mundo” sentencia la científica hongkonesa.

Yan reportó sus descubrimientos sobre el potencial de contagio del virus a su supervisor el 16 de enero, sin embargo, este habría respondido con un simple “quédate en silencio y ten cuidado”. También alertó sobre una supuesta complicidad entre la Organización Mundial de la Salud y el Partido Comunista Chino, y cómo esta, a pesar de tener antecedentes sobre la peligrosidad del virus, no fue capaz de levantar la alerta a tiempo. “Estaba frustrada, pero no sorprendida” afirmó Yan.

Perturbar la agenda mediática del partido es, según constata la científica, algo extremadamente peligroso. “Sé cómo tratan a los soplones”, afirmó Li-Meng Yan.

La Universidad de Salud Pública de Hong Kong realizó un estudio en abril publicado en la prestigiosa revista médica The Lancet, donde estiman que la cifra real de infectados por coronavirus en Febrero en China habría sido cuatro veces más alta que aquella indicada por el Partido.

Pese a esto y con posterioridad a la aparición de Li-Meng Yan en la cadena estadounidense, la Universidad de Hong Kong emitió un comunicado donde niega tajantemente las acusaciones de la viróloga, afirmando que no tienen sustento científico y están basados en “rumores”.

Más aún, la casa de estudios asegura que la científica no participó de ninguna investigación relacionada al coronavirus dentro de la universidad, entre diciembre y enero.

¿Qué es lo cierto?

Es verdad. Sin una apertura o auditoría independiente de los datos manejados por el gobierno chino, es imposible determinar la veracidad o el grado de confiabilidad de sus cifras. Sin embargo, considerando la amplia cantidad de fuentes, testimonios, estudios y evidencia al respecto, existe una alta posibilidad de que el gobierno chino, en un afán por guardar las apariencias y mantener el control de la información, haya manipulado datos y cifras sobre las consecuencias reales del coronavirus.

Sólo el acceso a la información por parte de una comisión internacional podría sugerir una cifra específica, para saber con total exactitud qué datos pudieron haberse ocultado a los ojos del mundo.