Mario Abdo Benítez, del derechista Partido Colorado, asumió este miércoles la presidencia de Paraguay con el desafío de llegar a acuerdos con la oposición, al carecer de mayoría plena en el Congreso.

“Su partido se encuentra profundamente dividido y la oposición lo podrá acompañar si sus proyectos son genuinos, democráticos y si demuestra que su gobierno es aperturista”, dijo a la AFP el líder opositor Miguel Abdón Saguier, del Partido Liberal.

El partido Colorado cuenta con 17 de 45 senadores y 41 de los 80 diputados.

Las diferencias entre colorados son tan hondas que el saliente mandatario Horacio Cartes, de su mismo partido, no estuvo en la ceremonia.

El titular del Congreso, Silvio Ovelar, le tomó juramento como establece la Constitución.

Saguier sostuvo que los opositores serán intransigentes como lo fueron con Cartes “cuando decidió quebrar las reglas de la institucionalidad para promover su reelección”, en 2017.

En marzo de ese año, manifestantes opositores incendiaron una parte del edificio del Congreso, airados por una maniobra de senadores ‘cartistas’ en connivencia con un sector minoritario de la oposición.

Las protestas dejaron como saldo un muerto y numerosos heridos. Cartes retiró su proyecto de enmienda constitucional, pero se postuló a senador activo de la nación, cargo que finalmente no pudo asumir.

El presidente Abdo Benítez tuvo una activa participación en las manifestaciones opositoras contra Cartes.

“Coincidimos espontáneamente antes, en la defensa de la democracia. ¿Por qué no podríamos coincidir ahora en los asuntos de interés nacional?”, se preguntó Saguier.

La división entre los propios colorados le resta capital político a Abdo para encarar sus primeros 100 días.

“Este es un tiempo clave, importante para cualquier gobierno. Abdo va a tener que construir legitimidad”, dijo a la AFP el analista argentino Daniel Montoya.

La oposición plantea reformas fundamentales en el sistema electoral en base a sugerencias de la Unión Europea.

“Yo voy a respetar las instituciones”, dijo el flamante gobernante a periodistas poco antes de su toma de mando.

“Quiero demostrar que mi compromiso es con el futuro de la República”, agregó el político de 46 años, hijo del exsecretario privado del dictador Alfredo Stroessner.

Abdo Benítez debe resolver un aumento de impuestos para reducir la desigualdad -la pobreza se estima en un 26,4%, según cifras oficiales- así como corregir la alta tasa de informalidad de su economía, calculada en 40%, una de las más altas de la región.

A la ceremonia de toma de mando en Asunción asistieron los presidentes Mauricio Macri, de Argentina; Michel Temer, de Brasil; Tabaré Vázquez, de Uruguay; Evo Morales, de Bolivia; Iván Duque, de Colombia; Jimmy Morales de Guatemala; y Tsia Ing Wen, de Taiwán.

Contra la corrupción

Abdo toma el mando presidencial en una semana marcada por movilizaciones ciudadanas para repudiar la corrupción política, una efervescencia transmitida por contagio de los escándalos en varios países de la región.

El presidente admitió en una entrevista con la AFP meses atrás que “la justicia es la pata renga de nuestra democracia” y en su última intervención ante periodistas el lunes, expresó que espera cambios y “una justicia valiente e independiente” para resolver los casos.

Aunque no hay procesos en curso, Paraguay figura como uno de los países con más alto índice de percepción de corrupción en el mundo, en el puesto 135 sobre un total de 180.

Progresos en la economía

Oficialistas y opositores admiten progresos en la macroeconomía.

“Dejamos un país ordenado y más transparente”, dijo a la AFP Santiago Peña, exministro de Hacienda del gobierno de Cartes.

En Paraguay la inflación no superó el 8% anual los últimos 10 años y el FMI prevé un crecimiento del PIB de 4,5% para 2018 y 2019, panorama privilegiado en función de la situación de los países de la región, según Peña.

La energía hidroeléctrica que Paraguay comparte con los gigantes Brasil y Argentina es su credencial para producir el despegue.

La asunción de Abdo coincide con el próximo finiquito de las deudas por la construcción de las represas Itaipú (con Brasil) y Yacyretá (con Argentina).

La coyuntura le da pie para planificar nuevos endeudamientos.

Pero al respecto, Mateo Balmelli, analista político alineado en la oposición, advirtió que “la deuda externa es dinero para hoy, hambre para mañana”.

“Y es peor, en un ambiente terrible de corrupción”, observó.