Las Fuerzas Armadas brasileñas entraron este viernes, en una prisión del estado de Roraima, en el norte del país, en busca de armas y drogas. Su primer operativo desde que el Gobierno las movilizara ante la brutal ola de violencia en las cárceles del país.

Un total de 335 militares ingresaron por la mañana en la cárcel de Monte Cristo, donde, el pasado 6 de enero, un enfrentamiento entre presos dejó 33 muertos, para proceder a su “rastreo” con detectores de metales, máquinas de rayos X y escáners que se usaron en los Juegos Olímpicos de Rio.

Después que 250 hombres de la Policía Militar y Civil, comandados por las autoridades regionales, aislaran a los presos, los militares empezaron a inspeccionar celdas, tejados, túneles y el área administrativa buscando armas, explosivos, celulares y drogas, explicó el ministro de Defensa, Raúl Jungmann.

“Las armas, las municiones, los cuchillos son factores que hacen que la tragedia aumente, que incrementan su salvajismo y su violencia de una forma inaceptable”, dijo el ministro en una conferencia de prensa.

Constitucionalmente, los militares no pueden encargarse del control de as prisiones. Ante las críticas suscitadas por esa nueva atribución, el gobierno de Michel Temer enfatizó que los uniformados se limitarán a “limpiar” las cárceles donde no haya riesgo de rebelión.

“Las Fuerzas Armadas no tuvieron ningún contacto con los presos” de Roraima, aclaró Jungmann, que, además, informó que el operativo está siendo monitoreado por la fiscalía militar.

La grave crisis que atraviesa el sistema penitenciario brasileño -cuyo hacinamiento facilita que los grupos criminales tengan ahí su centro de operaciones- se evidenció este 2017.

Cerca de 140 presos murieron desde inicios de año, cuando empezó un sangriento enfrentamiento entre el poderoso Primer Comando de la Capital (PCC) de Sao Paulo y el Comando Vermelho de Rio de Janeiro y sus aliados, por el control del narcotráfico en el país.

El 1 de enero, ese conflicto cobró 56 vidas en una cárcel de Manaos al norte, que siguió días después con los 33 muertos de Roraima.

El 14 de enero, el horror se repitió en una prisión de Natal, otra localidad brasileña, que acabó con 26 muertos. Las bandas en disputa de esa cárcel mantuvieron una alta tensión durante días, que se trasladó incluso con incendios y atentados en las calles y obligaron al gobierno a enviar tropas para patrullar la ciudad.

Los penales del gigante latinoamericano operan a un 167% de su capacidad, una superpoblación que los expertos ven como el caldo del cultivo ideal para el dominio de las bandas.