Concluyó la Cumbre Mundial sobre el Cambio Climático. La imponente COP26. Y, como se temía, culminó en una aparatosa declaración, que llamaron Acuerdo Global, y que no apunta más allá de “mantener viva la esperanza” de frenar el recalentamiento de la atmósfera terrestre a no más de 1,5 grados celsius.

En cuanto a los aportes financieros para aplicar medidas concretas de reemplazo a los polucionantes combustibles fósiles, solo se limitaron al acuerdo alcanzado en Roma por el Grupo de los 20, que contempla aplicar un impuesto del 15% a las ganancias de las empresas multinacionales. Un impuesto cuya aplicación es muy dudosa.

Pero los compromisos reales alcanzados hacen prever que el recalentamiento de hecho puede alcanzar por lo menos 2,4 grados, lo que implica grave aumento del nivel del mar, junto a catástrofes climáticas con sequías desastrosas, diluvios devastadores, huracanes, tornados y tifones, además de incendios forestales peores que los de los últimos dos años.