El estallido de un auto bomba seguido de un tiroteo sacudieron Kabul este martes, dejando al menos 28 muertos y 327 heridos, en el primer ataque de los insurgentes talibanes en la capital afgana desde el inicio de su “ofensiva de primavera“.

Una explosión de gran potencia se produjo, en una hora de gran afluencia, contra un edificio del Directorio Nacional de Seguridad (NDS), la principal agencia de inteligencia afgana.

Los rebeldes islamistas reivindicaron este ataque suicida con auto bomba, una táctica empleada habitualmente contra las fuerzas afganas desde que comenzaron su insurrección en 2001 a raíz de la caída del régimen talibán.

De las 327 personas que resultaron heridas con la explosión, “muchas se encuentran en estado grave”, informó el ministerio de Salud afgano.

“Condenamos en los términos más firmes el ataque terrorista ocurrido esta mañana en el barrio de Puli Mahmood Khan de Kabul”, señaló la presidencia afgana.

Saha Marai | Agencia UNO

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“La primera explosión fue causada por un atentado suicida con auto bomba. Uno o dos insurgentes podrían seguir resistiendo dentro”, indicó Sediq Sediqqi, portavoz del ministerio del Interior.

Los talibanes recurren con frecuencia a los atentados suicidas contra la policía, el ejército y los servicios de inteligencia, considerados por los insurgentes como “lacayos” de las fuerzas extranjeras desplegadas en Afganistán.

La deflagración fue tan potente que rompió las ventanas de edificios a varios kilómetros y levantó una espesa humareda. La comunidad aledaña sintió vibrar las casas cercanas y las sirenas de la policía resonaban en toda la ciudad.

Zabihula Mujahid, el portavoz habitual de los talibanes, aseguró que sus combatientes habían logrado entrar en las oficinas del NDS, y aunque los responsables afganos no confirmaron esa información, periodistas de AFP pudieron oír disparos cerca del complejo.

Según la misma fuente, estos edificios serían utilizados actualmente por la presidencia.

Ataques de gran envergadura

Los talibanes anunciaron hace justo una semana el inicio de su “ofensiva primaveral”, “Operación Omari” en honor al fundador de los talibanes, el Mulá Omar, cuya muerte fue anunciada el año pasado.

El movimiento islamista ya advirtió de que “emplearía ataques de gran envergadura contra posiciones enemigas” durante esta ofensiva, especialmente contra los 13.000 soldados de la OTAN presentes en el país y de los que exigen su retirada.

Los insurgentes lanzaron el viernes un asalto contra Kunduz, la gran ciudad del norte, que lograron ocupar y controlar durante varios días el otoño pasado.

El ejército, solo en primera línea desde el fin de la misión de combate de la OTAN a finales de 2014, logró hacer retroceder esta ofensiva sobre Kunduz.

Para tratar de acabar con el conflicto, el Gobierno afgano intenta relanzar las conversaciones de paz, estancadas desde el verano tras el anuncio de la muerte del mulá Omar.

Además de los talibanes, que tienen como nuevo líder al mulá Ajtar Mansur, las fuerzas afganas se enfrentan también al grupo Estado Islámico (EI), formado en parte por facciones disidentes talibanes e implantado sobre todo en el este del país, en la frontera con Pakistán.

Ante ellos, el ejército y la policía afgana se han visto desbordados. Los insurgentes han abierto frentes en todo el país, especialmente en el norte, una región que hasta ahora gozaba de cierta estabilidad.

El año pasado, “en torno a 5.500 soldados y policías afganos” murieron combatiendo a los distintos grupos radicales, según el jefe de la misión de la OTAN.

La salida de los soldados extranjeros es una de las principales exigencias de los talibanes para volver a la mesa de negociaciones. El año pasado hubo una primera negociación directa en Pakistán pero se interrumpió bruscamente tras el anuncio de la muerte del mulá Omar.

Representantes de Pakistán, China y Estados Unidos se reúnen periódicamente en Islamabad y Kabul con responsables afganos desde el mes de enero, hasta ahora sin resultados.