El ejército ucraniano sufrió el jueves un serio revés con la pérdida simbólica del aeropuerto de Donetsk, abandonado a los rebeldes separatistas, en un momento en que parece avecinarse otro estallido de los combates tras la muerte de 41 personas en las últimas 24 horas, el peor balance desde septiembre.

Pocas horas después del encuentro el miércoles de los ministros de Exteriores ucraniano, ruso, francés y alemán en Berlín para continuar las conversaciones de paz, llegaba la noticia de la muerte de 13 civiles en un trolebús bombardeado en Donetsk, el peor ataque desde la firma de los acuerdos de paz de Minsk en septiembre.

Las acusaciones cruzadas por el bombardeo entre el gobierno ucraniano y Moscú no se hicieron esperar.

“Por estos ataques terroristas, los civiles ucranianos sufren. Rusia debe detener a los terroristas (como se refiere Kiev a los rebeldes)”, dijo el ministro ucraniano de Exteriores, Pavlo Klikin, mientras su homólogo ruso, Sergei Lavrov, acusaba a su vez al gobierno ucraniano de estar detrás del ataque.

Se trata de “una provocación grosera para boicotear el proceso de paz”, aseguró Lavrov en un comunicado.  

La matanza se producía solo 8 días después de la muerte de otros 12 civiles en un autobús bombardeado cerca de Volnovakha, a 35 kilómetros al sur de Donetsk, ataque del que Kiev y los rebeldes se también acusan mutuamente.

Según el ejército, diez soldados ucranianos han muerto en las últimas 24 horas en el este del país, a lo que se suman ocho víctimas civiles, en Lugansk, y 10 más en Gorlivka, en la región de Donetsk.

Desfile de prisioneros

En el frente militar, el conflicto ha vivido un punto de inflexión con el anuncio de retirada de las tropas ucranianas del aeropuerto de Donetsk, posición estratégica y simbólica pese al actual estado ruinoso de la infraestructura. Los bandos peleaban por su control desde mayo. 

Los rebeldes lanzaron una gran ofensiva el 15 de enero para hacerse con las posiciones defendidas por los soldados ucranianos, apodados “ciborgs” y elevados a la categoría de héroes por Kiev. 

El domingo, el ejército aseguró que había repelido el ataque, pero al final debieron abandonar su posición, en la nueva terminal del aeropuerto. 

“Hemos fracasado en mantener el control de la nueva terminal”, admitió un consejero del presidente Petro Poroshenko, Yuri Biriukov, si bien aseguró que el aeropuerto “era y sigue siendo una línea de frente”.

El fracaso es si cabe mayor, habida cuenta que en agosto las tropas de Kiev debieron retirarse igualmente del aeropuerto de Lugansk, la otra región secesionista. 

El comandante del batallón Azov y diputado del partido Frente Popular, Andrei Boletski, no podía esconder su amargura: “Negociar ahora es estúpido, malvado y una traición. Tras una derrota no se puede esperar un armisticio en buenos términos. No hay nada más humillante e idiota que esperar la compasión del enemigo”, escribió en su página de Facebook.

Pero los rebeldes no parecen pensar en esos términos. Poco después, una veintena de soldados ucranianos fueron obligados a desfilar entre el aeropuerto de Donetsk y el lugar donde se produjo el bombardeo al trolebús, para ser exhibidos ante la multitud indignada.

Los prisioneros fueron obligados a arrodillarse frente a la multitud, que los abucheó, lanzándoles objetos y trozos de cristal.

El ministro de Exteriores ucraniano prefirió considerar la situación en términos de “batalla diplomática” con el gobierno ruso, una batalla en la que, según él, “nadie ha ganado ni perdido”. La situación, mientras, se vuelve más y más compleja sobre el terreno. 

Desde el inicio del conflicto en abril, con la anexión de Crimea por parte de Rusia y el despertar de los separatismos prorrusos en el este del país, más de 5.000 personas han muerto en los combates entre las tropas leales a Kiev y los insurgentes, según la OSCE.