En manos de tres directoras -Carolina Araya, Carola Rebolledo y Nelda Muray- la versión 2014 de “Chañarcillo” llega al escenario con algunos elementos del formato del “gran espectáculo”: multitudinario, colorido, coreográfico y musical.

Un teatro de acción que privilegia la anécdota, opción que deja en segundo plano, aunque no fuera la intención, las particularidades de una dramaturgia histórica, cuyo eje es el personaje colectivo que coexiste con poderosos personajes individuales.

En este sentido, el perfil de espectáculo de amplio despliegue visual se contradice con lo que plantean sus realizadores, quienes definen a “Chañarcillo” como una de las obras claves de la dramaturgia continental.

Efectivamente, la obra aporta a nuestro país, en el remoto 1937, un teatro de fuerte contenido social, con su derivada política inevitable, dándole categoría fundacional al texto de Antonio Acevedo Hernández (1886-1962), Premio Nacional de Artes,1954.

Perfil cultural

“Chañarcillo” alude al nombre de una rica mina de plata que se descubrió en 1832, a 43 kilómetros al sur de Copiapó.

Fue tal el impacto que provocó la existencia del tercer yacimiento más grande de América, que atrajo a cientos de afiebrados, chilenos y extranjeros, que soñaban con encontrar su propia veta y hacerse ricos.

En este rico ambiente convulsionado en el que coexisten sueños y pasiones profundas debían moverse las veintiún actores, actrices, músicos y cantantes de esta versión de “Chañarcillo”.

Sin embargo, más allá de construir una ficción y contar una anécdota a partir de la realidad, el autor quería instalar el perfil de una cultura popular que incluye el folclor y la religiosidad.

Y, en el centro, la clase trabajadora minera con sus dolores y esperanzas de justicia.

Acevedo Hernández, autodidacta de vida muy precaria, trabajó con compañías de teatro obrero y se vinculó desde joven al movimiento anarquista de la época, participando en grandes huelgas de principios del siglo XX.

Sueños y pasiones

La versión de “Chañarcillo” 2014 se centra en una taberna, tradicional lugar de encuentros y desencuentros, donde las pasiones están a flor de piel y que el montaje enfatiza.

Llegan trabajadores, ex ricos mineros que han perdido todo.., armados con puñales, corvos o armas de fuego.

Hay trago, amor y carnalidad, celos, defensas de territorios y espacios, discusiones, peleas, maltrato a mujeres, actitudes de héroes, música folclórica y bailes populares.

Y un relato paralelo que a todos mantiene en vilo, cuando “Suave” y “Chicharra” se arriesgan en el desierto tras la veta de plata soñada.

En el plano del diseño, el montaje ofrece alternativas paradójicas. En vestuario la opción es muy ornamentada, elegante y colorida en las mujeres y algunos hombres, con texturas y diseños en mantas y vestidos que evocan la cultura altiplánica (o mexicana).

La escenografía corresponde a una estructura que incluye un segundo piso, separado por un velo que permite ver imágenes sugerentes y atractivas. En el primer piso, además de un plano inclinado, se advierten pocos elementos de utilería, lo que permite el desplazamiento libre del numeroso elenco. En el costado izquierdo del escenario se sitúa el recurso escénico que sostiene este montaje: el factor musical (dirección de Andrea Andreu), en especial, el arpa y la arpista que, junto a las guitarras, el canto y el baile folclórico, construyen un espacio de cultura popular profunda.

Leopoldo Pulgar

Leopoldo Pulgar

Son instantes en que despierta la vitalidad y se advierte un elemento esencial de la dramaturgia de Antonio Acevedo Hernández.

Leopoldo Pulgar Ibarra
Periodista

Matucana 100. Jueves a Sábado, 20.00 horas; Domingo, 19.30. General, $ 5.000; Estudiantes y Tercera Edad, · 3.000; Jueves, $ 2.000. Hasta el 14 de Septiembre.