Empleados del sector textil bangladesí chocaron este viernes con la policía en medio de una manifestación que reunió a centenares de miles de personas, que atacaron las fábricas y volcaron vehículos tras el derrumbe esta semana de un edificio construido ilegalmente, en donde funcionaban talleres, que dejó casi unos 300 obreros muertos.
La policía disparó balas de goma y gases lacrimógenos contra una multitud encolerizada en Savar, en los alrededores de la capital Dacca, donde el Rana Plaza, un edifico de ocho pisos, se derrumbó el miércoles como un castillo de naipes.
Esta catástrofe -la peor en la historia industrial del país- reactivó la polémica sobre las condiciones laborales en la industria textil de Bangladesh, un país muy pobre del sur de Asia que abastece a importantes marcas de ropa occidentales.
“La situación es muy inestable. Cientos de miles de obreros participan en la manifestación. Hicimos uso de balas de goma y de gases lacrimógenos para dispersarlos”, declaró un responsable policial sobre la manifestación organizada dos días después de la tragedia.
Los obreros atacaron fábricas, hicieron volcar coches, quemaron neumáticos en la carretera e intentaron prender fuego a tiendas a lo largo del recorrido de esta manifestación masiva, precisó por su parte Mustafizur Rahman, el número dos de la policía de Gazipur, a las afueras de la capital, Dacca. También provocaron el cierre de talleres textiles.
“Exigen el arresto y la ejecución de los propietarios de los talleres y del edificio que se derrumbó en Savar”, cerca de Dacca, contó a la AFP.
Decenas de sobrevivientes eran socorridos dos días después del accidente. Los equipos de rescate extrajeron este viernes 45 sobrevivientes más de los escombros del edificio de ocho pisos que se derrumbó el miércoles.
“Hoy hemos rescatado a 45 personas, 41 de las cuales fueron halladas en el mismo lugar, vivas”, en los escombros del cuarto piso del edificio, declaró a la AFP el jefe nacional de los bomberos, Ahmed Ali.
“Hallamos entre 20 y 25 personas más en otro lugar, pero es muy difícil llegar hasta ellas, que siguen vivas”, agregó.
Un oficial superior de la policía indicó por su lado que el balance provisional seguía subiendo y que ahora era de 290 muertos, entre ellos un alto porcentaje de mujeres.
“El olor es fétido, a veces tenemos ganas de vomitar. Es difícil trabajar más de 20 minutos seguidos”, aseguró Mohammad Taraq, empleado de un taller que se sumó a los centenares de voluntarios que trabajan día y noche en las labores de rescate.
Un cúmulo de cemento y acero
Las quejas y los llamados de socorro de las víctimas sepultadas guiaban el agotador trabajo de rescate, en medio de un lugar que parece haber sufrido un violento sismo.
“Aún no he encontrado a mi hijo” se lamentaba una granjero originario del sur del país, tras haber inspeccionado los últimos cuerpos extirpados del cúmulo de cemento y acero torcidos.
La catástrofe reabre la controversia sobre la seguridad de la industria textil en Bangladesh, que suministra a muchas marcas occidentales.
El inmueble albergaba cinco talleres vinculados a la marca española Mango y a la británica Primark, las únicas que confirmaron sus relaciones con los talleres del Rana Plaza, donde trabajaban unas 3.000 personas.
En noviembre, un incendio en un taller textil cerca de Dacca se cobró la vida a 111 empleados, en su mayoría mujeres, lo que ya provocó una polémica sobre las condiciones de trabajo y de seguridad de los obreros de esta industria.
Hace unos treinta años que Bangladesh se lanzó en la confección para la exportación y logró hacer del sector una punta de lanza de su economía.
Con años de crecimiento a dos cifras gracias a las 4.500 plantas textiles ayudaron a este país desfavorecido de Asia del Sur con 153 millones de habitantes a reducir su pobreza endémica a un ritmo más rápido que su vecino, el gigante indio.