Con la detención el miércoles del hombre más rico del país por corrupción, el gobierno serbio logró un efecto mediático, aunque los analistas consideran que está lejos de erradicar el problema.

La policía ya había interrogado en dos ocasiones en los últimos diez días al influyente millonario Miroslav Miskovic, de 67 años, que en 2007 figuraba entre los 1.000 hombres más ricos del mundo en una lista establecida por la revista Forbes.

Cercano a todos los gobiernos que se han sucedido desde los años 1990, Miskovic es sospechoso de haber desviado más de 30 millones de euros durante la privatización de varias empresas relacionadas con la construcción de carreteras.

Según el jefe de la policía, durante su detención, Miskovic amenazó al vice-Primer ministro Aleksandar Vucic, encargado de la lucha contra la corrupción y el crimen organizado. Los abogados del empresario desmintieron esta información.

Instalado hace seis meses, este gobierno nacionalista planteó como prioridad la lucha contra la corrupción, requisito impuesto por la Unión Europea a Belgrado en sus gestiones para adherir a la UE.

Miskovic amplió en toda la región en la última década sus negocios, que abarcan los campos de la producción de productos alimentarios, sector inmobiliario, comercio al detalle y seguros.