Hace unos días se conocieron escalofriantes datos relacionados con la evasión en el pago de la tarifa del Transantiago. De acuerdo a datos entregados por el Gobierno, en febrero se alcanzó un 27,7% de personas que simplemente no pagaron su pasaje.

Según la Unidad de Fiscalización del Ministerio de Transportes, en febrero la evasión en el transporte público capitalino alcanzó su punto más alto desde que se mide (mayo de 2007), generando pérdidas de 92 millones de dólares al año.

Entre las excusas esgrimidas para no cancelar, están el alza reiterada en la tarifa, pero mayormente se argumenta que el servicio es de muy mala calidad.

A fin de cuentas se trata de robar al Estado simplemente porque éste no ofrece un servicio de transporte digno, como si este acto de “rebeldía” contra el sistema ayudara a solucionar al problema.

La lógica es muy coherente a la idiosincrasia chilena, que intenta aprovechar al máximo una oportunidad de conseguir algún beneficio por el mínimo esfuerzo. Quedó demostrado en los saqueos del 27/F, donde se robaron incluso retretes y cañerías de cobre.

Claramente la evasión no se soluciona con campañas publicitarias que incluyan jingles pegajosos, sino que ésta se combate mediante el castigo donde más duele…en la billetera. Lo anterior, pensando en que de acuerdo a los datos gubernamentales, de los 100 citados por evadir, apenas 27 pagaron la multa de 17 mil pesos.

Las nefastas consecuencias de no pagar en el Transantiago

Sin embargo, además de convertirse en un hoyo financiero, el sistema de transporte público santiaguino provoca otros problemas en regiones, las que no cuentan con locomoción colectiva de buen nivel.

Si el Transantiago no generara tanta pérdida y obligara al Estado a subvencionarlo una y otra vez, probablemente en regiones gozaríamos de sistemas integrados decentes.

¿Usted sabía que el sistema del Transantiago estaba pensado originalmente para ser testeado en la región del Bío-Bío antes de ser implementado en la Metropolitana? Pues bien, los ingeniosos de siempre creyeron que era mejor hacerlo funcionar en Santiago, especialmente si se estaba ad portas de una elección presidencial.

Pero más que lamentar errores consumados, queda el sentimiento de enojo ante el egoísmo de ese “revolucionario” que está convencido en que no debe pagar su pasaje porque el servicio es deficiente, generando esas pérdidas que bien podrían ser ocupadas en otros menesteres.

Dineros que podrían mejorar el Biotrén para descongestionar los puentes que cruzan el río Bío-Bío, aliviando el gran problema que sufren cada mañana los vecinos de San Pedro de la Paz, por dar un ejemplo.

Con esos fondos se podría evitar que los estudiantes esperen en largas filas en calles Castellón con Los Carreras de Concepción, para tomar una de las micros a Coronel-Lota.

Es más, esas platas podrían permitir implementar el sistema de tarjeta prepago para que la locomoción colectiva funcione durante la madrugada, y no depender de taxis colectivos que cobran cifras exorbitantes que a veces superan el costo de un pasaje desde la capital penquista a Santiago.

¿Se da cuenta que su acto de rebeldía no sirve para nada más que aumentar los problemas? Créame, si usted está descontento con el servicio, hay mil y una forma de expresar su descontento sin afectar a quienes sufrimos peripecias por lograr llegar a tiempo al trabajo apretujados en la micro, pero que sin embargo pagamos el pasaje como cualquier hijo de vecino.