El jefe de la diplomacia francesa, Alain Juppé, respaldado por un recorrido casi impecable en los siete meses que lleva en la cancillería, se está posicionando como pilar de la derecha en el poder, e inclusive como recurso para suplantar a Sarkozy si llegara a desistir de un segundo mandato en 2012.

Tras un largo periodo ausente del mapa político luego de ser condenado en 2004 a 14 meses de prisión en suspenso y a un año de inelegibilidad por un caso de corrupción en la alcaldía de París en los años 90 parece haber quedado lejos, Juppé volvió a la escena a sus 66 años.

“El mejor de nosotros” como lo calificara el ex presidente francés Jacques Chirac, volvió al gobierno, esta vez el de Sarkozy, dando la impresión de que ya no tenía (más) nada que perder.

Y sin embargo en siete meses, sus éxitos en el orden internacional siguen alimentando su buena imagen ante sus compatriotas.

El jueves será, por ejemplo, el invitado estelar de un programa político por televisión centrado en temas de sociedad.

Juppé cultiva esa popularidad entre la opinión pública durante los varios días por semana que permanece en Burdeos (sudoeste), ciudad de la cual es alcalde desde hace años. Y desde allí interviene sobre diversos asuntos de actualidad: desde las primarias socialistas hasta el reconocimiento del casamiento entre personas del mismo sexo.

Aunque hace unos meses anunció que sería candidato a las elecciones legislativas de 2012, su sueño es acceder a la jefatura del Estado y ése es su tema predilecto, en privado.

Oficialmente se declara leal a Nicolás Sarkozy, abrigando esa opción sólo si el actual presidente renunciara a un segundo mandato.

“Si, por razones que hoy son sumamente improbables, y que tampoco deseo, él no estuviera en condiciones de presentarse, pues bien, probaría mi suerte”, afirmaba Juppé en junio pasado.

En la actualidad, y sobre el mismo asunto, es decir la posible defección del presidente, su popularidad está en alza frente a una imagen cada vez más deteriorada de Sarkozy debido a la persistente crisis económica y a los escándalos político-judiciales que alcanzan a varios de sus allegados.

Autora del libro “Juppé, l’orgueil et la vengeance” (Juppé, orgullo y venganza), cuyos extractos publica esta semana la revista francesa Le Point, Anna Cabana afirma que el ministro siente un odio feroz mezclado con fascinación hacia el presidente.

Hace unos meses, su nombre circulaba en la prensa como futuro primer ministro en caso de que Sarkozy fuese reelegido.

Juppé dirigió el gobierno de Francia entre 1995 y 1997, periodo marcado por una prolongada huelga de los transportes públicos en rechazo a sus proyectos de reforma del sistema de jubilación.

En la última semana y luego de que la derecha en el poder perdiera por primera vez la mayoría en el Senado, varias voces se levantaron para sugerir que Alain Juppé podría ser un mejor candidato a la presidencia que el actual inquilino del Elíseo.

“Si hay una posibilidad en diez millones de que sea candidato, lo hará a fondo”, afirma uno de sus allegados, el secretario de Estado de Vivienda, Benois Apparu, al diario Le Parisien.

Su regreso a la escena política nacional e internacional comenzó a fines de 2010 cuando ocupó el ministerio de Defensa. En marzo volvió a la Cancillería, que había dirigido entre 1993 y 1995.

Las revoluciones en el mundo árabe, la solución de la crisis en Costa de Marfil, su rápida adhesión a Sarkozy para derrocar a Muamar Gadafi -tras sus reticencias a una intervención militar en Libia- y la situación en Medio Oriente, son algunos de los asuntos de actualidad que le permitieron lucirse, contrariamente a sus predecesores.

“Si Nicolás Sarkozy tuviera un poco de dignidad anunciaría su decisión de no presentarse” en 2012, afirmaba esta semana el diputado soberanista Nicolás Dupont Aignan, tras la victoria de la izquierda en la cámara Alta por primera vez desde 1958, diciendo en voz alta lo que quizá otros también piensan.