Una multitud acompañó bajo la lluvia en Buenos Aires al cortejo fúnebre con el féretro del ex presidente argentino Néstor Kirchner, trasladado luego en avión hacia Río Gallegos, en el sur del país, donde recibía sepultura la noche del viernes.

Kirchner

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La última imagen fue la del ataúd del hombre fuerte de la política argentina, cubierto con una bandera y llevado a pulso por la escolta presidencial de Granaderos hasta el avión, con la presidenta Cristina Fernández caminando detrás, protegida por un paraguas negro.

La mandataria hizo el recorrido hasta la escalerilla junto a sus hijos Máximo y Florencia y subió al avión de la Fuerza Aérea para acompañar los restos de su esposo hasta la ciudad natal del ex mandatario, a 2.800 km al sur de Buenos Aires.

El cortejo, encabezado por la presidenta y sus hijos, partió pasado el mediodía por la explanada de la Casa Rosada (gobierno), tras 26 horas de velatorio en el salón de los Patriotas Latinoamericanos.

A la salida, la caravana avanzó con dificultad rodeada por decenas de policías que apenas podían contener a la multitud que, en medio de apretujones, se agolpaba alrededor del vehículo cerrado que transportaba el féretro.

A mitad de camino, la Presidenta bajó de su auto y reprendió a los oficiales por golpear y empujar a la gente que se abalanzaba sobre el auto, lo que generó sorpresa y aplausos de los presentes.

Bajo la lluvia, la gente arrojaba flores y papelitos al paso de la caravana que al principio avanzaba a paso de hombre pero luego tomó velocidad, lo que no impidió que muchos llegaran con sus banderas hasta el Aeroparque, en la zona norte de la capital.

Militantes y simpatizantes siguieron al cortejo, entonando cánticos políticos en un clima poco solemne y más parecido a una manifestación que a un funeral.

El ex presidente (2003/2007) y líder del peronismo murió el miércoles a los 60 años de una crisis cardíaca cuando se encontraba en El Calafate (Santa Cruz, sur) junto a su mujer.

Sus restos fueron traídos a la capital argentina para un funeral cívico de 26 horas en la Casa Rosada, tras lo cual regresaban a su provincia natal para el sepelio.