Durante 2009, muchos pensaron que se trataba de una broma el particular invento que la científica ucraniana, Elena Bodnar, propuso al mundo como parte de su trabajo en el trMRI, institución que busca el desarrollo de nuevas tecnologías para enfrentar emergencias catastróficas.
Porque claro, quien iba a tomar con seriedad un “sostén de emergencias”, cuya crucial misión es convertir cada una de sus copas en una máscara de seguridad contra sustancias tóxicas, una solución inspirada -por cierto- en el desastre de Chernobyl en 1986, que su creadora tuvo el infortunio de presenciar.
Y de la indiferencia se pasó a la risa cuando el inventó ganó uno de los infames premios Ig Nobel, dedicados a celebrar los estudios o dispositivos más absurdos de la ciencia, premio que Bodnar recibió con estoicismo.
“Damas y caballeros, ¿acaso no es maravilloso que las mujeres tengamos dos pechos en vez de uno? Así no sólo podemos salvar nuestra propia vida sino también la del hombre que nosotras elijamos”, declaró sonriente en su discurso de aceptación.
Pero cual historia de la cenicienta, el vilipendiado brassiere se cobró su revancha esta semana, luego de anunciarse que desde este 28 de septiembre estará disponible comercialmente nada menos que en el Museo del MIT en Cambridge y en su propio sitio web, EBbra.com
La prenda, disponible en un sexy rojo eléctrico, cuesta 29.99 dólares (poco más de 14 mil pesos) y funciona bajo parámetros básicos: sacar el sostén, desprender las copas, atarlas y, bueno, respirar. Pero no sólo eso, ya que también funciona como un sostén de amamantamiento o como un sostén sin sujetadores, disponible en copas desde 32B a 40C (aunque Bodnar asegura que en caso de emergencia, el tamaño no importa).
Y para el hombre precavido, la tienda también tiene poleras que con una flecha hacia el lado indican “Ella se quita el sostén por mí”. Noble, sin lugar a dudas.