La decisión del gobierno venezolano de vetar al embajador nombrado por Estados Unidos por unas polémicas declaraciones enturbia de nuevo las tensas relaciones bilaterales, ya que una marcha atrás por parte de Caracas o Washington sería vista como una derrota política, según expertos.
En agosto, el gobierno de Hugo Chávez pidió a su par estadounidense Barack Obama que retirara al nuevo embajador, Larry Palmer, después de haberle dado el beneplácito, debido a que éste aseguró, durante su proceso de ratificación, que creía en la presencia de guerrillas colombianas en Venezuela y criticó la influencia cubana en el ejército de este país.
“No puede venir de embajador. El mismo se inhabilitó rompiendo todas las reglas de la diplomacia. Se metió con todos nosotros. No puede venir acá”, dijo Chávez, exhortando a Obama a “buscar otro candidato”
Para que su nombramiento sea un hecho, el diplomático debe ser aún ratificado por el Senado.
“Al día de hoy, Palmer no viene a menos que haya un gesto significativo, que se excusen de forma formal”, aseguró una fuente diplomática venezolana a la AFP.
Por su parte, el departamento de Estado en Washington reitera que no recibió ninguna notificación oficial sobre el veto de Venezuela.
“Nosotros todavía creemos que es un buen diplomático y un buen interlocutor. El es aún nuestro embajador designado y seguimos comprometidos con su nombramiento”, declaró un portavoz estadounidense la semana pasada.
“Confiamos en que el Senado lo confirme y en que Venezuela entienda que es el hombre adecuado para ayudar a mejorar las relaciones entre Washington y Caracas”, agregó el portavoz del departamento de Estado.
Según fuentes diplomáticas venezolanas, el gobierno de Chávez, que vende diariamente a Estados Unidos casi un millón de barriles de petróleo, tiene dos opciones: Bien retirar oficialmente el beneplácito entregado a Palmer, bien declararlo persona non grata una vez que lo ratifique el Senado.
“Y en cualquiera de los dos escenarios, se le echará la culpa a Venezuela”, lamentaron estas fuentes.
Para el ex director de Asuntos Internacionales del Departamento de Seguridad Nacional, Cresencio Arcos, “Venezuela no es cualquier país” para Estados Unidos y hay que intentar “minimizar los daños políticos” en esta situación.
“Pero otro nombramiento daría la impresión de que Obama está cediendo ante Venezuela y dejando que Chávez elija al candidato. Sería políticamente muy costoso”, declaró recientemente el experto en una teleconferencia con periodistas en Caracas.
“Estados Unidos nunca retirará a un embajador porque Venezuela lo dice. Sería algo así como ver a Obama arrodillado ante Chávez”, corroboró una fuente diplomática venezolana.
Para Arcos, la divulgación de las declaraciones de Palmer durante su proceso de ratificación, que normalmente no se hacen públicas, pudo ser una “jugada política”.
“Hay elementos en Washington convencidos de que no debemos tener un embajador en Venezuela”, opinó.
Para la analista internacional venezolana Maruja Tarre la “vía más fácil” para salir de este callejón sin salida pudiera ser que el Senado no aprobara el nombramiento.
“Pero parece que a Estados Unidos no le importa mucho tener un embajador en Caracas porque es alguien que tiene escasa relación con las autoridades venezolanas. Tal vez prefieran una representación de segundo nivel, sin un embajador”, apuntó a la AFP.
Este nuevo encontronazo diplomático es el último capítulo de una complicada relación bilateral entre el gobierno venezolano y el estadounidense.
La llegada de Obama al poder en 2008 restableció las relaciones bilaterales, rotas desde hacía meses, y pareció abrir la puerta a un nuevo diálogo. Pero Chávez no ha escatimado críticas contra su par norteamericano, al que reprocha no modificar un ápice la política de Estados Unidos en América Latina.
Por su parte, Washington reconoce tener con Venezuela la “relación más difícil” de toda la región.