Alrededor de 300 sacerdotes llegaron este sábado hasta la Catedral Metropolitana para participar de la celebración con que la Iglesia de Santiago culminó el Año Sacerdotal.

Fueron acompañados, a pesar del frío, por centenares de fieles de comunidades parroquiales, de capillas, de colegios y movimientos apostólicos.

Por más de una hora se extendió el momento de oración personal y la adoración al santísimo que fue convocado por el Papa Benedicto XVI con motivo de los 150 años del fallecimiento del Santo Cura de Ars, modelo para los presbíteros.

La eucaristía fue presidida por el cardenal Francisco Javier Errázuriz, quien regresó esta madrugada a Santiago desde Roma, donde participó en las celebraciones de culminación del Año Sacerdotal organizadas por la Santa Sede.

La misa fue concelebrada por el cardenal Jorge Medina; por monseñor Andrés Arteaga, obispo auxiliar de Santiago; por los Vicarios Episcopales zonales y ambientales; por el Deán del Cabildo Metropolitano, Monseñor Juan Suárez; por el rector del Seminario Pontificio Mayor, Monseñor Fernando Ramos; y por los sacerdotes asistentes.

La misa fue ofrecida por el Pbro. Mario Garfias quien en su mensaje sostuvo que “tenemos clara conciencia que este ministerio recibido gratuitamente lo llevamos en vaso de barro, sabemos de la fragilidad de estos instrumentos suyos que somos cada uno de nosotros y en conjunto como presbiterio diocesano ligado al obispo. No obstante reconocemos que quienes vivimos esta vocación y misión, hemos sido llamados por puro amor misericordioso del Señor que nos ama a partir de lo que somos, deseando eso sí que seamos mejores. Su proyecto para cada uno de nosotros es más ambicioso que nuestra actual realidad. El modelo es Jesucristo”, dijo el Padre Garfias.

En la homilía, Errázuriz reflexionó sobre la vocación sacerdotal. Al respecto, señaló que el sacerdocio no es un oficio, no es una profesión. Es un misterio mediante el cual quien ha sido llamado tiene una identificación total con Cristo. “Realmente nos escogió porque él quiso, no tenemos explicaciones humanas de por qué nos tocó a cada uno de nosotros, de por qué nos eligió para que estuviéramos con él (…) Hemos sido elegidos para realizar acciones salvíficas, acciones liberadoras del poder del pecado y de la muerte, acciones santificadoras. Hemos sido elegidos para realizar acciones sacramentales en el nombre de Jesucristo. ¡Es realmente extraordinario!”.

El Cardenal Errázuriz exhortó asimismo a los sacerdotes a permanecer unidos y en comunión, como miembros del mismo presbiterio, con una vocación fraterna y comunitaria. “Dios nos hizo al ordenarnos colaboradores de los obispos, y nos hizo hermanos entre nosotros; y por lo tanto que la alegría de cualquiera de nosotros sea una alegría para todos, y que el dolor de alguno de nosotros sea el dolor de todos, y que los talentos de unos sean los talentos de todos (…) Queridos hermanos, necesitamos que el pueblo de Dios tenga la experiencia de nuestra fraternidad, que la sienta con ellos. Y que nunca piense el pueblo de Dios, ni lo sienta, ni sea realidad, que existan divisiones en el presbiterio, que no hay acogimiento de los unos con los otros”.

En otra parte de su homilía, el Arzobispo de Santiago dijo que la Iglesia es Santa, pero que alberga a hermanos que son pecadores. “Queremos alejarnos de toda ocasión de escándalo y de todo escándalo en concreto. Y queremos acercarnos cada vez más a aquello que nos nos vivifica, que nos perdona. Nos queremos acercar a la gracia del Señor que nos eligió (…) Queremos que realmente se exprese en nuestra vida que somos llamados a servir a los caminos de Dios, servir a la alianza con Jesucristo y con Dios Padre y con el Espíritu Santo, y de una manera muy especial, unos de otros, hermanos e hijos de una misma familia”.