Sudáfrica celebró este jueves el 20º aniversario de la liberación de su héroe de la lucha antiapartheid Nelson Mandela tras 27 años de reclusión, en lo que fue primer signo tangible del fin de un agonizante régimen de segregación racial.

Nelson Mandela

Nelson Mandela

“Cuando traspasó las puertas de esta prisión, Mandela ya sabía que su propia libertad anunciaba que había llegado la hora de la libertad para todos”, declaró Cyril Ramaphosa, un ex rebelde convertido ahora en hombre de negocios, en una ceremonia en Paarl (sudoeste), el último lugar donde permaneció encarcelado el héroe sudafricano.

Mandela, liberado el 11 de febrero de 1990, se convirtió en 1994 en el primer presidente negro de Sudáfrica, cargo en el que permanecería hasta el fin de su mandato en 1999.

18 meses antes de su liberación, cuando ya se habían establecido contactos secretos entre el preso político más famoso del mundo y un gobierno que perdía el control de la situación, Mandela había sido trasladado al centro correccional Victor Verster, donde se le asignó una confortable residencia.

El dirigente, nacido el 18 de julio de 1918, acababa de pasar 18 de sus 27 años de detención en la prisión de alta seguridad de Robben Island, un isla barrida por los vientos frente a Ciudad del Cabo.

Ante las puertas del centro de Victor Verster, que este jueves adquirió el estatuto de monumento histórico, políticos y veteranos de la lucha antiapartheid se congregaron cerca de una estatua que representa a Mandela dando sus primeros pasos de hombre libre, con el puño en alto en señal de victoria.

Sin embargo, 16 años después de las primeras elecciones multirraciales que llevaron a Mandela al poder, 43% de los 48 millones de sudafricanos viven aún con menos de dos dólares por día.

Pero el cambio político es radical. Las leyes segregacionistas fueron abolidas, la democracia se afianzó y el país adoptó una de las constituciones más liberales del mundo.

El partido de Mandela, el Congreso Nacional Africano (ANC), ganó fácilmente todas las elecciones desde 1994. El antiguo movimiento rebelde aboga ahora por la reconciliación, y pese a estar históricamente anclado en la izquierda, trató siempre de tranquilizar a los medios económicos y de negocios.

Esta estrategia permitió asegurar hasta el año pasado un fuerte crecimiento que convirtió a Sudáfrica en el gigante económico del continente y le permitió financiar ayudas sociales para más de 13 millones de personas.

Aunque el gobierno mejoró el acceso al agua y la electricidad, queda aún mucho por hacer en los enormes barrios marginales, donde 1,1 millones de familias siguen viviendo en precarias viviendas de fortuna.

En suma, los excluidos por el antiguo régimen no han visto mejorar mucho su situación, debido especialmente al desempleo, que afecta a la mitad de la población activa del país, consecuencia directa de un insuficiente sistema educativo.

Resultado: el ingreso mensual promedio de los negros aumentó un 37,3% desde 1994, pero el de los blancos se disparó un 83,5%.

Es precisamente sobre la creación de empleos -que parece avizorarse tras una caída provocada por la recesión en 2009- que el presidente Jacob Zuma, electo en mayo pasado, debe hablar el jueves por la noche ante el Parlamento.

Nelson Mandela, por su parte, también acudirá al Parlamento, en su única aparición pública de la jornada. La delicada salud del este anciano, de 91 años, lo obliga a limitar sus intervenciones públicas.

Zuma apuesta por la presencia de su ilustre predecesor para darle mayor lustre a su discurso. Pero el actual jefe de Estado, un polígamo de 67 años, está inmerso en un escándalo suscitado por el nacimiento de su vigésimo hijo, concebido fuera de los lazos del matrimonio.