Cráteres cavados por el hombre, ríos contaminados por mercurio, cerros de tierra removida donde antes había bosques, árboles sepultados por relaves: el ecosistema de Madre de Dios, una región de la amazonía peruana, está siendo destruido por la fiebre del oro.

El Amazonas deforestado

Imagen: tabascohoy.com.mx

El panorama es el de un gran desierto surgido en medio de la jungla al sudeste -fronteriza con Brasil y Bolivia- donde la minería informal extrae anualmente 16 toneladas de oro a costa de la destrucción hasta ahora de 20.000 hectáreas de bosques tropicales, según cálculos oficiales.

Unos 30.000 trabajadores informales han establecido inmensos campamentos convertidos en ciudadelas precarias, levantadas sobre relaves en medio de charcos de agua rojiza donde ya no hay atisbos de fauna ni vegetación.

Esta porción de selva destruida amenaza zonas de reserva natural y parques nacionales que han caracterizado a Madre de Dios, un departamento pobre a unos 1.400 km de Lima donde la minería artesanal crece sin control.

“Estamos matando la selva, no se puede sembrar nada acá ahora”, dice a la AFP Paulino Chávez, un minero informal que, según confiesa, recibe de paga 25 soles diarios (ocho dólares).

“Sé que me pagan una miseria, pero no hay otras opciones”, añade Paulino, quien trabaja con sus siete hijos -la mayoría menores de edad-, desde que amanece hasta que anochece, todos escarbando en el fango en un poblado nacido casi espontáneamente llamado Delta 1.

Uno de sus compañeros de faena, Marcelino Bombilla, quien recibe la misma paga, afirma que “algo es algo, peor es nada”.

“En la ciudad no hay trabajo y no queremos ser ‘pirañas’ (ladrones); mucha gente trabaja aquí conscientemente y el gobierno debería apoyar y tratar de formalizar este problema que tiene muchos años”, agrega Bombilla.

En Delta 1, donde los mineros viven en la miseria, proliferan bares y prostíbulos, al igual que en la cercana Huaypetue, el campamento emblemático de la región que data de hace más de 30 años, ahora convertido en una sórdida ciudad de unos 20.000 habitantes.

Los mineros informales en Delta 1 se reparten en tareas como remoción de tierra con chorros de agua, utilización de dragas en un río cercano, tala de árboles a medida que se requiere de más terreno y el peligroso uso del mercurio, que se vende sin ningún control cerca de las zonas de extracción y es uno de los mayores contaminantes.