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Escuchas revelan cómo comunidad mapuche prestó apoyo armado a empresa vinculada al blanqueo de madera

09 marzo 2023 | 06:00

Un informe reservado del OS-9 de Carabineros esclarece los vínculos entre el empresario Walter Araneda, ligado al blanqueo y tráfico de madera, con una comunidad mapuche que le prestó cobertura armada para sus operaciones. Todo concluyó en una emboscada a efectivos policiales que debieron huir y ocultarse entre cerros, mientras sus vehículos terminaban quemados en una barricada. Escuchas telefónicas -que hoy devela la Unidad de Investigación de BioBioChile- permitirán al Ministerio Público y al Servicio de Impuestos Internos (SII) poner este jueves ante la justicia al comerciante.

—Podría decir que ha sido el periodo más largo y angustiante de mi vida.

Walter Araneda Parra (39) es el nombre del principal imputado que este jueves deberá enfrentar a la justicia, como consecuencia de un megaoperativo por tráfico de madera llevado a cabo en Contulmo, región del Bío Bío.

La historia policial del empresario entrelaza delitos tributarios asociados al blanqueo forestal y un violento entramado en el que también es protagonista una comunidad mapuche. De acuerdo a la indagatoria, la colectividad no sólo negoció la explotación de bosques ilegales sino que también le prestó cobertura para que el negocio se mantuviera en la impunidad.

Según informes reservados a los que accedió la Unidad de Investigación de BioBioChile, los servicios de protección terminaron plasmados en una emboscada a carabineros, quienes se vieron obligados a huir a pie entre cerros y quebradas, mientras las camionetas en que se movilizaban eran consumidas por el fuego.

“Sentí mucho temor, así que con la finalidad de evitar algún mal mayor enfundé mi arma, la cual perfectamente podría haber utilizado porque mi vida estaba claramente en riesgo”, declararía más tarde uno de los funcionarios atacados.

Sin vuelta atrás

La mañana del 29 de septiembre de 2020 por poco terminó en una tragedia. Ese día, cuatro funcionarios del OS-9 de Carabineros llegaron hasta el ingreso al valle de Elicura, una planicie verde regada por dos ríos que sirven de afluentes al turístico lago Lanalhue. Los uniformados sabían de buena fuente que una de las bandas que seguían de cerca se aprestaba a cargar y transportar madera que estaba siendo robada en ese mismo instante.

Los hechos tenían lugar en una faena emplazada en un cerro aledaño a la Comunidad Leviqueo, zona por la que debían atravesar los efectivos policiales para concretar sus labores de vigilancia. Detrás de la operación industrial, apunta la indagatoria conjunta del Ministerio Público y el Servicio de Impuestos Internos (SII), estaba justamente Walter Araneda Parra, “administrador de hecho” de la sociedad Inversiones Forestales Los Coigües SpA.

El procedimiento se salió de control poco antes de llegar al predio explotado. La historia está detallada en los testimonios que más tarde prestarían los carabineros en calidad de víctimas.

El primero en declarar fue el teniente J.P.L., quien estaba a cargo del operativo y que forma parte de un equipo especial de la policía verde oliva. En su alocución, contó que organizó a su equipo en dos parejas. Cada uno abordó una camioneta diferente: una Mazda y una Chevrolet. Iban todos vestidos de civil y los vehículos sin logo institucional.

En medio del camino, J.P.L. se percató que estaba siendo seguido por un automóvil desconocido. Intentaron orillar para emprender la retirada, pero quienes los seguían anticiparon la movida y bloquearon cualquier intento de huida. La camioneta donde iban sus otros dos compañeros de filas corrió la misma suerte.

“Nosotros cobramos”

La encerrona derivó en un diálogo que se tensionó al punto de que todo terminó en un intercambio de golpes. Los policías lograron reducir a los tres desconocidos, pero -casi al instante- éstos últimos sumaron apoyo. En total, eran cuatro carabineros, contra unos 10 agresores. Más tarde el Ministerio Público los vincularía a la comunidad mapuche ya referida.

El conato fue interrumpido de pronto, cuando J.P.L. decidió desenfundar su arma y disparar en tres oportunidades al suelo. Su actuar le valió una reprimenda de sus adversarios:

“Este weón de negro me disparó”, gritó uno de ellos. Portaba un fierro y su intervención caldeó aún más los ánimos.

“Entréguenlo a él y nosotros cobramos. Le pegamos y se pueden ir. De lo contrario, les quemamos las camionetas”, aseguró J.P.L. que le dijo uno de los involucrados.

“Sentí mucho temor, así que con la finalidad de evitar algún mal mayor enfundé mi arma, la cual perfectamente podría haber utilizado porque mi vida estaba claramente en riesgo. Había una inferioridad numérica notable y el peligro era evidente. No sólo para mí sino también para la gente bajo mi mando”, contaría en su declaración.

J.P.L. no tuvo más opción, aseguró. Salió corriendo del lugar. Al poco andar, se arrepintió de su decisión, pero no había vuelta atrás.

“La adrenalina que sentí cuando decidí escapar del lugar fue tan grande que logré correr cerro arriba por unos 15 minutos sin detenerme”, espetó.

El silbido

Según contó el efectivo, se escabulló entre el bosque hasta que llegó a un claro, donde habían restos de troncos grandes y ramas sueltas. Se escondió entre ellos. De acuerdo a su testimonio, estuvo ahí por más de una hora y media.

“Podría decir que ha sido el periodo más largo y angustiante de mi vida”, confesaría en su declaración judicial.

De acuerdo al carabinero, cada vez que asomaba la cabeza, veía a sus persecutores. Iban en camionetas, con los pick up llenos de gente. El momento más álgido fue cuando dos hombres armados empezaron a caminar directamente donde él estaba. De pronto, todo se detuvo.

“Ellos se estaban acercando al lugar donde yo me encontraba oculto y justo en ese momento se detuvo en el camino una camioneta blanca desde donde se escuchó un silbido, lo que provocó que estos sujetos comenzaran a correr hacia el vehículo, lo abordaran en la parte posterior y se fueran”, acotó.

El teniente se cercioró de que no hubiese nadie cerca y buscó señal para pedir auxilio. Al poco tiempo llegaron sus refuerzos: carros lanzagases, buses y carros blindados lograron rescatarlo.

“Quemémoslos vivos”

La huida cerro arriba de J.P.L. abrió la puerta para que sus colegas pudieran emprender la retirada. Su periplo también fue violento: al poco andar se encontraron con neumáticos encendidos. La barricada fue fácilmente esquivada. Los problemas, sin embargo, se acrecentaron cuando se encontraron con una barrera metálica que no pudieron sortear.

Según declararía F.F.F., otro de los carabineros involucrados, fueron los propios comuneros los que la instalaron para reventarle las camionetas. Intentaron mantenerse a bordo de los vehículos, pero una turba empezó a rociarlos con combustible. La ropa de uno de sus colegas quedó impregnada.

“Quemémoslos vivos, tienen que morir estos pacos culiaos”, dice F.F.F. que escuchó mientras la multitud se le venía encima. Todos salieron corriendo. Ya estaban lejos cuando las camionetas ardieron.

Los negocios

Quizás nublado por el miedo, J.P.L. no se percató que el lugar en el que se escondió correspondía a las faenas forestales que él y su equipo originalmente iban a vigilar. Esto último, se sabe por escuchas telefónicas contenidas en un informe reservado del OS-9 de Carabineros.

Según se desprende de las transcripciones, Walter Araneda Parra había negociado de manera directa con miembros de la comunidad para explotar los predios controlados por ellos. El “pinchazo” a su teléfono captó una conversación fechada casi tres meses antes del ataque con su secretaria. En el intercambio, ella le hizo saber del interés de la colectividad mapuche por hacer negocios. Araneda se limitó a responderle que enviaría un emisario para ver la madera porque estaba ocupado.

Una vez perpetrada la emboscada, el empresario también sería el responsable de cada uno de los movimientos al interior de la explotación maderera. Uno de sus operarios, identificado como “Lucas” le informó ese día que “estaba la cagá”. “Los peñis subieron y les apalearon unas camionetas. Los culiaos arrancaron para arriba y uno se metió por donde estaba la grúa y pasó por donde estaban cargando”, le contó.

Por si fuera poco, a través de las intervenciones, los investigadores también supieron de las desavenencias que se abrieron entre los empleados vinculados al empresario forestal y la comunidad.

Ya eran casi las 22:00 horas del día de los hechos cuando “Lucas” le comentó a su hermano “Tito” que estaban “haciendo un acuerdo en la comunidad”. “Algunos estaban molestos, debido a que, según ellos, lo que pasó fue por culpa de los camiones”, le explicó.

“Tito” retrucó: “¿Por qué se enojan? ¡Si los camiones les están sacando la madera!”.

Operativo “histórico”

Parte de éstas y otras pruebas se espera que sean expuestas en la audiencia de formalización fijada para este jueves en contra de Walter Araneda Parra y los otros 10 detenidos en el operativo. En la cita judicial también se conocerán los argumentos de las defensas.

El procedimiento de este miércoles fue valorado ampliamente por autoridades de la zona. Incluso fue catalogado como “histórico” por la delegada presidencial del Bío Bío, Daniela Dresdner.

Dentro de los imputados en esta causa, también figura el contador Guillermo Meza Huichalao, quien ya había sido condenado por delitos vinculados al blanqueo de madera. En 2015 cayó junto al empresario Henry Vigueras. El perjuicio al fisco se estimó en esa oportunidad en más de mil millones de pesos. Con todo, la justicia lo condenó a apenas 541 días de cárcel.