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Una carta de despedida, mensajes y cámaras: las pruebas contra mujer acusada de matar a sus hijos

05 octubre 2025 | 06:00

Una carta que suena a despedida. Unos mensajes donde pide perdón. Y las cámaras de seguridad que muestran a los hermanos Pereira Franco entrar a la casa, pero nunca salir. Las pruebas que presentó el Ministerio Público en la audiencia de formalización sirvieron para que el juez decidiera dejar a M. en prisión preventiva. Al mismo tiempo, su defensa apuntó a un posible intento de suicidio. A una vaina percutida sin explicación y a una inimputabilidad disminuida.

El tribunal prohibió revelar la identidad de M., acusada del doble parricidio.

—Manolito, te quiero mucho. Solo nos adelantamos. Nos vamos felices, como en el fútbol. Nos retiramos en nuestro mejor momento. Yo feliz de estar junto a mis dos hijos que amo. Mi hijo feliz con su polola, mi hija feliz con su trabajo nuevo y el Hugo feliz porque tiene un muy buen sueldo jajaja. Quizás un nieto o lo que venga, porque cada vez que estamos felices nos viene una negativa y ya tenemos suficiente.

Antes de que el fiscal Daniel Tobella presentara la carta que dejó M.O.F.C. —imputada por un doble parricidio—, advirtió que tenía “relación con una eventual despedida”. Las hojas sacadas de un cuaderno azul que fueron encontradas en el living de la casa, ni siquiera estaban cotejadas caligráficamente. Es decir, no se podía acreditar su autoría. Pero el contenido para el Ministerio Público era más que esclarecedor.

—Nos vemos. Por favor, no velorio, no funeral, directo donde mi papá y mamá, por favor. Te queremos mucho. No te llamé porque es mejor así. Gracias por todo, por ayudarnos siempre. Te amamos los tres.

La misiva era parte del informe policial que desarrolló la Brigada de Homicidios. Era una pieza clave. No sólo porque se trataba de una “despedida”, también porque concordaba con el momento en que se encontraron los cuerpos de sus hijos: Marta y Hugo Pereira Franco.

Aunque el abogado defensor de M.F. apeló a una inimputabilidad disminuida, el tribunal decretó la prisión preventiva. En su contra no sólo estaba la carta. Fiscalía también reveló las cámaras de seguridad del condominio, las fotos del vehículo en el que se fue el día de los asesinatos y una conversación de WhatsApp. Más relevante aún: las balas en el cuerpo de sus hijos coincidían con el revólver encontrado.

Las cámaras del condominio

El 26 de septiembre —el día de los asesinatos— a M.F. se le vio salir al antejardín a las 09:51 horas. Movió la reja del portón, entró el vehículo y lo lavó. Luego salió de compras. Tardó poco menos de una hora en volver con bolsas de supermercado.

Para las 15:08 horas ambos hijos seguían vivos: las cámaras captaron las manos de Hugo moviendo las cortinas y a Marta barriendo y echándole agua a un segundo auto. Media hora después, Franco salió de la casa en su vehículo gris. Con un desfase de 10 minutos, su hermana también se fue.

M. nunca se quedó sola en la casa. Cuando ambos hijos estaban fuera, dos mujeres ingresaron. Estuvieron exactamente siete minutos, luego se retiraron. Al instante volvió Marta. Estacionó, bajó a su perro y lo paseó por el interior del condominio. Mientras estaba en eso, M. dejó una bolsa al costado del copiloto y removió el maletero.

A las 17:13 fue la última vez que se vio a Marta por las cámaras, justo, cuando entró a la casa y su madre detrás de ella.

Desde ese momento, hasta que regresó Hugo, pasó una hora. En su caso, desde las 18:12 no se le volvió a ver. Lo último que hizo fue estacionar y entrar a la vivienda.

Siete minutos más tarde se ve a M. cruzar la puerta. Primero, agarró al perro que paseaba su hija y lo subió al vehículo. Después fue a buscar un cojín para acomodarlo en el asiento del piloto. Antes de irse manejando alcanzó a ponerle candado al portón.

A los 37 minutos el padre de Hugo y Marta llegó a la casa. Estuvo ocho minutos adentro y salió al antejardín para mirar al exterior. Tenía el celular en la mano. Volvió a entrar, luego salió otra vez, se subió al vehículo blanco y se bajó al instante. Se le vio llamando a alguien. Finalmente pidió ayuda a los vecinos. Les dijo que su hijo se había desmayado, que estaba convulsionando. En ese momento no sabía que su hija también estaba muerta en otra habitación.

Rodrigo Fuica | Agencia UNO

“Solo quise salvarlos”

Una vecina intentó taponearle la herida a Hugo con papel higiénico. Ella no lo sabía, pero era un disparo a corta distancia que le impactó en la cabeza. La ambulancia se lo llevó de urgencias. Mientras intentaban salvarle la vida en el Hospital Guillermo Grant Benavente, M. ya había atravesado el peaje de Chillán Norte. Eran las 22:31 horas.

Marta murió ese mismo 26 de septiembre. Hugo falleció dos días después a las 13:29. Ambas muertes fueron por un traumatismo craneoencefálico.

Entre las primeras diligencias que hizo carabineros estuvo tomarle tres declaraciones al padre. Él contó que había encontrado un revólver encima de la lavadora y que faltaba el auto gris. Además, su esposa no le había contestado nunca el teléfono pero sí le había mandado un mensaje.

19:46 (Ella): Llegas tarde
20:43: Llamada sin respuesta de él.
20:52 (Él): ¿¿Dónde estás??
20:53: (Él) ¡Llámeme urgente!
21:39: Llamada sin respuesta de él
22:58 (Ella) Perdóname, no quería que tú sufrieras. Solo quise salvarlos para que no sufrieran más. No llores, por favor, te quiero mucho. Te iba a esperar, pero no pude. Estoy lejos con mi perrito. No sé qué hacer.
23:17 (Él): Vuelve. El hijo está hospitalizado. Yo nunca te voy a dejar de querer. No sé qué vamos a hacer, pero no te voy a dejar sola.

La madrugada del 27 volvió a declarar voluntariamente. Arrancó diciendo que no recordaba la edad sus hijos porque era malo para las fechas.

—Mis hijos no tenían grandes problemas, Hugo era un tipo sano, que no iba a fiestas ni bebía alcohol. Tenía un buen pasar, era introvertido, poco comunicativo. Él es profesional, ingeniero civil industrial y tenía un autito. Su trabajo lo realizaba de forma online. Y mi hija Marta, ella tenía una condición de tamaño de estatura baja y sufría de dolores debido a un tratamiento que le hicimos para crecer —relató.

Después la describió a ella:

—Sobre mi señora puedo decir que nuestros hijos eran sus ojos, eran muy apegados a ella. Y ella resultaba ser aprensiva con ellos. Ella los amaba, M. siempre ha sido de pocas amigas, pero siempre se ha notado feliz.

Ni agresiva ni violenta

M. llegó hasta Coihueco, al sector rural Camino Esperanza. Un lugareño de ahí que vigilaba a los animales se percató que el vehículo gris estaba abandonado a un costado del camino. Al lado derecho estaba el perro asustado. Intentó acercarse, pero huyó.

Fue él quien llamó a carabineros. Le explicaron que no tenía encargo por robo pero sí estaba relacionado con un parricidio. Le pidieron que no lo tocara.

Ese mismo día M. fue detenida cuando fue a pedirle el teléfono a la dueña de un negocio. Ella llamó a carabineros. Le pareció sospechoso que no se sacara la mano del bolsillo. Pensó que tenía un cuchillo. Al rato descubrieron que era un revólver metálico con empuñadura negro. Un calibre 22. Quedó detenida por porte ilegal de armas. Ella se acogió a guardar silencio.

En la tercera declaración del padre contó que él sabía de la existencia de las dos armas. El más grande fue una herencia de su suegro. Y el otro, lo compró él mismo a un excompañero de trabajo.

—Ambas armas las guardaba mi esposa M. No tengo idea en qué lugar, solamente ella lo sabía. Se mantenían con sus respectivas municiones, ignoro la cantidad. En cuanto al manejo o conocimiento de armas, puedo indicar que nunca había visto a M. manipulado ni utilizar uno de los revólveres.

Respecto a ella mencionó:

—Nunca fue una persona violenta ni agresiva, menos con mis hijos. Tampoco padecía alguna enfermedad o tratamiento psicológico, por lo cual no tomaba medicamentos ni algún tipo de antidepresivos. Tampoco hizo uso de licencias médicas psiquiátricas o similares.

Prisión preventiva

En la audiencia de formalización el fiscal presentó todas estas pruebas. También expuso que las balas periciadas coincidían con las armas incautadas. Pero hubo un detalle importante del que se agarró Rodrigo Campos, abogado defensor de M. Los cuerpos de los hijos tenían tres impactos balísticos, pero las vainas percutidas fueron cuatro. En simple, hubo una bala que se disparó y no llegó a nadie.

Bajo esta premisa apuntó al “suicidio ampliado o altruista”, porque además de la bala, dejó la carta y la frase “solo quise salvarlos de que sufran”.

—Se había utilizado o podría haber sido utilizado por parte de mi representada, pero no había terminado de acabar con el objetivo real que era haber acabado con su fin último —acotó para explicar que quizás, la última bala era para suicidarse.

—Entonces, al no existir, lamentablemente, un tratamiento médico, un trastorno mental o un diagnóstico previo que por lo pronto eso no es algo tan ilógico, forma parte de la población mental a nivel chileno de que la salud mental en general está bastante poco tratada. Muchas veces hay gente que no está diagnosticada.

Ninguno de estos argumentos evitó que el juez decretara la prisión preventiva. Como última petición el abogado defensor pidió que fuera trasladada al penal de Bulnes o que se mantuviera en el hospital de la cárcel hasta realizarle los peritajes psiquiátricos. También lo pidió por seguridad: las otras internas ya la habían amenazado.

“Te amamos mucho”

El final de la carta hacía alusión a contactar a la corredora de la casa que arrendaban y a repartir los bienes que quedarían. Estaba detallado hasta dónde encontrar las llaves de los vehículos y los documentos importantes.

—Las cosas de la casa, bótalas nomás. Contrata un camión de retiro, de escombro y ellos lo reparten o botan. En la pieza chica, allá hay dos zapatos, son nuevos. Eran una pyme jajaja. Bótalos todos nomás.

Dile a la Moni que siempre la quise mucho porque ella siempre me cuidó y fue muy buena con nosotros. Si quiere venir, que venga sola, no con el negro, porfa.
- Carta

Cuando la Brigada de Homicidios registró la casa los zapatos seguían ahí.

—Ah, si puedes comparte mi herencia. Quisiera pagarle unos cinco milloncitos o tres, los que pueda ser al caballero que atiende el pool de al lado de la casa. El viejito de lente de apellido Pardo. Dile que es un regalo mío, que lo espero arriba jajaja. Él nos cuidaba cuando tenía un local de completos.

Las últimas líneas hacen relación al contrato de arriendo. Cierra con un “te amamos mucho. Saludos a las chiquillas”.

Hasta el cierre de esta publicación M. seguía sin declarar. Se acogió a su derecho a guardar silencio. El perro que era de su hija quedó a cargo momentáneamente de la familia de Coihueco.