El día del golpe de Estado de 1973, Eduardo Labarca, que se había formado como abogado, era redactor político del diario El Siglo, del Partido Comunista. Conocía mucho a Salvador Allende, ya que su padre era cercano al entonces presidente, que había oficiado, incluso, como una suerte de secretario privado u hombre de confianza de él.
Después del golpe partió al exilio. Estuvo en la Unión Soviética, donde trabajó en el programa radial “Escucha Chile”.
Labarca escribió el libro “Allende. Biografía sentimental”, probablemente la obra más acabada sobre el ex mandatario.
El escritor, periodista y abogado, Eduardo Labarca, se refirió al día en que Salvador Allende se convirtió en Presidente de Chile, cuando tuvo que escribir la crónica central en El Siglo: “Vienen los reporteros de los frentes, todos entregan sus cosas y me dicen a mí ‘ahora la primera página’. Tenía que hacer la crónica de primera página, que salió con el título ‘El pueblo celebró el triunfo en las calles"”.
Asimismo, relató la cercanía que tenían con Allende, ya que su padre fue quien lo ayudó con los discursos: “Venía a la casa y yo le decía ‘tío’. Sé cómo caminaba, cómo respiraba, cómo se movía. Muchas veces dicen que él era bajo, no era bajo, andaba tipo por 1,78 metros, por ahí. Pero, como hacía hecho mucha natación, mucho box, era ancho de espalda, grueso de cuello. Además, hablaba como argentino”.
En cuanto a la figura de Salvador Allende, Eduardo Labarca contó que “era un personaje muy complejo. Yo he dicho que era un conquistador. Conquistó al pueblo de Chile, conquistó a algunas de las mujeres más hermosas e inteligentes. Como buen político, él era su propio estratega”. De la misma forma, agregó que “Él sabía cómo manejar a las personas, sabía donde iba… Su meta era la presidencia de la república”. Aquel deseo era porque “le dolía la pobreza de Chile. Le dolía que la mortalidad de los niños en los barrios pobres era mucho más alta que en otros barrios”, aseveró.
Finalmente expresó que “dicen que había entre 300 y 400 fusiles en Tomás Moro… En varias ocasiones, hubo quienes dijeron ‘bueno, eso hay que entregárselo a los pobladores para que defiendan el gobierno, (pero) Allende nunca quiso que en su gobierno se distribuyeran armas”.
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