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El derecho a no saber: ayuno epistémico en tiempos de saturación algorítmica

26 noviembre 2025 | 10:40

Tal vez el saber más profundo sea el que se demora, el que se niega, el que se calla. Tal vez, en este mundo saturado, decidir no saber sea el acto más radical de todos.

Vivimos en una época donde saber parece obligatorio. Cada segundo, un algoritmo nos ofrece respuestas, rutas, diagnósticos, pronósticos, recomendaciones. La ignorancia ya no es una condición, sino una falla del sistema. Pero, ¿qué pasa cuando decidimos no saber? No por negligencia, sino por resistencia. No por desinterés, sino por dignidad. ¿Puede el silencio ser una forma de pensamiento? ¿Puede la pausa ser más radical que la aceleración?

Propongo aquí una defensa del ayuno epistémico: una práctica crítica que consiste en no consumir información, en no responder, en no procesar. Como quien deja de comer para recordar que tiene cuerpo, dejamos de saber para recordar que tenemos alma.

Publicidad y algoritmos: una analogía incómoda

La saturación algorítmica se parece cada vez más a la saturación publicitaria. En ambos casos, somos blanco de estímulos que no pedimos, que interrumpen, que nos convierten en consumidores antes que en sujetos.

La publicidad aprendió a invadir cada rincón: desde la calle hasta el sueño. Pero también aprendimos a defendernos. Aparecieron los ad blockers: tecnologías que filtran el ruido, que devuelven el derecho a mirar sin ser mirado. Y aparecieron los modelos de pago: si no quieres publicidad, paga con dinero.

El silencio, entonces, se volvió un lujo. ¿Podemos imaginar algoblockers? ¿Filtros que nos protejan de la sobreexposición algorítmica? ¿Modelos donde pagamos —no con dinero, sino con tiempo, con pausa, con contemplación— para no ser predecibles?

Algoblocker: tecnología del no

Un algoblocker no sería simplemente una herramienta técnica. Sería una tecnología del no. Del todavía no. Del quizás nunca. Sería una interfaz que interrumpe la interrupción, que desacelera la aceleración, que devuelve al sujeto su derecho a no saber.

Podría tener múltiples formas:

– Un algoblocker contemplativo, que ralentiza la entrega de información, que introduce pausas como parte del diseño.

– Un algoblocker poético, que responde con metáforas, con preguntas, con silencios, en lugar de datos.

– Un algoblocker ritual, que activa momentos de ayuno informativo, como quien apaga el teléfono para honrar el duelo, el amor o el pensamiento.

– Un algoblocker institucional, que protege espacios académicos, culturales o comunitarios de la lógica del rendimiento algorítmico.

No se trata de ignorancia, sino de método. No de pasividad, sino de resistencia. No de evasión, sino de cuidado.

Teoría de la atención: el derecho a mirar menos

Jonathan Crary y Yves Citton han advertido que la atención se ha convertido en un campo de batalla. No solo se disputa lo que vemos, sino cómo, cuándo y por cuánto tiempo lo vemos.

Citton (2014) propone una ecología de la atención que nos permita resistir la captura constante de nuestros sentidos.

Crary, por su parte, denuncia que la atención sostenida se ha vuelto una anomalía en un entorno de distracción perpetua (2013).

El algoblocker, en este sentido, sería una herramienta para recuperar esa anomalía. Para volver a mirar menos, pero mirar mejor. Para dejar de saber todo, y empezar a pensar algo.

Humanidades en los bordes

¿Y si el derecho a no saber fuera también el derecho a ser?

Pienso en los cuerpos que no responden como esperamos: los que no procesan, no articulan, no rinden. Los que habitan el borde de lo humano según criterios funcionales.

Los drogadictos que se fugan del saber obligatorio.
Los enfermos mentales que interrumpen la lógica del sentido.
Los cuerpos en estado vegetativo que nos obligan a redefinir la conciencia.
Los brillantes con problemas sociales que desordenan la meritocracia.
Los TEA que desafían la gramática de la empatía normativa.

Todos ellos nos recuerdan que saber no es condición de humanidad. Que pensar no es siempre sinónimo de dignidad. Que el silencio, la pausa, la espera, también son formas de existencia.

Ayuno como método

El ayuno epistémico no es ignorancia. Es método.

Es la decisión de no saber ahora, para poder pensar después.
Es la práctica de no responder, para poder escuchar.
Es el gesto de no consumir, para poder habitar.

En tiempos de simulación algorítmica, donde todo se convierte en dato, el ayuno es una forma de no ser legible, de no ser predecible, de no ser útil. Y en esa inutilidad, quizás, reside la posibilidad de volver a ser humanos.

Epílogo desde el desierto

En el desierto florido, las semillas esperan años para brotar. No porque no sepan, sino porque saben esperar. Tal vez el pensamiento crítico no sea una máquina de respuestas, sino una floración improbable. Tal vez el saber más profundo sea el que se demora, el que se niega, el que se calla. Tal vez, en este mundo saturado, decidir no saber sea el acto más radical de todos.